La renovación del mapa episcopal y la investigación sobre abusos, ejes del mandato del cardenal de Barcelona Omella: Un presidente en el año del coronavirus

Cardenal Omella
Cardenal Omella

"Hoy hace un año que mis hermanos en el episcopado me eligieron presidente. Han sido meses muy difíciles para todos"

El presidente del Episcopado, favorable a una investigación profunda sobre la realidad de los abusos a menores, y de posibles indemnizaciones a las víctimas

"Hoy hace un año que mis hermanos en el episcopado me eligieron presidente. Han sido meses muy difíciles para todos". Así recordaba ayer el cardenal de Barcelona, Juan José Omella, el momento en que los obispos españoles optaban por el tándem Omella-Osoro para dirigir los caminos de la Iglesia española durante los próximos cuatro años.

Un año marcado por la tragedia del coronavirus, cuya sombra todavía nos persigue, hasta quién sabe cuándo. "Los pastores de la Iglesia no hemos sido ajenos al dolor de nuestro pueblo. Con la ayuda de Dios, seguiremos prestando un servicio humilde y generoso a la sociedad", escribía el purpurado, que hoy 'celebra' su aniversario en Roma, en una de las muchas reuniones que ha de celebrar en la Ciudad Eterna por determinados encargos encomendados por el Papa Francisco.

Cierre de templos y cepillos vacíos

¿Qué ha ocurrido a lo largo de este año? Que, por fin, los obispos españoles decidieron dar un paso adelante -histórico, pero muy corto- en favor de las reformas del Papa Francisco. La pandemia ha impedido que muchos de los propósitos se hayan podido llevar a buen término, y los obispos han tenido que ocuparse -y preocuparse- del dolor de los que más sufrían, el cierre de templos, las restricciones de aforo y las consecuencias económicas (para el cepillo, no para la X de la Renta).

Juan José Omella
Juan José Omella

La llegada del nuevo Nuncio, Bernardito Auza, también preveía un nuevo modelo para la Iglesia española, con dos claves: cambiar el rostro del episcopado, y abordar la adecuación de los límites diocesanos, hasta donde fuera posible, con la geografía civil (provincial) de nuestro país. Dos objetivos que se han visto lastrados por la falta de candidatos al episcopado netamente 'francisquistas', y por las dificultades para mantener determinadas sedes, y el escándalo que supondría su desaparición, como estamos comprobando en el conflicto por el futuro de Ciudad Rodrigo.

Retos de futuro

Más allá de eso, los grandes retos de Omella y su equipo (forma un tándem bien cohesionado con el cardenal de Madrid, Carlos Osoro) giran en torno a tres ejes: en primer lugar, la sequía vocacional y, derivada del coronavirus, cómo recuperar a los fieles que dejaron de ir a los templos durante el primer confinamiento; en segundo término, la difícil relación con un Gobierno que tiene en la Iglesia un adversario con el que converger en muchos puntos, pero con el que va a pleitear, y mucho, por la cuestión fiscal, las leyes sobre eutanasia, aborto o trans, la educación y el futuro de la Ley de Memoria Histórica; y, en tercer término, la cuestión de los abusos.

En este sentido, el cardenal Omella -a diferencia de lo que se ha planteado públicamente desde la Conferencia Episcopal- sí apuesta por que la Iglesia española abra sus archivos a investigadores independientes, que puedan elaborar un estudio similar a los que se han elaborado en Francia, Irlanda, Alemania, Portugal o Polonia. "Más vale que te pongan rojo una vez, que pasar años de escándalos continuados y no hacer nada", apunta a RD un estrecho colaborador del purpurado. Del mismo modo, el presidente de la CEE sí sería favorable a establecer indemnizaciones para las víctimas

Sea como fuere, un año después, todos los escenarios están abiertos. Y los desafíos son muchos. ¿Podrá Omella con ellos? Eso es lo que espera el Papa Francisco.

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