Facilitar el regreso a los sorprendidos por la medida es ahora la prioridad Peregrino, váyase a casa: el coronavirus corta el Camino de Santiago

Plaza del Obradoiro vacía
Plaza del Obradoiro vacía

Las entidades relacionadas con el Camino piden a los caminantes que se paren donde estén y regresen a sus domicilios

El corte definitivo llegó el viernes a última hora, una vez decretado el estado de alarma, después de un arranque de semana relativamente tranquilo

Según Luis Gutiérrez, presidente de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, puede haber hasta 2.000 peregrinos a los que debemos "informar y facilitar el regreso"

(eldiario.es).- Los efectos del coronavirus se notan en todas las facetas de la vida social y económica del país, y el turismo no es excepción. El Camino de Santiago, uno de los principales polos de atracción de visitantes a Galicia (casi 350.000 peregrinos en 2019), está prácticamente cerrado, tras una semana en la que las restricciones por la epidemia han ido de menores a exhaustivas. “Pedimos a los peregrinos, donde estén, que se paren”, dice Luis Gutiérrez, presidente de la Federación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, que participa en un grupo de crisis con la Administración central y las comunidades autónomas y municipios por donde pasa la ruta jacobea.

El corte definitivo llegó el viernes a última hora, una vez decretado el estado de alarma, después de un arranque de semana relativamente tranquilo. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, opinaba el martes, en una entrevista con eldiario.es que, salvo en los albergues, el riesgo de contagio “era de baja intensidad”. El jueves por la noche, sin embargo, decretaba limitar a la tercera parte el aforo de los albergues públicos y, 24 horas después, tras el anuncio del estado de alarma, su cierre total. La catedral de Santiago y la oficina del peregrino habían echado el cerrojo al mediodía, mientras la Asociación Gallega de Albergues Privados también recomendaba a sus socios y no socios que suspendiesen la actividad.

Los albergues de otras comunidades están cerrando también, así como los del norte Portugal, donde también está vigente el estado de “alerta”. El de Valença do Minho cerró el jueves, los de Paredes de Coura y Ponte de Lima, el viernes. Por Asturias, León y Castilla se vienen anunciando los cierres en las últimas horas, y en Saint Jean Pied de Port, última parada en Francia antes de la frontera, se está informando a los que llegan “que se vuelvan para casa”. En Roncesvalles, en el arranque clásico del camino francés, el albergue tampoco está funcionando ya.

Auxilio a los extranjeros

La prioridad ahora es informar a los despistados y facilitar el regreso de aquellos a quienes la medida sorprendió a mitad de camino. Gutiérrez calcula que pueden ser hasta 2.000. “Se puede presentar un problema con los peregrinos extranjeros”, advierte. “Se trata de que no queden desprotegidos; que, por ejemplo, si esto les ha pillado cerca de O Cebreiro o Ponferrada, algún transporte de [la compañía de autobuses] Alsa los lleve a Santiago y desde allí puedan regresar vía Madrid, Barcelona o en los vuelos que haya disponibles”.

Alsa están flexibilizando los cambios y cancelaciones de billetes, al igual que aerolíneas como Easyjet. Renfe, por su parte, los aplica sin coste. Estas informaciones se comparten en los foros internacionales de peregrinos de Internet, donde los usuarios se consuelan los unos a los otros y se emplazan a postergar sus viajes al final del verano, si la situación mejora. “El camino no se va a mover de ahí”, recuerda uno de estos mensajes.

La situación se ha precipitado y ha sorprendido a peregrinos que se mostraban totalmente tranquilos y sin miedo al virus el mismo jueves. “Si se coge, se coge y uno se cuida. Hay gripes con mortalidades mayores, como la H1N1” descargaba Júlio Ricardo, de 62 años, en el albergue público de Pontevedra. Su esposa, Edna Souza, de 50, asentía. Llegados de Santos (Brasil) para empezar el camino en Tui, ninguno de los dos creía correr gran riesgo de contagiarse y, descansando en el salón del albergue, hacían unas cuentas que finalmente no han salido: “Vamos a Santiago, después a Fisterra, luego tres días en Madrid, sin pensar en gripes, para coger el avión para volver. Esto es igual que cualquier otra enfermedad”.

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