El padre del chaval: "Si tengo que hacer de 'padre coraje', lo haré" Silverio Nieto interrogó durante dos horas y media a los padres y al menor de Gaztelueta

(José M. Vidal).- El padre del menor supuestamente abusado en el colegio Gaztelueta del Opus Dei no termina de encajar el trato que está recibiendo por parte de las autoridades eclesiásticas españolas. Y la gota que colmó el vaso de su paciencia es este teletipo de Europa Press: "La Conferencia Episcopal asegura que no envió a ningún mediador para hablar con la familia del menor de Gaztelueta".

Indignado, se desahoga con el periodista: "Nos están maltratando. Encima del sufrimiento que llevamos desde hace años, nos están haciendo más daño. No tienen perdón de Dios. Nos están llevando al límite, pero si tengo que hacer de 'padre coraje', lo haré".

A borbotones le salen las palabras. Es como una olla a presión que no aguanta más. Tanto él como su mujer llevan días sin dormir y tratando de que su hijo, que había puesto sus esperanzas en el Papa y en la Iglesia, no se venga definitivamente abajo. Los padres del menor de Gaztelueta no pueden más y gritan su impotencia al cielo. "Nadie nos apoya ni nos escucha. Sólo el Papa nos echó un cable y, ahora, quieren dinamitar ese rayo de esperanza. Y, encima, quieren dar carpetazo al caso en nombre del propio Francisco", dicen.

Y comienzan a contar la visita que recibieron en el despacho del padre del chaval a mediados del mes de junio del corriente. El miércoles 17, el padre recibió una llamada en su móvil de un tal Rafael Felipe. "Me dijo que llamaba en nombre del sacerdote Silverio Nieto, de la Conferencia episcopal, y que querían reunirse con nosotros urgentemente, como enviados del Papa". Ansioso por recibirlos, los citó en su despacho, dos días después, el viernes, 19, de esa misma semana.

Acostumbrados a todo tipo de artimañas clericales, el padre del chaval mandó a su abogada, Leticia de la Hoz, que comprobase quiénes eran los tales Rafael Felipe y Silverio Nieto. La abogada llamó por teléfono, estuvo hablando con Rafael Felipe y se ofreció a estar presente en la conversación. Pero éste le dijo que "mejor, no, porque va a ser una conversación intrascendente y sin relevancia canónica y una visita de cortesía y de afecto".

Las sospechas de los padres se disiparon. Más aún, pensaron que la carta del Papa estaba surtiendo efecto y que, por fin, alguien de la Iglesia española se interesaba por su caso. Acogieron a los dos sacerdotes, que vestían de riguroso clergyman, con cariño y respeto. "Venimos como enviados personales del Papa, que, a través de nosotros, les quiere mostrar su afecto y su preocupación por el chaval", les dijo Silverio.

El director del servicio jurídico de la CEE y ex magistrado llevaba la voz cantante. Al padre del menor le pareció incluso un tipo "dicharachero y simpático, que hasta nos habló de su madre y de que había sido marino mercante". Incluso aconsejó al chaval que estudiase árabe, para ser reportero en Oriente Medio, una salida laboral segura, como la de uno de sus sobrinos. Y, ya puesto a dar consejos, también le dijo al joven que "a veces, en la vida, hay que tener picardía y ser un poquito más malote".

El caso es que Silverio Nieto les sometió a un exhaustivo interrogatorio sobre el caso. Tanto al padre como al chaval. Un interrogatorio de dos horas y media. A fondo y sin piedad. Silverio preguntaba y Rafael Felipe tomaba notas en su ordenador, provisto de impresora portátil. "De buena fe, contestamos a todo lo que nos preguntaron, sin recelo alguno y a gusto. Menos mi hijo, que tuvo que revivirlo todo, una vez más. De todas formas, también él fue la primera vez que fue capaz de contar a unos curas lo mismo que le había contado sólo al psiquiatra hasta ese momento".

En definitiva, que dieron su versión de los hechos con pelos y señales y sin ocultar nada, fiándose de que eran dos altos clérigos de la Iglesia española, que se interesaban por su caso a instancias del propio Papa.

Acabado el interrogatorio, el padre les propuso que se quedasen a comer con ellos, pero le dijeron que no, que tenían prisa. "De hecho, salieron tan escopetados, que ni siquiera nos dieron la mano para despedirse", recuerda la madre.

Silverio y su acompañante se fueron y no volvieron a dar señales de vida para nada. Hasta hoy que, al explotar el caso, los padres se sintieron tan maltratados por los comunicados del Gaztelueta y por las informaciones cruzadas que les iban llegando, que decidieron llamar al móvil de Rafael Felipe. Pero éste, con la escusa de que llovía, les colgó, sin atenderlos.

Sí atendió la llamada de Religión Digital, pero sin querer responder a nuestras preguntas. "Yo solo fui de acompañante. Mejor que llame a Don Silverio, para que él le informe", nos dijo y, tras disculparse por no contestar a nuestras preguntas, colgó.

Rafael Felipe es un juez eclesiástico de la diócesis de Terrassa.

De Silverio Nieto, al que tampoco conocían de nada, también recabaron información y la encontraron, y abundante, en Internet, donde aparece todo su recorrido de ex magistrado, confesor y asesor religioso del ministro del Interior, Jorge Fernández, que también pertenece a la Obra.

La conclusión del padre es obvia: "Me siento engañado y rodeado por el Opus. P { margin-bottom: 0.21cm; Queremos ser juzgados canónicamente por alguien que sea ajeno al Opus Dei. Si venían a investigar, ¿por qué no lo dijeron? ¿Por qué nos interrogaron, cuando sólo venían a transmitirnos el afecto y la solidaridad del Papa? Además, ¿por qué Silverio Nieto se trajo de secretario a un alumno del Opus? ¿Qué pintaba ahí? ¿A dónde fue a parar toda esa información? Algo así no pasaba ni en la Rusia comunista".

Desilusionado, al progenitor del chaval le da igual en nombre de quién vinieron. Y no entra en distingos, entre Nunciatura apostólica o Conferencia episcopal española. "Lo que siempre tuvimos claro es que estábamos hablando con el Director del Servicio Jurídico Civil de la CEE. Tal y como reza la tarjeta que nos dejó y que todavía conservo. Por cierto, le he escrito y le hemos llamado varias veces y está desparecido. Aquí todos se quieren quitar de en medio. Primero, el obispo de Bilbao, después el Opus y, ahora, la Conferencia episcopal. De pena. ¿Sabrá algo de todo esto el Papa, que fue el único que se interesó realmente por nosotros y por nuestro hijo?"

Y su pregunta queda en el aire. A la espera de que alguien, desde el obispado, la CEE o Nunciatura, se acerque a esta familia, que tanto está sufriendo, con entrañas de misericordia. Y les de las oportunas explicaciones.

El caso seguirá rodando y sometiendo a estos padres a una presión mediática y pública a la que no están acostumbrados. Hasta ahora sufrían por dentro. Ahora también por fuera o desde fuera. Sus adversarios son todavía demasiado poderosos en el seno de la Iglesia. Y les están mandando un recado muy claro: "O dan por cerrado el caso canónicamente o tendrán que seguir sufriendo". Eso sí, el recado llega revestido de la autoridad papal. En nombre del Papa y del Vaticano, pero sin hacerles llegar documento alguno.

Una dinámica perversa. Pero los padres están dispuestos a sacrificarse. "Por nuestro hijo y por la verdad estamos dispuestos a ir hasta el final", aseguran, decididos. Y añaden, como rezando: "Si pudiésemos ver al Papa y contarle lo que nos está pasando..." A veces, los milagros se repiten. Francisco tiene acreditado ser el Papa de la misericordia y esta familia la necesita a raudales.

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