Anne revive para Noticias de Navarra los abusos sufridos en el actual Palacio Ezpeleta El horror en el internado de las teresianas de Ossó de Pamplona: "Sigo teniendo pesadillas"

Palacio de Expeleta, en Pamplona
Palacio de Expeleta, en Pamplona Consesjo Escolar de Navarra

"A veces, la misma monja me sacaba de la cama en mitad de la madrugada. Me hacía lo mismo. Y si me quejaba por algo, me dejaba toda la noche ahí arriba (mira hacia el último piso del edificio). Me asomaba a la ventana y me decía de aquí te puedes caer"

"Yo no perdono. Si perdono, igual se me olvida, y no quiero ni perdonar ni olvidar. Se pueden perdonar cuestiones económicas, deudas, otras acciones, pero esto que pasé aquí dentro no hay nada que lo perdone"

"Sigo teniendo pesadillas con ello. La veo beoda, alcohólica, totalmente ida, e intentando penetrarme con una botella de calcio forte, de cuello alargado, y yo enloquecida tratando de salir de ese lugar al que se accedía a través del comedor". Sesenta años después, Anne (nombre ficticio), regresa al Palacio Ezpeleta de Pamplona, donde hace décadas estuvo el internado de las teresianas de Ossó en la capital navarra. Donde, para ella, estuvo el horror.

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En un impactante reportaje Enrique Conde en Noticias de Navarra, Anne rememora los abusos físicos, sexuales y morales sufridos en el recinto durante su etapa allí (estudió entre 1963 y 1968). Y lo hace, asume, sin poder olvidar el nombre de Francisca, la encargada del comedor, quien, denuncia, la violó en repetidas ocasiones en unas escaleras lúgubres cuando era una niña de apenas 10 años.

No sirvió de nada denunciarlo. La pequeña se lo dijo a la hermana Digna. "Me metió un sopapo, una colleja en la nuca, que me dejó doblada. Ya no volvimos a hablar". Su madre, una empresaria de la zona, tampoco respondió: "Cuando me dio por contarle eso no se le ocurrió nada más que responderme que era una asquerosa. Y pasó página. Y ya me quedé muda, por el shock, por todo eso que estaba viviendo, y no lo compartí hasta que muy mayor lo hablé con mi hijo".

Ahora, lo comparte con el mundo, a través de la prensa. “A veces, la misma monja me sacaba de la cama en mitad de la madrugada. Me hacía lo mismo. Y si me quejaba por algo, me dejaba toda la noche ahí arriba (mira hacia el último piso del edificio). Me asomaba a la ventana y me decía de aquí te puedes caer. Recuerdo que esa noche, con 12 años, me vino la regla y ella me empezó a pegar y me decía que me lavara delante de ella. Me rompió los botones de la bata”.

¿Por qué ahora? “Me imagino a mis nietos y quiero protegerles, que tengan esta memoria histórica de lo que hicieron con nosotras cuando éramos unas criaturas...", reflexiona Anne que, pasados los años, muestra cómo la herida, lejos de cicatrizar, permanece intacta. "Yo no perdono. Si perdono, igual se me olvida, y no quiero ni perdonar ni olvidar. Se pueden perdonar cuestiones económicas, deudas, otras acciones, pero esto que pasé aquí dentro no hay nada que lo perdone", zanja.

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