“La peor fecha imaginable para la visita: la Providencia ha elegido fatal” Ni relatores ni apoyo a la independencia: esto es lo que Pere Aragonés le pedirá a Francisco en su audiencia

Pere Aragonés
Pere Aragonés GC

¿Supone la audiencia de Francisco este lunes, 6 de noviembre, a Pere Aragonés, presidente de la Generalitat de Cataluña, una ‘bendición’ a la amnistía pactada con el independentismo catalán para que Pedro Sánchez pueda conformar un nuevo gobierno de coalición?

¿Se desplaza el dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya a la Santa Sede para pedir una supervisión internacional del proceso que puede abrirse a partir de ahora, según temen desde las formaciones políticas radicalmente contrarias a una ley de amnistía que permite el regreso de Carles Puigdemont y otros exiliados tras la organización del referéndum y la declaración unilateral de la independencia?

¿Supone la audiencia de Francisco este lunes, 6 de noviembre, a Pere Aragonés, presidente de la Generalitat de Cataluña, una ‘bendición’ a la amnistía pactada con el independentismo catalán para que Pedro Sánchez pueda conformar un nuevo gobierno de coalición? ¿Se desplaza el dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya a la Santa Sede para pedir una supervisión internacional del proceso que puede abrirse a partir de ahora, según temen desde las formaciones políticas radicalmente contrarias a una ley de amnistía que permite el regreso de Carles Puigdemont y otros exiliados tras la organización del referéndum y la declaración unilateral de la independencia?

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Las fuentes consultadas por Religión Digital niegan la mayor y reiteran lo ya sabido: que la audiencia fue pedida por el president el pasado mes de junio y que, formalmente, entre las motivaciones, está la celebración, en 2025, del Milenario de la Abadía de Montserrat, así como las obras de culminación de la basílica de la Sagrada Familia, consagrada por Benedicto XVI en 2010. Aunque en un principio se contemplaba la posibilidad de que el encuentro entre el Papa y el president tuviese lugar en julio, finalmente la fecha se ha puesto para este mes de noviembre.

La fecha coincide con momentos de indudable tensión en la política nacional, cosa que, como también confirman a este portal, desde el Vaticano son plenamente conscientes. “Pura casualidad”, dicen desde un lado. “La peor fecha imaginable: la Providencia ha elegido fatal”, dicen desde el otro. Y coincide también con la pretensión de la parte independentista de que en el proceso negociador para la amnistía y su desarrollo se nombrase a un relator que supervise, llegándose a deslizar por parte de algún medio que el elegido -¡nada menos que por Carles Puigdemont!- sería el mismísimo cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella.

Omella, con Puigdemont
Omella, con Puigdemont

También aquí las fuentes niegan la mayor. El aprecio del expresident catalán por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) es más bien inexistente desde aquella bronca que nunca existió de Puigdemont a Omella en la sacristía de la basílica de la Sagrada Familia en el “funeral de Estado” -que tampoco fue tal- por las víctimas de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils. Cruz y raya, desde entonces, al purpurado aragonés. Tampoco es ningún secreto que este se entiende mejor con Oriol Junqueras, el indultado líder de Esquerra.

Las coincidencias las carga el diablo

Lo que sí ha existido estos días pasados -coincidencia que abona los rumores en torno a esta audiencia papal al máximo dirigente catalán- ha sido el intento de que el PSOE de Pedro Sánchez diese el visto bueno a que la supervisión del entramado de las negociaciones y lo que ha de venir corriese a cargo de un eclesiástico. Pero Sánchez se negó.

Atribulados los obispos con los informes sobre los abusos en la Iglesia en España, y tras las declaraciones del secretario del Episcopado, César García Magán, sobre lo innecesario de una amnistía en España en este momento -lo que le valió una ‘fraternal’ réplica desde la Conferencia Episcopal Tarraconense-, no parecía lo más sensato meter en semejante berenjenal a un monseñor español, por más que pudiese gozar de todas las simpatías del papa Francisco, como deslizaban algunos digitales españoles.

Matteo Zuppi
Matteo Zuppi Vatican Media

Pero no, por supuesto, no se trataba de Omella, por más que este estuviese comiendo en mayo con Aragonés en el Palau de la Generalitat, de donde sí salió el acuerdo para que se pidiera la audiencia con el Papa, lo que se hizo vía Nunciatura. El eclesiástico soñado por el independentismo como supervisor sería nada menos que Matteo Zuppi, el cardenal ‘desatanudos’ del papa Francisco, el hombre que persigue la paz entre Rusia y Ucrania a petición expresa de Bergoglio, el verificador que sacó de quicio al obispo Munilla cuando actuó de notario en aquella puesta en escena de la entrega de armas de ETA en Bayona.

Una foto y poco más

Pero Sánchez no picó en el anzuelo de internacionalizar la cuestión en unos momentos en donde sabe que el coste que paga por su investidura ya es muy elevado y menos con la Santa Sede de por medio. Entonces, ¿a qué va Aragonés este lunes a ver al Francisco? La foto con el mayor líder moral del planeta ya no es poca cosa y, como se ha visto con el despliegue informativo que se pretende dar, dejará que estas interpretaciones fluyan, aunque sabe que en el asunto de la política catalana Francisco no dará un paso sin contar con Omella (ni con Secretaría de Estado, que no podía imaginar lo que se estaría cocinando en España por estas fechas cuando marcó en la agenda pontificia este encuentro).

Así, y en el mismo lugar en el que, antes que él, fueron recibidos en la biblioteca privada del Palacio Apostólico en marzo pasado la presidenta de Madrid o el de Murcia, Pere Aragonés intercambiará con el Papa no sólo algunos regalos, sino también algunas impresiones, que, aparte de aludir a la situación de Cataluña de estos últimos años, y que Bergoglio sigue puntualmente, reiterará el deseo de que Roma reactive el nombramiento de obispos catalanes, no de pastores que simplemente hablen la lengua, pero que vengan de otras comunidades por muy limítrofes que sean. No es la primera vez que esta petición llega a los palacios apostólicos en los últimos tiempos. 

Omella y Vives, con Jaume Pujol, en una foto de archivo de una reunión de los obispos catalanes
Omella y Vives, con Jaume Pujol, en una foto de archivo de una reunión de los obispos catalanes Tarraconense

Es la vieja demanda del volem bisbes catalans y de que no se entienda que Girona, donde algún cura transportó en su maletero las urnas de aquel referéndum que lo precipitó todo, lleve año y medio sin obispo mientras otras diócesis de Cataluña se cubren en apenas medio año, retraso del que responsabilizan directamente a Omella.

Cuando la mitad de las nueve diócesis catalanas están a la espera de cambiar a sus obispos (entre ellos, Omella) o a pocos meses de que tengan que presentar la renuncia por edad, el independentismo institucional busca jugar sus bazas tratando de influir en los nombramientos de un futuro que está a la vuelta de la esquina y que, desde la perspectiva histórica, es otra forma de construir nación.

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