Inauguración de la Plenaria de otoño del Episcopado español Un safari en la Conferencia Episcopal

Sala de la Plenaria en Añastro
Sala de la Plenaria en Añastro

"¿Quién será el nuevo secretario general? Nadie reconoce conocer al auxiliar de Toledo, pero está en boca de todos. Y entre la hierba alta"

"Hay un halo de irrealidad en la escena. Los obispos desfilan ante la mirada de la prensa e invitados institucionales. La mayoría, fija la mirada al frente. Algún que otro enarca las cejas y esboza una mínima sonrisa a modo de saludo. Ya es mucho"

"En el aula de la plenaria, apenas unos instantes para saludar a tal o cual obispo, un saludo apresurado. Falta tiempo para el encuentro, para el saludo, para compartir o disentir, que con un poco de margen, también puede salir e incluso puede ser oportuno que salga la crítica que construye"

"A Omella se le entiende todo, aunque en ocasiones los más jugoso esté en lo que no lee, en las notas a pie de página, que no son referencias teológicas ni citas magisteriales, sino ejemplos concretos de lo que otros han hecho antes y ha funcionado. Por ejemplo, los Pactos de la Moncloa. Pero da la sensación de que tampoco en esta ocasión se van a leer sus destinatarios el menudillo de la letra"

Día grande en Añastro, la Casa de la Iglesia en Madrid. Los obispos se reúnen en su plenaria de otoño, aunque fuera el ambiente en más bien invernal. Van llegando los invitados y la prensa, generalmente madrugadora para rascar contenidos, que las ocasiones no abundan.

La rutina hace las tareas de la estabulación y los periodistas se posicionan en el vestíbulo a la derecha, según se entra en el edificio de cuatro plantas, en tanto que los representantes de las diversas realidades eclesiales, se arremolinan a la izquierda, un poco temerosos de la mezcla, da la sensación, esquivos a la tentación del saludo y la confraternización.

Un obispo en la Plenaria
Un obispo en la Plenaria

Hay una especie de línea invisible que a veces se presenta infranqueable, aunque en ocasiones salta la excepción y esta mañana rompe la regla la secretaria general de Cáritas Española, Natalia Peiro, que viene a saludar con cariño a la canalla.

Procesión de obispos

La mayoría de los obispos están en la capilla de la Sucesión Apostólica, esa que decoró con mimo Rupnik, la misma que Omella mostró orgulloso a Sánchez y Bolaños mientras estos vendían las inmatriculaciones como un triunfo sobre la principal inmobiliaria del país. El conserje chista en un in crescendo reclamando silencio a las dos orillas. Ha acabado la misa y salen los obispos en procesión. La encabezan algunos sacerdotes de la casa, luego los obispos, arzobispos y finalmente los cardenales. Cierra la procesión el cardenal Omella, como presidente de la conferencia. 

Hay un halo de irrealidad en la escena. Los obispos desfilan ante la mirada de la prensa e invitados institucionales. La mayoría, fija la mirada al frente. Algún que otro enarca las cejas y esboza una mínima sonrisa a modo de saludo. Ya es mucho. Es como en esos safaris en donde se lleva en tropel a los turistas para ver cómo desfilan ante sus ojos los animales en la sabana, a la caza de los cinco grandes, y con mucho tiento a la vez, porque de entre la hierba alta puede salir un animal incontrolado.

Obispos charlando
Obispos charlando

No hay maleza ni rastrojos sin embargo en el vestíbulo de Añastro, pero a veces surgen, sin que uno sepa muy bien de dónde han salido, ejemplares dignos de ser vistos. Tras dos años y medio de ausencia de esta especie de reserva natural, me llama la atención el vuelo de la sotana de uno de los trabajadores de las comisiones episcopales. O quizá no debería sorprender, habida cuenta de la reivindicación que de esa vestimenta hizo hace poco el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello. Siguiendo las evoluciones del vuelo de la tela la veo detenerse ante un auxiliar hierático mientras busca con la boca el anillo en la mano que no tarda en extenderse y uno pensaba que eso ya no se estilaba hasta que se cae en la cuenta de que, efectivamente, estamos en una reserva.

Pastores con perdón de Dios

También llegan algunos obispos rezagados que se han saltado la eucaristía, pero las excusas que ofrecen algunos son más que comprensibles: no acompañar un instante el Padre por haber ido a visitar a la madre tiene mucho perdón de Dios.

Omella, con Cañizares y Rouco
Omella, con Cañizares y Rouco

En el aula de la plenaria, apenas unos instantes para saludar a tal o cual obispo, un saludo apresurado. Falta tiempo para el encuentro, para el saludo, para compartir o disentir, que con un poco de margen, también puede salir e incluso puede ser oportuno que salga la crítica que construye.

Allí, la prensa se mezcla con los representantes de la CONFER, la Acción Católica en sus diversas realidades, Foro de Laicos… Comienza el discurso del presidente, con un poco de retraso, que da la sensación de que efectivamente Luis Argüello ya no ejerce, pero luego veremos que es una impresión fallida.

Un oído en Omella y los ojos en el móvil

Un joven juega con su móvil mientras el cardenal arzobispo de Barcelona lee el discurso, lo que no significa que no esté del todo atento, porque de vez en cuando comenta esto o aquello con su compañera, sobre todo cuando salen la Peregrinación Europea de Jóvenes a Compostela de esta pasado verano. “No nos dejemos abatir”, se escucha en un momento dado al cardenal.

Aula de la plenaria vacía
Aula de la plenaria vacía

A Omella se le entiende todo, aunque en ocasiones lo más jugoso esté en lo que no lee, en las notas a pie de página, que no son referencias teológicas ni citas magisteriales, sino ejemplos concretos de lo que otros han hecho antes y ha funcionado. Por ejemplo, los Pactos de la Moncloa. Pero da la sensación de que tampoco en esta ocasión se van a leer sus destinatarios el menudillo de la letra.

Pero aquí también tiene quien le escuche, su público, que no le jalea porque no se sabe lo que traerá la marea, pero comulga bisbiseando. “Con diferencia, el mejor discurso de los últimos años”, dice alguien mientras, en la otra fila, el joven aplaude con una mano sobre su pierna mientras continúa ocupando la otra en controlar el juego que ocupa la pantalla de su móvil.

El discurso más difícil del nuncio

Hora del nuncio. El discurso más difícil, porque a miles de kilómetros están velando a su padre centenario. Y también de los más largos, donde sale el tema de los abusos y la visita apostólica a los seminarios. Todo para bien. Y con esperanza. Bernardito Auza no se apura. A estas horas tenía que haber concluida la inauguración de la Plenaria y él sigue perorando. Pensará: para una vez que los tengo a todos reunidos para que me escuchen... Por fin termina. Argüello da una de sus pocas órdenes que le quedan como secretario general: “A la una menos cuarto reanudamos los trabajos”.

Desbandada episcopal y, como en el safari, los periodistas intentan desplegarse sorteando cuerpos, sillas y desniveles para hacerse con alguno sus “cinco grandes” preferidos, aunque solo sea para la foto. ¿Quién será el nuevo secretario general? Nadie reconoce conocer al auxiliar de Toledo, pero está en boca de todos. Y entre la hierba alta.

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