Desayuna conmigo (lunes, 26.10.20) Agrandando la familia

Multiplicando la acción humanitaria

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La mañana de hoy nos invita a tener muy presentes dos grandes logros humanos que, lejos de salir dañados del furibundo ataque del maldito virus que nos corroe, saldrán fortalecidos por ser ambos poderosas armas de destrucción masiva. El primer logro proviene de la fuerza y del valor de la familia agrandada, de la que se extiende algo más allá de las fronteras de padres e hijos. Lo digo porque hoy se celebra el “día mundial de la suegra”, la por lo general abnegada y sacrificada mujer, madura e incluso mayor, tantas veces vilipendiada como excusa fácil para verter en su secundario rol nuestros propios malestares y frustraciones, pero que, en realidad viene a agrandar y potenciar el sentir familiar. Nada cambia que su razón de tal le venga por parte del esposo o de la esposa.

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Si cada cual habla de la feria como le va en ella, hoy me siento obligado a confesar a los sacrificados seguidores de este blog que yo he sido muy afortunado con la mía, a pesar de una gran diferencia de cultura y de preocupaciones personales y profesionales. Que mi esposa fuera hija única me convirtió a mí también en yerno único. Seguramente por ello, procuré cuanto pude, más incluso que su propia hija, que mi suegra disfrutara de la crianza de sus nietos. Y, como los avatares de la vida me llevaron a convivir algunos meses con mis suegros, ella propició que en el seno de aquella familia grande se compartieran haberes y sentimientos.  Cuando ella nos dejó, por desgracia demasiado pronto, me sangró el corazón y parte del techo bajo el que me cobijaba se me vino abajo. Por ello, mi experiencia personal, en cuanto al fenómeno “suegra” se refiere, me exige que le construya un pedestal en mi corazón y que ahora, cuando ya nos acercamos al día de los difuntos, le encienda una vela. Me complace saber que eso es precisamente lo que estoy haciendo con este recuerdo.

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Pero, claro está, el tiempo pasa y, tras haberse derrumbado ya todo el techo de mi antigua morada, la vida ha venido a dotar mi vivienda de una hermosa terraza con la presencia de las dos “consuegras” que ahora tengo. Ello significa que mis dos hijos han ampliado considerablemente, con sus respectivos compromisos, mi propia familia, baluarte cuyo poderío se hace presente y se siente sobre todo cuando en el ámbito familiar hay especiales gozos o surgen difíciles problemas. Me refiero a fiestas expansivas del corazón y a apoyos que te obligan a sacar fuerza de flaqueza. ¡Qué importante es la familia, especialmente la familia grande, la que incluye y valora no solo a los padres y a los hijos, sino también a los abuelos, a los hermanos, a los tíos y a los sobrinos, más, a veces, a los brotes primaverales que son los suegros y hasta los consuegros!

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La celebración del día de la suegra se ha venido extendiendo durante los últimos decenios por distintas partes del mundo, sin que pueda fijársele una fecha concreta de inicio, como contrapeso de la imagen de “ogro” o “demonio” que se le ha asignado, debido a que no son pocos los casos en que se ha mitificado con bromas y chistes de gran calibre su presencia en el seno familiar, al considerarla como fuente inagotable de disputas y polémicas. De ahí que esta celebración trate de “mejorar su imagen y enaltecer la importancia de su rol en las relaciones familiares para mantener unido el núcleo familiar”. Como estoy convencido de que la mayor parte de las suegras no se entrometen entre marido y mujer, ni malmeten en sus naturales disputas, y de que desempeñan con abnegación sus hermosos papeles de colaboradoras del hogar y de abuelas, la mala prensa que tienen me parece que es solo anecdótica.

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Ni que decir tiene que, en un día como este, a todos los seguidores de este blog les deseo que, de tener suegra, mejoren sus relaciones con ella. Si esas relaciones ya son buenas, que mejoren, y, si no, que comiencen a serlo. Seguro que conseguirlo requerirá no pocos esfuerzos y renuncias, pero les aseguro que el premio es fabuloso. Desde luego, la suegra no es ni un ogro ni el demonio ni una mujer contrariada a la que se le ha robado un hijo o una hija, ni seguramente tampoco una santa, sino un ser humano del que, según el modo en que lo incorporemos a nuestro propio grupo familiar, extraeremos bilis o néctares. Evitaríamos muchos conflictos y tiranteces si, al casarnos, fuéramos conscientes de que el “sí quiero” no solo abre la puerta de nuestra morada al esposo o a la esposa que tenemos delante, sino también al tropel de familia que nuestro consorte lleva adherido a su alma. Una buena relación entre suegra y nuera o suegra y yerno es garantía de aguas tranquilas durante largos años de travesía.

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El otro gran logro humano, segundo polo de nuestra reflexión de hoy, apunta directamente a la acción humanitaria, a la iniciativa social que trata de llegar donde ni los brazos ni los tentáculos de los gobiernos llegan lamentablemente. El día nos pone encima de la mesa de desayuno la iniciativa de un banquero, Henry Dunant, surgida de la espantosa contemplación de más de cuarenta mil cadáveres en un campo de batalla, la de Solferino, el anochecer del 24 de junio de 1859. Dunant sintió ante tan macabro espectáculo que algo tenía que hacer para tratar de poner remedio a tanta barbarie. Sus inquietudes no tardaron en dar fruto, pues, en un día como este de 1863, a iniciativa suya y tras varios pasos intermedios, se creó un impresionante movimiento humanitario con el emblema de una Cruz Roja para el mundo cristiano y una Media Luna Roja para el musulmán, unidos ambos en la tarea de aportar cordura y remedio a los desaguisados cometidos por los seres humanos. Se trata de un movimiento universal cuyos principios fundamentales propugnan la prevención de enfermedades, el respeto a la diversidad y a la dignidad humana, la intervención en casos de desastre y la mejora de los servicios de salud pública.

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Tan solo hace cuatro días, rondando la hora en que ahora comienza el “toque de queda” que se nos ha impuesto, estuve en un bar tomando un café con unos voluntarios de Cruz Roja. La conversación versó, lógicamente, sobre lo que habían estado haciendo ese día, pues se los veía tan cansados como satisfechos. En efecto, llevaban casi doce horas distribuyendo y repartiendo alimentos entre unos cientos de familias. Me contaron que las toneladas de alimentos que habían repartido les habían llegado de Europa a través del Banco de Alimentos. Hablamos también de la razón de ser de su “trabajo voluntario” y ponderamos la extraordinaria “remuneración” que ese tipo de trabajo produce. En un mundo tan egoísta como el nuestro, hay un voluntariado creciente entre los jóvenes que se está extendiendo también, afortunadamente,  a los mayores, con lo que ello conlleva de entretenimiento y de autosatisfacción.

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Dejemos constancia, en este día de tan grata celebración, de los dos grandes logros que para la humanidad supone la Cruz-Luna Roja. El primero es que, excepción hecha de la división de un símbolo construido sobre insignias religiosas, la cruz y la media luna, ante su presencia se han derribado todas las fronteras humanas. El segundo es que no hay barrera que esa organización no derribe a la hora de prestar un servicio humanitario donde una catástrofe, de cualquier tipo que sea, se haya cebado con seres humanos. Cierto que los Estados tendrían que salir al paso de todas esas catástrofes, pero, lamentablemente, la experiencia nos está demostrando que los Estados se ocupan poco más que de mantener en palmitas a su propio personal.

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La situación de pandemia que padecemos, cuyo universal drama debería movernos a derribar de un plumazo todos los muros que todavía separan a los seres humanos, parece insuficiente para derribar los que preservan los privilegios de los distintos grupos y tendencias políticos. ¡Qué escándalo! ¡Cuánto ganaríamos si fueran, por ejemplo, los creadores y dirigentes de las Cruz-Luna Roja los que rigieran los destinos de este mundo! En este contexto, ¡cuánto debería aprender todavía nuestra Iglesia católica, tan acostumbrada como está a mirarse el propio ombligo y tan pendiente de sus propias cuitas, de si conviene más mirar a la izquierda que a la derecha o viceversa, de si se favorece más a unos que a otros! Lo digo aun a sabiendas de la importantísima labor que realiza Cáritas, encomiable labor en la que muchas veces se refugia la Iglesia institucional para que no la apedreen. La verdad es que estamos necesitando que aparezca de nuevo Jesús con el látigo en la mano, a ver si nos hace despertar de tantas ensoñaciones y deponer tantos egoísmos para que seamos capaces de recorrer el calvario que conduce a la resurrección.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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