Desayuna conmigo 28 Andalucía, paz y pesetas

De celebraciones y recuerdos

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Aunque le título sugiera un eslogan publicitario para unas elecciones autonómicas, lo cierto es que solo acumula ingredientes para nuestro desayuno de hoy por razón de la fecha en que estamos. Sin renunciar a ninguna de sus propias virtualidades, la ilación del día les da mayor fuerza nutritiva y mejor sabor.

Arte y salero andaluz

Siguiendo el orden del enunciado, hoy se celebra el día de Andalucía debido a que el 28 de febrero de 1980 fue aprobada su autonomía en un referéndum. Entre la infinidad de ideas y sentimientos que tal celebración provoca, destaquemos siquiera que a Andalucía la tenemos ahí como el baluarte que es en sí misma o como cimiento de España por su posición en el fondo de nuestro mapa. Ser una fortaleza bien construida no es poca cosa. Además, mal que le pese a quienes son incapaces de esbozar una sonrisa a lo largo de todo el año, Andalucía, a pesar de no contar con la riqueza con que cuentan otras regiones, es la alegría de España: su folclore, su forma de ser, su deje lingüístico y su magnificación de las cosas no hacen más que darle sabor a la vida española. Lo sé por experiencia personal, pues tengo parientes en Andalucía, he pasado en ella algún tiempo de vacaciones y he tenido la fortuna de ocuparme socialmente de no pocos andaluces que trabajaban en París en los años 67-69 del siglo pasado.  

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Hoy se decoran los balcones de muchas ciudades y pueblos andaluces, se celebran concursos de patios, se canta el himno de Andalucía y se come pan con aceite de oliva y sal o azúcar. A los comensales de este desayuno los invito a unirse con gozo al pueblo andaluz en la celebración de su día, celebración que, más allá de lo lúdico y lo folclórico, debe ensalzar sus sobresalientes cualidades de alegría y laboriosidad. “Olivareros altivos”, pero seres humanos sencillos y solidarios. ¡Viva Andalucía!

Olof Palme

Por otro lado, también hoy hace 36 años era asesinado Olof Palme, el primer ministro sueco, tan comprometido con los derechos humanos y con el pacifismo en un tiempo en que la carrera armamentista de las grandes potencias cifraba su poderío, no en servir a sus pueblos, sino en cohesionarlos a base de presentarles un enemigo que, de atacar, saldría el peor parado. La ramplonería que expresa muy bien el dicho popular de “no me importa quedarme tuerto si tú te quedas ciego”.

Tumba de Olof Palme

El armamentismo es una de las peores atrocidades cometidas por los seres humanos, no ya por lo que se hayan usado las armas de destrucción masiva (que sí que se han usado como tales en algunos momentos y mucho más en pruebas que siempre dejan secuelas), sino por la cantidad de talento y de medios económicos consumidos en su fabricación, tan necesarios para otras cosas. No cabe argumentar que, gracias a la tensión bélica, la ciencia y la tecnología han avanzado mucho, pues no hay medio de saber qué avances se habrían conseguido de haber utilizado todos esos recursos para la investigación agrícola y sanitaria y para facilitar una logística del trasporte de mercaderías capaz de evitar que en unos lugares del planeta se destruyan muchos alimentos y en otros, millones de seres humanos mueran de hambre. ¡Honor a un hombre, víctima de su ejemplar compromiso con la sociedad mundial!

Cinco mil pesetas

Finalmente, a estas alturas, ya es solo una anécdota que la peseta dejara de ser legal un día como hoy de 2002. Gran salto fue, sin duda, el de la peseta al euro, pero muy alambicado por las deficiencias de la necesaria asimilación mental de un cambio tan complejo como que el euro valga 166.386 pesetas o, lo que es lo mismo, que una peseta valga 0.006 euros. Todavía al día de hoy hay muchas personas que se pierden sobre cuál es el valor real de una cosa si solo está cifrado en euros. Todavía ayer mismo le oí preguntar a una señora mayor, en un bar, cuántos euros eran quinientas mil pesetas.

Cincuenta euros

Desde el primer día del euro me vi precisado a hacer un esfuerzo considerable para aclarar la situación a muchos de los clientes de nuestra perfumería-droguería que decían hallarse confusos o perdidos con la nueva moneda. Recuerdo que, para situar a quien me decía que en lo sucesivo no sabría si una cosa era cara o barata, le ponía un ejemplo sencillo y claro: si te parece que el precio de 2000 ptas. el kilo es un buen precio para los filetes, sabiendo que dos mil pesetas son 12 euros, a partir de ahora cuando la carne te cueste a 12 euros el kilo sabrás que está bien; si la encuentras a 11, será barata, y, si te la venden a 13, será cara. Ya tienes ahí un patrón de referencia para la carne. Lo mismo cabe decir sobre la compra de un piso: si cincuenta millones de pesetas es un buen precio para un piso de cien metros cuadrados (entonces lo era), sabiendo que cincuenta millones de pesetas son trescientos mil euros, si encuentras un piso de esas características por 275 mil euros, será barato, pero si te piden por él 325 mil, será caro.

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Lo funesto del cambio no fueron los cálculos globales ni hacerse con un patrón de compra para saber en qué terrenos nos movemos, sino que la mayoría de los consumidores se ofuscó con el famoso redondeo, que, teniendo solo el ámbito de reajuste de céntimos, los llevó a la equiparación de cuantías tan distantes como cien pesetas y un euro. cinco mil pesetas y cincuenta euros. Por desgracia, una inflación camuflada galopante terminó por hacer esa equivalencia pronto, pues el café que en una cafetería costaba cien pesetas no tardó en costar un euro y en la cesta de la compra no había más productos al pagar en el supermercado con un billete de cincuenta euros que antes cuando se gastaban cinco mil pesetas

Un euro

¡Bendita peseta, tan polivalente en nuestras vidas, tan rica en nuestra literatura y tan incisiva a la hora de retratar las avaricias que trasluce el “pesetismo” de “la pela es la pela”! Celebremos hoy con los andaluces su día sirviéndonos de su alegría, del pacifismo de Palme y de la entrañable peseta que a tantos les hizo sentirse millonarios.

Correo electrónico: ramonhernadezmartin@gmail.com

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