Dos temas principales atraen nuestra atención esta mañana. Ambos tienen que ver con el papa Juan Pablo II. El primero es su fallecimiento un día como hoy de 2005, lo que supuso un gran alivio para muchos seres humanos, católicos o no, debido al extremo deterioro físico con que cumplió todas sus responsabilidades pontificales hasta expeler su último aliento. Pronto la angustia general por compasión se tornó, tras su muerte, en el grito casi universal de “santo súbito”, como reclamo en la Iglesia de una canonización por aclamación popular. No se consiguió, pero importó poco, porque, batiendo un récord más de su carrera, fue beatificado en 2011 y canonizado en 2014.

Lo de los récords refleja su excepcional dinamismo: durante su prolongado mandato de casi 27 años (1978-2005) fue el pontífice más viajero y el que proclamó más santos (483) y beatos (1340),  cifras que equivalen a todos los canonizados y beatificados durante los cuatrocientos años anteriores. Desechó la silla gestatoria para mostrarse en público y se dio baños de multitudes en las calles, con especial atención a niños y jóvenes. Por sus viajes, en los medios de comunicación se hablaba de él como “el atleta de Dios” o “el caminante del evangelio” o “el papa peregrino”. Imposible, por lo demás, intentar aquí acercarse siquiera a su pensamiento, muy conservador y de una especial oposición al comunismo, pues su acción decidida fue determinante en el derribo del muro de Berlín y en el rechazo de la “teología de la liberación”, aureolado con el episodio viral de su reprimenda pública a Ernesto Cardenal.

La segunda noticia de este día tiene también que ver con él, pues nos recuerda que un día como hoy de 1986 Juan Pablo II rehabilitó en cierto modo la teología de la liberación, a la que tanto se había opuesto, al matizar en su favor los duros contenidos de un escrito del cardenal Ratzinger, teología que ha sido plenamente restablecida por el papa actual. Como los lectores saben, se trata de una corriente del pensamiento católico y protestante que surge en América Latina tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968, que se caracteriza por considerar que el evangelio exige la opción preferencial por los pobres, opción que debe plasmarse a la luz de las ciencias humanas y sociales.

Refiero algunas de sus ideas principales: “ Opción preferencial por los pobres; la salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre;  la espiritualidad de la liberación exige hombres nuevos y mujeres nuevas en el Hombre Nuevo Jesús; la liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana y de la necesidad de eliminar la explotación, la falta de oportunidades e injusticias de este mundo; la situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios y es consecuencia de un pecado social; no solamente hay pecadores, sino que hay víctimas del pecado que necesitan justicia y restauración y el método del estudio teológico es la reflexión a partir de la práctica de la fe viva, comunicada, confesada y celebrada dentro de una práctica de liberación”.

Gustavo Gutiérrez se refiere al tema en los siguientes términos: “Como se ha observado con insistencia en los últimos años, el prójimo no es sólo el hombre tomado individualmente. Es, más bien, el hombre considerado en la urdimbre de las relaciones sociales. Es el hombre ubicado en sus coordenadas económicas, sociales, culturales, raciales. Es, igualmente, la clase social explotada, el pueblo dominado, la raza marginada. Las masas son también nuestro prójimo”.

En mi opinión, no hay varios tipos de teología, sino solo una porque es “tratado sobre Dios” y Dios no hay más que uno. El acercamiento que la teología de la liberación hace a los hombres de nuestro tiempo, destinatarios también ellos lógicamente del evangelio, sirviéndose como herramienta de las ciencias humanas y sociales, no es, en última instancia, más que una reclamación urgente y vigorosa de la justicia social. La “opción preferencial por los pobres”, opción que por ser preferencial no es exclusivista, puede prestarse a equívocos si por “pobres” entendemos solo los que lo son en el ámbito económico. Subrayo su acierto de referirse a los “pobres” y no a la “pobreza”, pues el cristianismo es, de suyo,  una vida rica que trata de enriquecer a todos los seres humanos en todas las dimensiones de la vida humana.

Pobres, lo que se dice realmente pobres, lo somos todos los seres humanos, al menos en alguna de las vertientes de nuestra propia vida: hay muchísimos pobres, qué duda cabe, que lo son porque no tienen medios económicos suficientes para acceder a lo más básico de la vida: al hogar, a la comida y al vestido. Pero también hay muchos pobres de salud, de conocimiento, de percepción de la belleza, de bondad, de vida social, de hastío de la vida, de religión. Las Bienaventuranzas y las Obras de Misericordia, el programa incuestionable de todo cristianismo que se precie, nos ponen delante la pobreza inmensa de los seres humanos como un programa que estamos obligados a cumplir por nuestra condición de hombres y, más, por la de cristianos. Se trata de un único cometido de humanización, por más que muchos expertos cristianos insistan en la necesidad de distinguir el plano sobrenatural del natural.

Tras el interés y la hondura de los temas con que se ha presentado la fecha de hoy en nuestro desayuno, la mañana nos ofrece otros panoramas que requieren que, al menos, nos asomemos a ellos. Hoy, por ejemplo, es una fecha importante para los argentinos, pues conmemoran el día del veterano y de los caídos en su guerra de las Malvinas. En este día de 1982, las fuerzas armadas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas. Fue un episodio histórico de exaltación y de humillación, con muchas víctimas de por medio. Invito  a los lectores de este blog a unirse a los muchos argentinos que siguen esta página, tanto en su euforia primera como en su postración posterior.

 La mañana nos plantea, además, la necesidad de un gesto de solidaridad con las familias en cuyo seno algún miembro padece el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA), pues hoy se celebra también el día mundial del autismo, “un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la comunicación e interacción social y la flexibilidad del pensamiento y de la conducta”. Se trata de una celebración que subraya la necesidad de ayudar a mejorar la vida de los niños y de los adultosque sufren este trastorno para que puedan llevar una vida plena y satisfactoria.

Nutritivo desayuno el de hoy, que nos provee del músculo necesario para cumplir la “atlética” misión de evangelizar a los hombres de nuestro tiempo. Con ellos debemos compartir el pan de nuestros propios haberes y nuestro tiempo para combatir su pobreza endémica, la que le causan los enormes contravalores que copan su vida en todos los ámbitos. La situación creada por el coronavirus está dibujando un escenario muy propicio para que la Iglesia clerical se olvide de tantos tiquismiquis litúrgicos y reglamentarios y desempeñe, con tesón y brío, el cometido de evangelización a que está llamada siempre: la de convencer a todos los seres humanos de que cuanto acontece tiene sentido y de que, mientras dura nuestro esforzado peregrinaje, nos acompaña la alegría que derrama a raudales el Espíritu. Porque siempre habrá “pobres” entre nosotros, siembre habrá una hermosa tarea que llevar a efecto.

Correo electrónico: ramonhernadezmartin@gmail.com