Dejando para el final lo más sabroso, hoy comenzaremos por el “pasito a paso” a que apunta el subtítulo, es decir, por las preocupaciones y ocupaciones que nos presenta este día. Claro que, de mirar al exterior (del cristianismo, se entiende, en el supuesto de que haya algo que sea “exterior” al cristianismo), hoy nos veríamos obligados a hablar de virus y pobrezas, y de hacerlo al interior (en el mismo supuesto), lo haríamos de cardenalatos y homosexualidades. Pero no, el día de hoy atrae nuestra atención sobre otros frentes abiertos, cada uno con una importancia que no es pequeña. Y es que la vida sigue a pesar de que el coronavirus nos empobrezca sobremanera, además de noquearnos, y también a pesar de lo que diga y haga un papa tan carismático como Francisco.

La primera preocupación nos lleva a echarle una mirada a la “terapia ocupacional”, cuyo “día internacional” se celebra hoy con el propósito de atraer la atención de los terapeutas y de la sociedad en general sobre el impacto que esta profesión tiene en el ámbito de la sanidad y de la salud. Las terapias ocupacionales promueven “juegos, música, bailes, hábitos y normas que, además de entretener, proporcionan técnicas, métodos y actividades destinadas a mejorar la vida de personas que han sufrido algún daño cerebral o que tienen alguna dificultad para hacer cualquier actividad cotidiana”.

La Federación Mundial de Terapia Ocupacional se creó en 1951. En 1959 pasó a formar parte de la OMS y hoy es un ONG de la ONU. En 2010 eligió el 27 de octubre como la fecha propicia para visibilizar y promocionar una profesión tan importante para la sociedad, cuya misión consiste en mejorar la vida de bebés, niños, adultos y personas mayores, que tienen alguna discapacidad, física o mental, causada por enfermedades o por accidentes.

Por otro lado, la mañana atrae nuestra atención sobre algo de suma importancia para la marcha futura de la humanidad, pues hoy se celebra también el “día mundial del patrimonio audiovisual”. Las películas, el cine, los programas de radio y televisión, las grabaciones de audio y video y, en general, todos los archivos de Internet son documentos que no solo guardan información importante para la memoria histórica de los pueblos y del mundo, sino también forman parte de nuestra cultura y de nuestra misma identidad. Aunque no lo percibamos en el día a día, los cambios producidos en los últimos decenios han sido tan radicales que hoy nos sería imposible vivir como lo hicieron nuestros padres y abuelos.

Fue la UNESCO la que propuso la celebración de este día en 2005 como conmemoración de la fecha en que, en 1980, se había aprobado la recomendación sobre “la salvaguardia y la conservación de las imágenes en movimiento”. A estas alturas, es inmenso ya el patrimonio que acumula la humanidad tanto en el ámbito individual como en el social, un patrimonio que, lamentablemente, muchas veces se destruye con demasiada facilidad, incluso tratándose de documentos de gran importancia para toda la humanidad.

Y, por si lo apuntado ya sobre terapias y patrimonios nos pareciera poco, la mañana nos pone encima de la mesa las encomiables técnicas y profesiones que se ocupan de que sean correctos y lo más perfectos posible los textos con que los humanos intercambiamos algún tipo de información. Lo hace recordándonos que hoy se celebra el “día internacional del corrector de textos”, sean los apoyos técnicos que nuestro mismo ordenador nos ofrece para mejorar gramatical y ortográficamente lo que escribimos, aunque a veces se nos vayan por los cerros de Úbeda, sean las correcciones que hacen los “jefes de redacción” de tantos medios antes de imprimir cartas, artículos periodísticos, cuentos, novelas y otros documentos.

Para esta celebración se eligió la fecha del nacimiento de Erasmo de Rotterdam (28 de octubre de 1466), a quien ya nos hemos referido en este blog, un filósofo, teólogo y humanista holandés que dedicó parte de su vida a la traducción y corrección de textos en latín. La principal labor de estos profesionales es corregir los errores ortográficos y gramaticales que puedan existir en un texto a fin de ofrecer a los usuarios la confianza de que no se enfrentan a erratas y de que se ponen en sus manos textos de calidad. Sin duda, los “correctores técnicos o mecánicos” nos ayudan, cuando menos, a mejorar algo lo escrito, mientras que los “profesionales” son realmente un lujo a la hora de pulir y mejorar un texto determinado. De alguna manera, podría decirse que incluso los “académicos de la lengua”, de tan reconocido prestigio literario, ejercen la profesión de “correctores de textos” al tratar de darle esplendor a la lengua. Un texto mal redactado y con faltas de ortografía no solo tira por tierra una lengua, sino que desanima incluso a los más intrépidos y sufridos lectores.

Tras nuestro ya largo recorrido matinal, el título de hoy nos lleva de la hoguera a la oración, situándonos en el ámbito religioso al recordarnos, por un lado, que, un día como hoy de 1553, el teólogo y científico español Miguel Servet sufrió su segunda quema en la hoguera por orden de Calvino, y, por otro, que también, un día como hoy de 1986, el papa JPII convocó una oración mundial por la paz en Asís. Del primero se ha dicho que “fue uno de los primeros pensadores cristianos de los tiempos modernos que abogó por el derecho de cada individuo a seguir su propia conciencia y expresar sus propias convicciones y el primero en expresar la idea de que era un crimen perseguir y matar por las ideas”. Al no poder localizarlo cuando fue condenado a la hoguera por primera vez, lo quemaron “en efigie”, justo como cuando hoy se queman fotografías en la vida pública tras sumarísimos juicios populistas. Digamos sencillamente que, de hecho, Servet, cuya teología condujo a avances científicos muy importantes en lo relativo al fluir de la sangre por las venas, fue un mártir no solo de la religión, sino también de la humanidad entera.

De lo segundo, la oración mundial por la paz en Asís, a la que acudieron una docena de líderes de otras tantas religiones, celebración que tuvo que superar una serie de tiquismiquis protocolarios previos, cabe resaltar no solo el objeto de la oración, la paz mundial, sino su fuerza de cohesión, capaz de pulverizar cuantas menudencias, incluso las dogmáticas, encadenan a los hombres a exclusivismos intolerantes. Tengo por muy cierto y seguro que la unidad de los cristianos ha de ser fruto del hecho de que todos los cristianos oren juntos, en serio, sin cortapisas y de forma habitual, y de que la unidad básica del mundo, imprescindible para que pueda haber paz entre los hombres, ha de ser igualmente el fruto de que todos juntos eleven al cielo una misma oración. Al no tener en nuestras manos nuestro propio destino, lo correcto y sabio es implorar ayuda a quien sí lo tiene en las suyas. El “espíritu de Asís”, que entonces nació, llevó a gritar a esos mismos líderes, reunidos quince años después en medio de la amargura del atentado de las torres gemelas, que “no puede utilizase el nombre de Dios para matar”. Apostillemos que tampoco puede hacerse en nombre de ninguna idea ni de ningún interés, pues Dios es vida y toda idea e interés han de ser para la vida.

El día en que los cristianos sepamos que tenemos entre manos nada menos que una “religión de la vida”, no solo comenzaremos a romper las cadenas con que, bajo el pretexto de cumplir una misión divina, la hemos atenazado, mutilado y arrebatado, sino también incendiaremos el mundo con la certeza de que, siendo todos hijos de Dios, para ninguno de nosotros hay ni más camino ni más meta que el Dios vivo de nuestra fe. Cuanto se nos ha dicho en el desayuno de hoy nos empuja claramente a ello: que mejoremos nuestras habilidades, que mejoremos nuestro patrimonio, que mejoremos nuestra lengua, que abramos nuestros corazones y nos demos las manos para orar juntos y, finalmente, que proclamemos la “santidad” de cuantos murieron por entregarse generosamente a la mejora de nuestra propia vida.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com