Desayuna conmigo (sábado, 25.4.20) Cebarse en los niños

La terrible plaga de su maltrato

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Esta mañana nos encontramos servido en nuestra mesa de desayuno otra vez el tema "niños", aunque desgraciadamente no sea ni para aplaudirlos ni para ilusionarlos, como en las ocasiones anteriores, sino para urgir y agrandar el deber de protección que todos tenemos para con ellos. Además de su derecho sustancial a la protección y al amor, ahí nos jugamos en gran parte el cariz del tipo de sociedad que se impondrá mañana. Todo esto viene a cuento de que hoy se celebra el día internacional contra el maltrato infantil.

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Es un tema que me conmueve y remueve profundamente. Cuando en 1978 abrimos una guardería infantil en Mieres, recuerdo que hicimos bandera de los derechos humanos de los niños, derechos que difundimos cuanto pudimos a través de los medios de comunicación y del contacto directo con muchas familias mierenses. No llevábamos mucho tiempo con ella abierta cuando un día nos vimos precisados a poner en conocimiento de las autoridades sociales la situación de un niño lleno de magulladuras. El pobrecito no se quejaba y aguantaba como podía el dolor hasta que, en un momento determinado, al intentar cogerlo una puericultora del brazo, no pudo menos de emitir un quejido ahogado.

Supimos que la última paliza se la había dado su padre, un borrachete de tres al cuarto, que lo había enviado al bar a por una botella de vino. El gran crimen de aquel angelito, de poco más de cuatro años, había sido que le llevó al padre una botella de vino blanco en vez de tinto. ¡Qué asco y qué dolor! Las autoridades sociales no tardaron mucho en poner a buen recaudo a tan tierna víctima del desafuero humano.

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El día internacional contra el maltrato infantil se crea para fomentar los derechos de los niños en todo el mundo y para concienciar a la sociedad sobre las consecuencias que dejan en ellos los maltratos. No podemos adentrarnos aquí en la complejidad de un tema sobre el que se han escrito muchos libros, pero sí señalar que esos maltratos, sean físicos (golpes, palizas, pellizcos, fracturas), o psicológicos (desprecios, humillaciones), o negligencias en el cumplimiento de los deberes para con ellos, o abusos sexuales para placeres asquerosos, o explotaciones laborales para extraer beneficios de sus espaldas, dejarán en ellos secuelas imborrables. ¡Cuánto duele el llanto de los niños maltratados! Me refiero al llanto hondo, ahogado, casi sin lágrimas de niños que interiorizan una frustración abismal al crecer sin protección ni amor, de niños cuyos ojos se han quedado definitivamente sin brillo y cuyos labios jamás esbozan una sonrisa. Sin duda, también nos duele el llanto de la infantil perreta egoísta que llama a nuestra sensibilidad para conseguir un capricho, pero, frente a él, debemos tener la fortaleza del buen pedagogo que no cede a los chantajes a que con frecuencia los niños, listos como ardillas, someten a sus padres y familiares

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Volviendo a lo que hoy nos importa, hemos de dejar claro que quien maltrata a un niño, sea pariente o no, abusa de su debilidad y lo reduce a la condición de instrumento para su propio desahogo o lo explota para su propio placer e interés. Desde luego, quien así se comporta se sitúa al margen de lo humano y hasta renuncia al instinto animal que hay en nosotros, porque los animales, nuestros congéneres, jamás se comportan cruelmente con sus crías.

Si algo hay grande en la vida es la capacidad que un ser vivo tiene para dar la vida a otro y ayudarlo a vivir. Los niños son lo más hermoso que hay en las familias y el logro mayor de su quehacer humano, tanto como para que muchos matrimonios o parejas los adopten cuando no los pueden engendrar. Irse de este mundo habiendo roto la cadena de la vida es algo sumamente frustrante y doloroso para muchos hombres y mujeres.

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De ahí que lo natural sea la protección y el apoyo en todos los frentes de la vida de los niños: que estén bien vestidos y alimentados; que jueguen y tengan una infancia feliz; que crezcan sin traumas y estudien como es debido para labrarse un buen futuro. Los fallos en esos campos denotan que la familia se ha desestructurado, desintegrado, envilecido. De hecho, basta mirar la cara de los hijos para saber cómo les va a sus padres, pues ellos son espejos de cuanto acontece en sus casas, de si hay amor entre sus progenitores, de si son niños protegidos y mimados o maltratados.

Uno de los mayores problemas que tiene la sociedad en que vivimos, aunque no le prestemos la atención debida, es la enormidad del maltrato infantil y el abuso que los adultos cometen con millones de niños a los que no solo se les roba algo tan sagrado como su infancia, sino que se los traumatiza para el resto de sus días, dificultando de raíz que puedan recuperar la autoestima necesaria para llevar una vida normal. No hay duda de que muchos de los monstruos que maltratan a los niños son, a su vez, producto del maltrato que recibieron durante su propia infancia.

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Frente a ese terrible mundo del sufrimiento infantil, que nace y se recrudece en el seno familiar, mi conciencia de cristiano se echa a temblar porque nuestra fe se asienta sobre el convencimiento y el sentimiento firmes de que Dios es nuestro “padre”. Mi temblor proviene de lo que muchos de los niños maltratados puedan pensar y sentir, por ejemplo, al rezar el padrenuestro. En sus circunstancias, puede que llamar a Dios “padre” les produzca escalofríos y les entren ganas de salir corriendo. A veces el lenguaje precioso de nuestra fe no es neutro para oyentes traumatizados por la vida. A un maltratado le costará mucho entender que Dios sea amor y misericordia y que la fe nunca debe maltratar al creyente. Quizá sea esa la precaución máxima que deba tener el predicador que juega en su discurso con la potencialidad catequística del Infierno, ese terrible instrumento de tortura del que tanto han abusado quienes querían conducir por atajos a sus adeptos hacia sus propias metas. Desde luego, es una infamia hablar del Infierno a niños que hayan sido maltratados, pues, mientras sus padres los recluyeron cruelmente en el infierno, sus educadores se niegan a sacarlos de él. ¡Cielo santo, qué cruel es a veces un cristianismo con fijación patológica en el Infierno cuando solo es y debe ser puerta de entrada al reino del equilibrio mental y de la felicidad!

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El día de hoy nos trae a los españoles la memoria de un “maltrato”, sufrido todavía no hace mucho, que nos hundió en un severo pesimismo nacional al apagar del todo el brillo de nuestro antiguo Imperio. Me refiero a que un día como hoy de 1898, los EE.UU. declararon la guerra a España de forma muy torticera, tras el hundimiento provocado del USS Maine en La Habana, lo que vino a “confinarnos” a los españoles para siempre dentro de nuestras propias fronteras. Se trata de la enorme carga psicológica que nos dejó anclado en nuestra mente colectiva el pesimismo amargo que refleja toda la famosa generación del 98, una fuerte sensación que nos creó un cierto complejo de inferioridad,  hasta el punto de considerar que cualquier producto, por ser extranjero, era más de fiar y mejor que lo producido en España: agricultura, industria, pensamiento, literatura, cine, etc. A los españoles nos está costando mucho recuperar la autoestima que merece ser una de las más grandes naciones del mundo no solo por el ingenio y la laboriosidad de los españoles, sino y sobre todo por nuestra forma de entender y vivir la vida, tan admirada, apetecida e imitada por otros.

DESAYUNO CON AMOR - CORIN TELLADO

Pero a muchos españoles, incluidos todos los asturianos, el día de hoy nos levanta los ánimos, porque el 25 de abril de 1852 nacía Leopoldo Alas “Clarín” y en el de 1927 lo hacía Corín Tellado. Cada uno en su genio y condición, ambos han dejado profunda huella en la literatura española. Clarín, nacido en Zamora, fue escritor, jurista y catedrático. “La Regenta” es considerada su obra cumbre y también de la literatura española del s. XIX, además de figurar para algunos como la segunda obra más importante, tras el Quijote, de toda la literatura española. Corín Tellado alcanzó altas cotas de popularidad con una literatura romántica, de fácil lectura, que encandiló a multitudes de lectores. Baste recordar que fue una escritora muy prolífica, muchas de cuyas cinco mil novelas fueron traducidas a 27 idiomas. La foto que reproducimos al lado es intencionada para adornar lo que realmente son todos los desayunos que, mañana tras mañana, compartimos aquí con nuestros lectores.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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