Desayuna conmigo (jueves, 16.1.20) Cita a las 22 horas

“Gracias”

El mundo entero

Se acerca un tiempo fuerte en el calendario cristiano de oración intensa al que no solo nos asomaremos, sino también trataremos de vivir de alguna manera. Ello me recuerda una iniciativa curiosa sobre la oración. Se trata de una propuesta que lancé hace años en RD, a la que se adhirieron algunos de los que entonces tuvieron la oportunidad de conocerla. Aunque a muchos pueda parecerles ñoña y fofa, realmente ilusiona y nutre la vida de quienes siguen practicándola. La recuerdo someramente para los seguidores de este blog a los que pudiera interesar. Subrayo de antemano que, aunque se trate de una oración rápida y simple, la invitación vale no solo para los cristianos “practicantes” y fervorosos, sino también para los amorfos y desarraigados, e incluso para los miembros de otras religiones y hasta para los más vindicativos agnósticos y ateos.

Día de acción de gracias

Se trata simplemente de reunirse mentalmente, de forma virtual, a las 22 horas de cada día (hora española), de elevar la vista metafóricamente al cielo o mirar para los propios adentros y de decir simplemente “gracias”.

Lleva un segundo hacerlo. Reconforta saber que en ese preciso momento otros nos acompañan en un bello gesto de bien nacidos agradecidos. Aunque la jornada haya sido dura y problemática, el cielo y la vida nos colman de bondades y nos ofrecen muchas posibilidades. Creamos o no en un Padre trascendente, generoso y bondadoso, o en una vida colectiva a preservar o simplemente en un azar que, por fuerza, ha de tener algún sentido y destino cuando de él han brotado la inteligencia y el corazón humanos, el hecho de agradecer no solo seguir vivos, sino también cuanto tenemos y cuanto recibimos de los demás nos ayuda a respirar hondo, disipa cualquier niebla de nuestra vista y nos abre un panorama vital de alegría y optimismo.

Invito, pues, a los lectores de este blog a secundar una propuesta que bien podría ser un invento maravilloso, como quien con un dedo enciende la luz en una estancia oscura, para cambiar comportamientos, tan oscos y esquivos por lo general.  Nada se arriesga ni se pierde por intentarlo y ver qué pasa.

Globo terráqueo

Además, invito a quienes se atrevan a ir un poco más lejos en la misma dirección a unirse a mí durante unos segundos extra para contemplar el globo terráqueo como un altar y colocar en él los aproximadamente siete mil quinientos millones de habitantes de la Tierra, representados por otros tantos granos de trigo y uva conformando un hermoso pan y llenando de vino un precioso cáliz. Pan y vino, grata ofrenda del amor, la ternura, la solidaridad y el trabajo desplegados por los representados a lo largo del día.

Tras ello, recito mentalmente: “tomad y comed todos este pan de vida y bebed este cáliz de salvación. Son mi cuerpo y mi sangre compartidos, dice Jesús”. Hermosa celebración de una eucaristía que es manantial de paz y que nos convierte a todos en comida y comensales.

Eucaristía en familia

En la perspectiva cristiana, la comida y la bebida tienen una gran trascendencia tanto como nutrición física y espiritual como integración personal en una comunidad que llamamos Iglesia. La auténtica Iglesia de Jesús es realmente eucaristía. Se sea consciente o no de ello, es lo que hacemos todos los seres humanos cuando nos sentamos a una mesa y compartimos con familiares y amigos cuanto se halla sobre ella.

Ciertamente vivimos en un mundo que rebosa mierda por todos sus poros, pero la mierda puede ser transformada milagrosamente en nutriente de campos y tierras en los que crecen espigas y vides. ¿Por qué los cristianos no vemos en él, cuando lo miramos, una floreciente eucaristía que nos alimenta y nos convierte en alimento para todos los demás, sean cristianos o de otras religiones, blancos o de otras razas, generosos o depredadores? Cuando nos decidamos a mirarlo así, muchas cosas cambiarán para mejor.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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