Desayuna conmigo (martes,11.8.20) Cloacas y Hornacinas

Alivios térmicos y filosóficos

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Estamos muy acostumbrados, cada vez que hablamos de catolicismo e incluso de cristianismo, a mirar a Roma y valorar cuanto acontece en función de lo que en ella encontremos. Afortunadamente, llevamos más de un siglo viendo al frente de la Iglesia católica a auténticos prohombres, vicarios de Cristo, a quienes se les exige, ante todo, una ejemplaridad rayana en el heroísmo. Cada uno de los papas de ese tiempo, con sus peculiaridades y sesgos e incluso opacidades, ha dado la talla y, aunque unos más que otros, se han ganado admiración y revestido de la autoridad institucional que el cargo les confería. Aun así, somos muchos los que creemos que esta Iglesia avanza a paso de tortuga cuando la vienen persiguiendo galgos. Pero ahí está la Iglesia de Roma, la asentada sobre roca, resistiendo los embates, a pesar de algunas turbulencias con tintes de escándalo en todo lo que se refiere, como en cualquier otra sociedad humana, al poder, al sexo y al dinero.

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Este largo y sabroso aperitivo viene a cuenta de que, un día como hoy de 1492, en plena euforia de aventuras y descubrimiento de nuevas tierras, el español Rodrigo Borja accedía al trono de san Pedro con el tristemente famoso nombre de Alejandro VI, habilidoso político y nefasto pastor. No es cuestión de entrar a analizar su polémico “pontificado”, al que accede por su especial habilidad política y por el nepotismo descarado que imperaba también en la Santa Sede (Rodrigo fue hecho obispo al salir, más o menos, de la adolescencia), sino de valorar y denunciar su vida licenciosa en lo que a la sexualidad y al dinero se refiere. Se ha dicho de él que “buscó a través de alianzas políticas y conspiraciones hacer que su familia se consolidase dentro de la nobleza italiana y acrecentar en toda posible ocasión su poderío, tarea que emprendió en conjunto con sus hijos, Juan, César, Lucrecia y Jofre, los cuales sirvieron como instrumentos de sus maquinaciones políticas”. Antes, con madre desconocida pero reconocidos por él, tuvo otros tres hijo: Pedro Luis, Jerónima e Isabella.

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Todavía golpea con fuerza el escándalo provocado en la Iglesia universal por la doble vida del famoso Marcial Marcel, pequeño remedo de tales licencias papales. Afortunadamente, a ninguno de los papas de estos últimos tiempos pueden achacársele ese tipo de licencias y todos ellos han salido indemnes del huracán de la pederastia que ha invadido incluso cenobios y conventos. Por lo dicho, hay terribles cuentas pendientes entre la Iglesia católica y la sexualidad, debidas a la fijación patológica de la espiritualidad y la santidad a la pureza en el ámbito de la propia intimidad y al celibato obligatorio en el de la institución ministerial. De veras que la Iglesia católica está necesitando doctos psiquiatras y psicólogos que sean, a la vez, buenos sexólogos, para que la orienten como es debido sobre un tema en el que encalla por completo tanto la doctrina como la praxis de vida que ella sigue predicando.

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Hemos hablado de cloacas y ahora es preciso dar el salto para hacerlo de hornacinas, porque ese es el lugar que merecidamente ocupa Clara de Asís, que murió un día como hoy de 1253. El tema atrae poderosamente la atención de este humilde blogger por haber seguido de cerca la trayectoria de una tía clarisa, muerta no hace mucho a la edad de 92 años, y por seguir manteniendo vínculos de afecto y protección con una pequeña comunidad de clarisas de Salamanca. Además, Clara y él nacieron al amparo de la Virgen del Carmen, el 16 de julio.

Santa Clara, cuya festividad se celebra hoy, ha dejado en la Iglesia una imborrable impronta, cuyos trazos se acentúan quizá más en los tiempos en que vivimos. Siguiendo muy de cerca a Francisco de Asís, fue la primera y única mujer en escribir una regla de vida religiosa para mujeres, cuyo contenido y estructura se alejaba de las tradicionales reglas monásticas. A ella le gustaba considerarse como la “humilde planta del bienaventurado padre Francisco”. Innumerables han sido las mujeres que en todo el mundo han vivido conforme a sus exigentes reglas, en las antípodas de lo que hemos visto en la primera parte de este desayuno. Más de sesenta mil mujeres llevan hoy en España el nombre de Clara, la mayor parte de ellas seguramente en honor a tan singular santa, prototipo no solo de una vida de santidad, sino también de una aquilatada femineidad.

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Mientras escribo esto, mi imaginación se posa en el convento de las clarisas del Corpus de Salamanca, cuyo pequeño número de religiosas, la mayoría de avanzada edad, se ha visto reforzado ahora con las hermanas procedentes de otro convento cerrado. Ignoro si esa forma de vida consagrada, de clausura muy amortiguada en nuestros días, tendrá futuro en su forma actual o incluso con atrevidas reformas. Ocho siglos de vida es un buen aval frente a los vaivenes del tiempo, pero será preciso tener bien abiertos los ojos y el corazón a la hora de encauzar fidelidades tan bellas como las que tantas mujeres profesan al entregar su vida a Dios y a sus semejantes. Hoy vivimos tiempos en los que la única seguridad de entregar la vida a Dios pasa por entregarla primero a los semejantes. Son tiempos prefijados en los Evangelios, pues, ya sabemos, “en esto conocerán que sois mis discípulos…”.

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Otras efemérides nos salen hoy al paso, sea para recordarnos que la ola de calor, que ya comienza a remitir, no se ha debido a que se hayan abierto las puertas del infierno y desencadenado el apocalipsis, pues tal que ayer mismo, en 2012, un día como hoy se alcanzaban en España temperaturas que rondaban los 46 grados en Andalucía y Murcia, sea para alertarnos de los peligros que entraña la rapiña o el despojo que los gobiernos mal gestionados pretenden llevar a efecto. Digo lo dicho no solo porque hoy se esté hablando en España de que el gobierno de la nación, que parece caminar a tientas, quiere despojar a los ayuntamientos de sus superávits (hablar de superávit en estos tiempos parece un cuento de hadas), sino porque, en plena evolución de la batalla del Ebro, durante nuestra infausta guerra civil, Negrín quiso nacionalizar las empresas españolas un día como hoy de 1938.

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Resulta rocambolesco que gobiernos a los que ya les viene grande, de suyo, el simple hecho de gobernar, quieran además administrar las empresas y toda la economía, ese campo en el que la libertad de los ciudadanos puede desplegar toda su potencialidad. En estos tiempos en que la nacionalización y la expropiación parecen erigirse en tablas de salvación, debería tenerse muy en cuenta lo ocurrido con la nacionalización de empresas deficitarias, pues “aunque puede resultar tentador aprovechar la recapitalización de empresas para controlarlas, España no debería olvidarse de su propio pasado y recordar el malogrado ensayo del desaparecido INI en la década de los 70 y 80, cuando el salvamento de empresas en dificultades se convirtió en una ratonera para las finanzas públicas, elevando exponencialmente el riesgo a medida que se tomaban nuevas participaciones en compañías en crisis”. Muchos empresarios asturianos me dijeron en ese tiempo (yo trabajaba entonces en organización de empresas) que Asturias sería un erial económico mientras existieran empresas como Hunosa y Ensidesa.

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Finalmente, la muerte un día como hoy de 1464 del teólogo, filósofo y matemático Nicolás de Cusa refresca nuestro ambiente, el climático, el sanitario y el político. Nicolás de Cusa es considerado como el padre de la filosofía alemana y como el personaje clave en la transición del pensamiento medieval al Renacimiento. A sus 22 años obtuvo el doctorado en Derecho Canónico y llegó a ser cardenal. Para este filósofo, Dios es ratio essendi y ratio cognoscendi de toda realidad, es decir, toda investigación filosófica tiene por horizonte a Dios, razón por la que no hay razón ni ente que no suponga necesariamente a Dios como su principio. De él se dijo a su muerte: “apareció en Alemania como un ángel de luz y de paz en medio de tanta tiniebla y confusión. Restableció de nuevo la unidad de la Iglesia, robusteció la autoridad de su cabeza suprema y esparció rica semilla de nueva vida”.

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Hoy nos han salido al paso Clara y Nicolás de Cusa como claros contrapuntos a la debacle institucional eclesiástica de un desmadrado  Alejandro VI y al peligro de los posibles despojos a que los ciudadanos podemos vernos abocados por mor tanto de la incompetencia como de la voracidad política. Desde luego, corren malos tiempos, a los que será preciso hacer frente con infinita paciencia, tanto para ganarle la partida al coronavirus como para desenmascarar a los incompetentes que se han convertido en guías ciegos de tontos . Santa Clara, ora pro nobis.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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