Desayuna conmigo (martes, 21.1.20) Confianza a pesar de…

Cuarto día de la Semana de oración

Borrasca Gloria

La borrasca “Gloria” (esto sí que parece un oxímoron de tomo y lomo), cuyos devastadores efectos se están sufriendo en bastantes partes de España, encuadra en relieve el tremendo acontecer que sustenta la Semana de oración de los cristianos de este año, la tempestad que sufrió el navío en que Pablo viajaba a Roma.

Tercer viaje de Pablo

La confianza, que es profundización y fruto de la esperanza a que nos referíamos ayer y que exige tanto esfuerzo mental como esfuerzo físico requiere contrarrestar los efectos perniciosos de una borrasca, alimenta hoy la oración por la unidad de los cristianos. De hecho, la confianza refleja una actitud mental que nace de la esperanza, de la seguridad de conseguir un fin, de la determinación con que Pablo exhortaba a sus compañeros de naufragio a que no tuvieran miedo (Hechos, 27:23-26): anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y sirvo, y me dijo: “No temas, Pablo. Has de comparecer ante el emperador, y Dios te ha concedido también la vida de tus compañeros de navegación”. Por tanto, amigos, cobrad ánimo, pues confío en Dios, y sé que ocurrirá tal como se me ha dicho. Sin duda, iremos a parar a alguna isla. Obviamente, no podría cumplir la misión de dar testimonio de su fe ante el emperador romano si moría en el naufragio.

San Pablo

Para hoy, se nos ofrece la siguiente reflexión:  en medio de la tempestad el ánimo y la esperanza de Pablo contradecía el miedo y la desesperanza de sus compañeros de viaje. Nuestra vocación común a ser discípulos de Jesucristo conlleva ser signo de contradicción. En un mundo desgarrado por los miedos, somos llamados a permanecer firmes como testigos de esperanza poniendo nuestra confianza en la providencia amorosa de Dios. La experiencia cristiana nos enseña que Dios escribe recto con renglones torcidos y sabemos que, contra todo pronóstico, no nos ahogaremosni perderemos, ya que el amor fiel de Dios permanece para siempre.

Del embate tempestuoso que es la vida de todo cristiano, enmarcada en la cruz de Jesús, se sale aligerado de cuantos equipos y avituallamientos son engullidos por el naufragio, pero también fortalecido por el ánimo que da, no ya ganar una batalla, sino toda una guerra. Los cristianos saldremos vivos del fragor del temporal que nos azota en nuestro tiempo.

¿Por qué, siendo de suyo tan útil y fructífera, la acción de los cristianos resulta tan molesta para los hombres del mundo actual? Sin la menor duda, porque cuestiona seriamente el fundamento que sostiene su aberrante forma de vida. Ya hemos apuntado el predominio absoluto en ella del dinero, del emporio económico que se apoya en ideologías políticas que persiguen, en vez de la mejora de la forma de vida de los ciudadanos, las bondades de consumo que prodiga el dinero. La riqueza y sus connotaciones de opulencia, despilfarro, mando en plaza, ostentación y grandeza, casan muy mal con un Evangelio que invita a despojarse y a negarse a sí mismo para, yendo en pos de Jesús, ahora sí, mejorar en serio la condición humana de los ciudadanos.

Iglesia rica

El gran pecado del cristianismo es que también él, entendido como una estructura social, se ha alineado con frecuencia con el dinero, la ostentación y el poder. Me refiero a un cristianismo prostituido. El auténtico, el único que realmente crea la confianza de salir airosos del descomunal reto actual, actúa sin alharacas en cuantos lugares unos seres humanos aligeran la carga de vivir de otros, compartiendo con ellos sus haberes y sus tiempos. Hay millones de cristianos, aunque no sean tantos como dicen las estadísticas meramente nominales, que están ayudando a otros, en este preciso momento, a “salir a flote” de su naufragio.

Orar hoy por la unidad de los cristianos es pedir a Dios que la obra de Jesús, la de hacer el bien cueste lo que cueste, incluso si en ello va la propia vida, siga delante de forma pujante y confiada. Los auténticos dirigentes eclesiásticos, los que no se preocupan de sus propios intereses sino de que la obra de Jesús siga adelante, saben que se han embarcado en una nave sometida permanentemente a la zozobra del mar y que, por ello, deben viajar ligeros de equipaje. ¡Qué incómodo es viajar así y qué duro saber que el mástil al que poder agarrarse es una cruz!

Consejo Mundial de las Iglesias

Lo refleja bien la oración elegida para hoy: Dios todopoderoso, nuestro sufrimiento personal nos lleva a gritar de dolor y nos encogemos de miedo cuando experimentamos la enfermedad, la angustia o la muerte de los seres queridos. Enséñanos a confiar en ti. Que las Iglesias a las que pertenecemos sean signos de tu solicitud providente. Haznos verdaderos discípulos de tu Hijo que nos enseñó a escuchar tu palabra y a servirnos unos a otros. Te pedimos esto con confianza, en el nombre de tu Hijo y en el poder del Espíritu Santo. Amén.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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