Desayuna conmigo (martes, 10.11.20) Conocer a Dios

nuestro huésped

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La mañana nos llega cargada de saber, lengua, reforma, política, perdón y música. Rico y variado menú que trataremos de ingerir con un único propósito, enunciado en el título, siguiendo la tónica general que guía todas y cada una de las entradas de este blog, cuya consigna es atenerse a la revelación teresiana de que a Dios podemos verlo fácilmente merodeando entre los pucheros que cada día ponemos al fuego. No somos originales en ese intento porque, a tenor de nuestra más esencial y limpia fe, fue Dios quien se buscó a sí mismo en lo humano, lo que, dicho con otras palabras, significa que fue él quien asumió lo humano para plasmar en ello su gran obra de amor.

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Es fácil imaginar que la cabeza del Aquinate no era un laboratorio en el que, a golpe de microscopio y bisturí, se diseccionaban los conceptos hasta descubrir en ellos fuerzas que no eran suyas, como las de la causalidad y la finalidad, que conducían al “ens a se” y al refugio final de todo lo existente. ¡Cuánto nos hubiera gustado poder diseccionar a Dios para analizarlo en un laboratorio y tener de él una evidencia científica! Pero la verdad es que, para que un concierto suene como es debido, cada instrumento debe seguir su propia partitura. Seguramente, haber podido probar la existencia de Dios en un laboratorio, con el ajetreo que todo descubrimiento científico arrastra consigo siguiendo la línea evolutiva de hipótesis-verdad-hipótesis, no nos habría aportado ni de lejos la luz que sobre esa materia nos viene de la filosofía y de la religión, las cuales nos abocan a Dios por pura necesidad existencial y mística. Nunca habríamos sabido por la vía de la ciencia que Dios es nuestro padre y que se trata de alguien que incluso se cuida de cada uno de nuestros cabellos. Otra cosa, claro está, es lo que los depositarios de tan espectacular verdad hayamos hecho o estemos haciendo con ella.

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Digo lo dicho porque hoy se celebra el “día mundial de la ciencia al servicio de la paz y del desarrollo”. No es necesario señalar que la ciencia está presente en casi todos los aspectos de nuestra vida, ni subrayar que todos los países deben esforzarse por hacer de ella un medio que ayude al desarrollo y garantice la paz. En 1999, la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia celebraron la Conferencia Mundial sobre la Ciencia y, en 2001, la ONU, siguiendo las consignas de esa conferencia, eligió la fecha de hoy para celebrar su “día mundial”. Esta celebración se establece con el propósito prioritario de “enfocar la ciencia para atender las necesidades humanas, el medio ambiente, el desarrollo sostenible y la enseñanza científica, y colocarla al servicio de la paz y de la solución de conflictos”. Es un propósito que claramente sitúa la ciencia en el concierto de la vida como un conocimiento que va del saber al servir y de este, a Dios mismo. Hay científicos sabios, pero también los hay necios. Sabio es el que, conociendo los límites de su saber, busca más; necio, el que se entroniza a sí mismo con lo poquito que con su ciencia ha logrado saber, por muy sabio que se crea.

Atila y León Magno

Sin salirnos del ámbito del saber, recordemos que hoy, por ser el día de su muerte en el año 461, se celebra la festividad de san León I el Grande, el papa que combatió eficazmente el maniqueísmo, el pelagianismo y el priscilianismo. Durante su pontificado se celebró, en el año 451, el Concilio de Calcedonia, que proclamó la divinidad y la humanidad de Cristo, “consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad”. Fue el papa que reclamó para sí mismo el título de pontifex maximus, título del que ya habían hecho dejación los emperadores romanos, y, por así decirlo, el que paró los pies a Atila, al lograr firmar con él un tratado para que no invadiera Roma, hecho que vino a demostrar que, de facto, la autoridad del pontificado era entonces superior a la del ya renqueante Imperio Romano.

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Siguiendo el esquema que nos hemos trazado, recordemos que, un día como hoy de 2005, las 22 academias de la lengua española presentaron en Madrid el “Diccionario Panhispánico de Dudas”, logrado producto de laboratorio que hermosea una de las lenguas más hermosas del mundo. Es este un recuerdo que refuerza su valor en las actuales circunstancias cuando, en unos momentos en los que su gran expansión la hace incluso más atractiva, los ramplones intereses políticos de unos pocos tratan de ocultar e incluso de extirpar la lengua española en algunas regiones de España.

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Pero la ciencia evoluciona y la religión se acopla a los tiempos, asumiéndolos. Lo digo porque, un día como hoy de 1483, nació el gran reformador que fue Martín Lutero, un hombre positivo para el cristianismo por más que, lamentablemente, la gran fuerza de la reforma pretendida por él derivara en ruptura eclesial por intereses que no eran realmente teológicos. No me cabe la menor duda de que pronto vendrán tiempos en los que su valor de reformador será reconocido y él mismo será valorado como un importante personaje de la historia general del cristianismo.

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La política nos aparece hoy de la mano de Torcuato Fernández Miranda, nacido un día como hoy de 1915. Torcuato fue un político muy valioso en el devenir de España por su gran destreza en el manejo de tiempos que nos llevaron de una dura dictadura a una democracia modélica. Pude calibrar bien su altura de miras, la nobleza de su proceder y la gran sencillez de su persona en una larga charla recreativa que tuvo con los dominicos de Claudio Coello en unos tiempos tan difíciles como fueron los de finales de 1970 y principio de 1971.

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El perdón aludido nos viene nada menos que del dictador, cuando, un día como hoy de 1966, concedió un primer indulto parcial de los delitos cometidos durante la guerra, indulto que fue más generoso en el decreto pertinente del 31 de marzo de 1969, tras el que quedaba “jurídicamente inoperante cualquier consecuencia penal de lo que en su día fue una lucha entre hermanos, unidos hoy en la afirmación de una España común más representativa”. Ojalá que este recuerdo nos sirva como guía a los españoles de hoy para que, lejos de seguir hurgando en la herida por intereses políticos inconfesables, abundemos en el perdón y, sea cual sea nuestra ideología, llevemos la vida de hermanos que debemos llevar.

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Finalmente, pongamos una nota musical al final de nuestro desayuno con el recuerdo de Ennio Morricone, nacido un día como hoy de 1928, al que hemos perdido hace solo cuatro meses y de cuya genialidad han dado cumplida información muchos medios de comunicación. Digamos simplemente que hay películas de primera línea cuya magia nos entraba más por el oído que por la vista, gracias a su genio, películas que, sin el acompañamiento musical que les aportó Morricone, habría quedado en una simple pantomima, sin trascendencia cinematográfica ni impacto emocional.

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El Dios que hoy hemos buscado no se ha acercado a nosotros por las “vías tomistas” ni se nos ha revelado en los laboratorios científicos, pues se ha convertido en un personaje de “andar por casa” y nos ha salido al paso en la figura de León I el Grande, de Martín Lutero, de Torcuato Fernández Miranda y de Ennio Morricone, mientras lo hemos visto sonreír por el perdón otorgado por el dictador y embelesado leyendo el Diccionario Panhispánico de Dudas. Es nuestro huésped. Llegará pronto un día en que así lo veamos y así lo aceptemos. Entonces cambiarán muchísimo las cosas, claramente a mejor, porque, ante su imponente presencia, clara y operativa, nos daremos cuenta de que realmente todos somos hermanos y de que tenemos que ayudarnos mucho más unos a otros.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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