Desayuna conmigo (miércoles santo, 8-4-20) Construir el mañana

A la fuerza ahorcan

VF0V6X41-kY6F-U501350169946Mt-624x385@La Verdad
Alcanzamos hoy la mitad de la Semana Santa, un tiempo tan monótono este año que nos obliga, a la mayoría, a repetir hoy lo que hicimos ayer y anteayer, confinados como estamos en nuestras viviendas. Dado el camino ya recorrido desde la primera orden de encierro, nada más natural que el mañana de esta situación sea un motivo importante de preocupación y planificación: cómo se irá produciendo la salida de la crisis, forzosamente lenta y pautada, y, sobre todo, cómo seremos y nos comportaremos nosotros mismos en ese mundo diferente al que pronto arribaremos tras la zozobra vivida en nuestro mar de compuertas seguras. Espigaré de aquí y de allá algunas de las previsiones que he ido leyendo.

ESsr_qlXYAAA5Q0

La impresión generalizada es que estamos en un punto de inflexión o tal vez en una curva cerrada tras un largo trayecto recto y que la forma de vida resultante será forzosamente más solidaria. Más en concreto, algunos creen que se aprenderá a valorar como es debido, en lo social, los conocimientos científicos y el buen funcionamiento de los sistemas sanitarios y, en lo particular, que se mantendrán los hábitos de teletrabajo, lectura y escuche de música, nuevos o novedosos hábitos adquiridos estos días que harán que perdure allende nuestros muros lo vivido entre ellos.  

Por lo ocurrido estos días en los patios de los inmuebles, en muchos barrios e incluso en ciudades enteras cabe presumir que esta crisis nos encaminará hacia una vida social que tenga mucho más nivel de cohesión y solidaridad que nuestra anterior vida. No obstante, hay quien sospecha que podría ocurrir lo contrario debido a los despiadados egoísmos a los que la escasez de instrumental protector contra el coronavirus ha llevado a algunos grupos e incluso a algunas naciones.

muertes-durante-la-segunda-guerra-mundial

Hay quien piensa, tras mirar al inmediato pasado, que volveremos a las andadas como nos ocurrió tras la segunda guerra mundial: lloraremos a nuestros muertos y nos quejaremos por la devastación de nuestras economías, pero volveremos a zambullirnos en la desigualdad que es producto del mal reparto y de la rapiña de las riquezas y a permitir que campe por sus fueros el ancestral resentimiento hacia nuestros vecinos, por mucho que estos días hayamos aplaudido y cantado con ellos.

Las previsiones se contrarrestan dibujando un horizonte unas veces de gran optimismo y otras de todo lo contrario. Así, frente a quienes confían en que la impotencia que hemos padecido frente a un virus que ha demostrado la vulnerabilidad y la fragilidad de la vida nos ayudará a aprender de una vez la gran lección de que somos radicalmente interdependientes, hay quienes vaticinan que nada va a cambiar y que volveremos, tras la explosión de mutua ayuda de estos días, a las antiguas prácticas del “ande yo caliente…”.

1585641355_916096_1585641536_noticia_normal_recorte1

Groso modo, se confía en que la política futura sea mucho más amable y cercana a los ciudadanos; en que imitemos a nuestros antepasados que, con sangre, sudor y lágrimas, superaron pandemias parecidas o incluso peores que la nuestra; en que nos convenceremos de que en la vida hay cosas mucho más importantes que el dinero; en que, de querer de verdad y de ponernos a ello, lograremos cambiar las prioridades de nuestra vida y, finalmente, en que, en el futuro, no sobrevivirán los más fuertes sino los que más se apoyen mutuamente.

como-interpretar-los-milagros-de-Jesus-336x237

Instalado como estoy en una plataforma desde la que no concibo otra forma de vida apropiada que no sea la que se esfuerza por mejorar poco a poco y pacientemente, pienso que la actual pandemia ha venido a demostrarnos la gran debilidad de muchas de las columnas sobre las que hemos asentado nuestro sistema. Siento el coronavirus como si, estando a punto de congelarme, me dieran un gran tortazo para encenderme la sangre, en reacción primaria, para hacer que entre de nuevo en calor. Algo así como si  alguien me repitiera al oído el "levántate y anda” de Jesús a Lázaro. ”A la fuerza ahorcan”, parece ser el reto descomunal e inaplazable de un minúsculo virus a la población mundial entera,  un reto que nos obliga a cada uno a ser mejor y más persona, a desinhibirnos de prejuicios, a atender mejor a los de nuestro alrededor y, en suma, a ser más solidarios con todos.

Si se me entendiera bien, diría incluso que la mejor vacuna contra el coronavirus que nos aterra es el evangelio cristiano, pues una pequeña dosis del “pasó por este mundo haciendo el bien” (Hechos, 10:38) podría ser suficiente para erradicar la ingente cantidad de pandemias que padecemos.

large

No dejemos transcurrir este día sin una mirada de simpatía y afecto al valeroso y saleroso pueblo gitano, un pueblo, sin embargo, tan denostado y postergado por muchos de nosotros. Hoy es su día internacional, alborozada celebración que se viene haciendo desde el año 1971. Si los gitanos buscan combatir la desigualdad y evitar la exclusión que padecen, además de lograr una mejor cualificación profesional para ser ciudadanos provechosos y con los mismos derechos que todos los demás, no les pongamos obstáculos para que consigan metas tan dignas. Su alegría constitutiva y su fácil acomodación a la austeridad son grandes lecciones de vida que los payos deberíamos tener siempre presentes.

Encerrados todavía en nuestras viviendas, nada impide que nuestra imaginación vuele en este hermoso día de miércoles santo a playas y montañas; que participe, devota, en procesiones sobrecogedoras y que sueñe que muy pronto el trabajo bien realizado dará al traste con nuestro mortal aburrimiento. 

Correo electrónico: ramonhernadezmartin@gmail.com

Volver arriba