Desayuna conmigo (viernes, 24.1.20) Conversión de las Iglesias

Séptimo día de la Semana de oración

Conversión de san Pablo

En general, la conversión es la trasformación de una cosa en otra distinta, como que el vino termine en vinagre por una nueva fermentación causada por microorganismos o el agua en vino de las bodas de Caná (Jn 2: 1-12). La conversión requiere un cambio hondo de la cosa y, si se trata de una actitud, un cambio sustancial de rumbo. En el texto de Hechos 28: 3-6, que encuadra la oración ecuménica de hoy, el cambio se produce en la forma de pensar de los isleños sobre el apóstol Pablo.

bodas-de-caná

El texto elegido para hoy da razón del cambio profundo de los corazones y de las mentes de los isleños a causa de un incidente que tiene todos los visos de ser un milagro: Pablo había recogido también una brazada de leña; al arrojarla a la hoguera, una víbora, huyendo de las llamas, hizo presa en su mano. Cuando los isleños vieron al reptil colgando de la mano de Pablo, se dijeron unos a otros: “Este hombre es realmente un asesino; aunque se ha librado de la tempestad, la justicia divina no permite que viva”. Pablo, sin embargo, se sacudió el reptil arrojándolo al fuego y no experimentó daño alguno. Esperaban los isleños que se hinchara o que cayera muerto de repente. Pero, después de un largo rato sin que nada le aconteciese, cambiaron de opinión y exclamaron: “¡Es un dios!”.

La reflexión de hoy nos invita a mirar el cristianismo con nuevos ojos y a abrirnos a su influencia para que sea realmente luz y vida:  Los isleños se dieron cuenta de que se habían equivocado al juzgar a Pablo como asesino y cambiaron su forma de pensar. El hecho extraordinario de la víbora hizo posible que los isleños vieran las cosas de un modo nuevo, un modo que quizás podía prepararlos para escuchar el mensaje de Cristo a través de Pablo. En nuestra búsqueda de la unidad de los cristianos y de la reconciliación, con frecuencia se nos desafía a repensar nuestro modo de percibir las demás tradiciones y culturas. Esto exige una conversión continua a Cristo a través de la cual las Iglesias aprenden a superar su percepción del otro como una amenaza. Como consecuencia de ello, nuestra imagen negativa de los demás se desechará y seremos conducidos más cerca de la unidad.

Del pecado a la santidad

En el escenario de pensamiento que muchas veces nos hemos fijado en este blog, siguiendo la docencia magisterial de fray Eladio Chávarri, se trata sencillamente de convertir los contravalores en valores o, mejor, de “convertir” la energía negativa, la que nos deteriora en el campo de los contravalores, en positiva para cultivar más y mejores valores. De cara a las Iglesias, un ecumenismo acertado es aquel que se fija en cada valor de una determinada Iglesia para potenciarlo al tiempo que ignora o deja de lado todos sus aparejos de contravalor.

Obviamente, la división es un contravalor y la unidad, un gran valor. En otras palabras, actuar de espaldas a quienes también se ocupan del evangelio de Jesús es un contravalor, mientras que entrar en comunión con ellos es un gran valor. Dejo ahí el planteamiento, pues a cada lector le será muy fácil descubrir los enormes contravalores que su Iglesia concreta ha cultivado a lo largo de los últimos siglos para potenciar lo que realmente ha venido haciendo de valioso. A lo primero pertenecen todos los desencuentros de que nos habla la historia y a lo segundo, los tímidos encuentros ecuménicos que mantenemos desde hace más de un siglo sobre la urgencia de que los cristianos seamos uno para ser realmente testigos de Jesús, para facilitar que los frutos de su evangelio, lejos de ser rechazados por los hombres de nuestro tiempo, lleguen también a ellos.

Herida en el cuerpo de Cristo

La oración elegida para este día apunta a un futuro enmarcado por cambios sinceros y profundos en nuestra conducta, por una conversión de nuestras formas de ver y de actuar: Dios todopoderoso, nos volvemos hacia ti con corazones arrepentidos. En nuestra búsqueda sincera de tu verdad, purifícanos de nuestras opiniones injustas de los otros y lleva a las Iglesias a crecer en la comunión. Ayúdanos a abandonar nuestros miedos, para que podamos comprendernos mejor unos a otros y al extranjero que está en medio de nosotros. Pedimos esto en el nombre del único Justo, tu Hijo amado, Jesucristo. Amén.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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