Desayuna conmigo (lunes, 13.7.20) Cuerpos y huesos

Llantos y risas

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Tras felicitar, como se merecen, a los ciudadanos de Euskadi y de Galicia por las elecciones que en sus respectivos territorios se celebraron ayer con total normalidad a pesar de las adversas circunstancias sanitarias, el día nos pone encima de la mesa muy dispares ingredientes que no será fácil cocinar como es debido para un buen desayuno, como el que cada día pretende ofrecerse en este blog. Vamos a ello y que las musas nos sean propicias o, mejor, que la mano providente, que estamos convencidos de que siempre nos guía, le dé su toque.

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Un día como hoy de 1985, tuvo lugar, en el estadio de Wembley de Londres y simultáneamente también en un puñado de ciudades importantes repartidas por todo el mundo, un macroconcierto de “rock”, del que dicen que fue seguido por más de mil millones de espectadores en 169 países. Importantes artistas, como Queen, David Bowie y Phil Collins, participaron en el de Londres, que duró 16 horas. La causa no pudo ser más noble, pues se promovió en beneficio de “Live Aid” (“Ayuda en acción”) para recaudar fondos contra el hambre en África. Debido a ese concierto, hoy se celebra el “día mundial del rock”. Quizá el mundo de los artistas y de los deportistas sea como un gran pulmón de la humanidad, pues son ellos seguramente, si hacemos excepción de muchos de los misioneros,  los más sensibilizados con las situaciones de penuria que muchos seres humanos padecen y los que más se esfuerzan por socorrerlas.

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El “rock” (roca), como es bien sabido, es un término que agrupa una variedad de géneros de música popular que gestan una nueva cultura y forma de vida. Surge como tal en la década de los años cincuenta del siglo pasado, originado por el “rock and rol” que había aparecido diez años antes, también como amalgama musical. La música del rock se ha centrado en la guitarra eléctrica en el seno de un grupo en el que participan, por lo general, un cantante, un bajo y un batería e incluso, a veces, instrumentistas de teclados como el órgano y el piano. Su duración y, sobre todo, su ritmo parecen someter los cuerpos, tanto los de los componentes del grupo como los de sus miles de seguidores, a una prueba total de resistencia atlética. Entrando por los oídos, la música rock se convierte en un frenesí corpóreo hasta el punto de que no son pocos los que salen de cada concierto como si hubieran corrido un maratón.

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Sin salirnos del cuerpo, solo que en esta ocasión el frenesí será de puro dolor, la mañana nos ofrece la celebración, que nada tiene de festiva, del “día internacional del sarcoma”, determinado así por la OMS para informarnos y concienciarnos sobre un cáncer que tiene más de 150 variedades, aunque groso modo pueden reducirse a dos clases: los sarcomas que afectan al esqueleto y los que lo hacen a los tejidos blandos. Estos cánceres, podríamos decir, se van comiendo poco a poco todas nuestras consistencias corporales hasta derrumbarnos en un charco de puro dolor.

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Según cuentan los especialistas, se desarrollan en “un 60% en los brazos y en las piernas, un 10% en el cuello y la cabeza y un 30% en el tronco y en el área trasera de la cavidad abdominal”. Son cánceres que suponen el 1% de todos los cánceres de los adultos y el 15% de los cánceres infantiles. En España se diagnostican unos 400 sarcomas óseos al año, la mayor parte de ellos en niños y jóvenes. Cuanto más vulnerables e indefensas son las víctimas, más brutales nos parecen los latigazos que estos cánceres descargan sobre las espaldas de los niños. Por lo general, todos estos cánceres son carcinomas.

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La mañana nos invita a saltar ahora de las profundidades y misterios del cuerpo humano no sé si a las lágrimas de los ojos, pero sí al recinto de los lamentos por despropósitos históricos cuyos perniciosos efectos perduran. En el laberinto de la Guerra de Sucesión Española, en la que tantos intereses europeos se barajaron y cuyo desenlace tanto transformó el mapa europeo, un día como hoy de 1713 se firmó el conglomerado de acuerdos que forman el complejo “Tratado de Utrecht”, por el que España perdió la isla de Menorca y Gibraltar. Han pasado más de trescientos años y aquella rapiña o botín de guerra sigue todavía vigente en lo que a Gibraltar se refiere, ese punto geográfico cuya principal misión parece ser, en la superficie, la de achicar o achantar el “orgullo español” por obra y gracia de la concepción anglosajona de los derechos de los pueblos, completamente obsoleta, pero que en el fondo se debe a no pocos intereses económicos soterrados. Antes o después, de alguna manera habrá que curar este prolongado y pernicioso “carcinoma cutáneo” en la piel turrada de España.

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Pero, si lo anterior no merece ni una sola lágrima por la falta de gallardía política y de sentido común político que lo mantiene todavía vigente, lo que sí las merece, y de hecho las provocó abundantes en su momento, es la desaparición de Gila un día como hoy de 2001, nuestro original humorista de monólogos desternillantes, amén de otras cosas como la de ser actor y dibujante de historietas. Recordemos que en febrero de 1994 a Gila se le entregó el premio FAD Sebastiá Gasch “por su fidelidad a unos monólogos que en su día fueron el revulsivo que el humor del país necesitaba y en los que siempre (él) ha buscado no sólo la risa sino también la reflexión, para hacer un poco más felices y un poco más humanas a tres generaciones de espectadores”.

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Difícil amalgama de productos gastronómicos, como si de un particular “rock” se tratara, el que nos hemos encontrado esta mañana servido sobre nuestra mesa de desayuno, pues nos ancla a un cuerpo que se convulsiona por la música y se retuerce de dolor, para terminar remontándonos a las alturas del espíritu que se manifiestan en el noble hacer político, aunque tan deteriorado e indigno en nuestro caso, y en la finura del humor del golpe ingenioso que provoca fácilmente carcajadas. En este contexto y dado nuestro propósito de encuadrar el acontecer de cada día en lo cristiano, pensemos hoy en la solidez de nuestra forma de vida cristiana, removida profundamente por la convicción seria y serena de que, siendo pura gracia, debe transformarse en pura donación y amor, lo mismo si nos toca luchar por nuestros derechos que llorar por las inevitables pérdidas que sufrimos. Pero ningún carcinoma y ninguna depredación podrán marchitarla, acostumbrados como nos tiene a saltar de alegría, incluso en la adversidad, y a explotar de risa, incluso en el dolor.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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