Desayuna conmigo (sábado, 12.12.20) Derecho a la salud y neutralidad guerrera

De tragaderas, niños y vírgenes

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Seguimos caminando por tierras de nadie al compás del rigor y de la seriedad que requiere la preparación de la Navidad y con un buen bagaje de esperanzas a los lomos: la ansiedad de una vacuna libertadora, los deseos de que las circunstancias víricas no apaguen las luces navideñas y la confianza de que las convulsiones económicas que sufrimos no se traguen las empresas y nos dejen, primero, sin trabajo, y, después, sin pensiones. ¿Qué sería de España, por ejemplo, un país que figura entre los de cabeza del mundo, si los más de nueve millones de pensionistas, muchos de los cuales queremos rebasar los cien años con la venia de la covid-19 y de otros agentes patógenos, no pudiéramos cobrar una pensión con la que la mayoría apenas podemos llegar a fin de mes? Tengo muy vivos y presentes aquellos terribles años cuarenta y cincuenta, cuando los hijos tenían que hacerse cargo no solo de la alimentación de sus padres, sino también de sus posibles deudas (“trampas”, se decía), de las que se huía como alma que lleva el diablo porque, además de significar un gran fracaso familiar, demostraban sobre todo que el padre había sido un “hombre sin provecho”. Casi como hoy, cuando, en virtud de una ingeniería financiera engañosa, los adultos dejaremos una deuda colectiva asfixiante no solo a nuestros hijos, sino también a nuestros nietos.

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En fin, ahí vamos tirando con nuestros fardos y achaques, confiando en que la sociedad provea la salud, el mayor de los ingredientes constitutivos de una mínima calidad de vida. Y es que, cuando la salud quiebra, todo lo demás pierde consistencia y razón de ser.  Viene todo esto a cuenta de que hoy se celebra el “día internacional de la cobertura sanitaria”, día proclamado por la ONU en 2017, si bien ya en el año 2012 había aprobado una resolución con las miras puestas en que todos los países tomen las medidas necesarias para progresar en la cobertura sanitaria de sus ciudadanos, de tal manera que cualquier persona, en cualquier lugar, tenga acceso fácil a una sanidad de calidad. La verdad es que, a este respecto, la humanidad en su conjunto tiene por delante todavía una inmensa tarea, pues, habiéndose conseguido ya una cobertura sanitaria de ese alcance en España, los hechos vienen a demostrar, sin embargo, que se trata solo de una mera conquista formal y que estamos todavía muy lejos de alcanzar objetivos irrenunciables. Así lo demuestran los hechos de que muchos españoles tengan que esperar más de seis meses para que un especialista diagnostique sus dolencias y de que, cuando se requiera cirugía, la espera se prolongue más de un año.

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Además, también en España se necesitan más hospitales y más y mejores profesionales, a pesar de tener muchos y de que algunos de ellos sean realmente muy buenos, y que los medicamentos sean más asequibles, cualquiera que sea su costo de ser realmente necesarios. El lema de la celebración de este año, “protejamos a todas las personas” vivan donde vivan, elegido como escudo contra un virus que no conoce fronteras y se ceba en nuestro sistema de vida de fluidas relaciones sociales, viene a demostrarnos que nadie está a salvo, pues todos somos sus víctimas potenciales. De ahí que sea imprescindible “dotar a las comunidades de sistemas sanitarios accesibles y sostenibles, para que cualquier persona pueda hacer uso de estos servicios en cualquier momento de su vida y sin tener por ello dificultades económicas”.

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Por otro lado, la neutralidad es alta calidad de un pueblo cuando las circunstancias le permiten ser observador o espectador de un conflicto ajeno. Cualquier “alineación” que se haga en la vida, sea del orden que sea, empobrece. Y así, por ejemplo, si digo que soy de izquierdas, pongo por caso, significo con ello que renuncio a las inmensas riquezas vitales que atesoran las derechas, y viceversa. Por ello, pienso, se demostraría más aplomo político y se tendría más tino si, en tiempo de elecciones, prescindiendo de cualquier adscripción política, se pudiera elegir libremente los candidatos que se creyeran más capacitados para realizar una buena labor de gobierno. Pero, para que la neutralidad tenga la calidad que le hemos reconocido, debe ser beligerante, valga la contradicción, es decir, no debe ser pasiva sino activa, una neutralidad mediadora, que valore objetivamente los hechos y aconseje a las partes la mejor solución del conflicto en cuestión sin llegar a las armas. Todo esto viene a cuenta de que también hoy se celebra el “día internacional de la neutralidad”. Un país neutral es “el que no entra en conflictos bélicos con ninguna otra nación del mundo, ni apoya a aquellas que lo hacen, sino que prefiere quedarse como mero observador de un conflicto y se ofrece como mediador bien posicionado para, evitando el uso de las armas, resolverlo mediante encuentros, discusiones, negociaciones y pactos”.

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Subrayemos que, si todas las naciones del mundo fueran realmente neutrales, no sería posible ninguna guerra, pues la racionalidad y el sentido común humanos que poseemos, apoyados por la experiencia incuestionable de que nadie sale nunca vencedor de una guerra, cuentan con recursos suficientes para hacernos comprender que no hay mayor victoria que la que evita el conflicto. De todos es bien sabida la vieja maldición gitana que te desea que tengas muchos juicios, aunque los ganes. El gran problema para la cobertura sanitaria universal de que acabamos de hablar es que requiere ingentes recursos. Pues bien, de no necesitar armas ni para matar ni para defenderse, el grado de desarrollo ya alcanzado por la humanidad genera recursos holgados para que la cobertura sanitaria deseada no solo fuera universal, sino también de gran calidad.

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El día nos pide, además, que convirtamos a los niños en protagonistas a través de los medios de comunicación, como entrenamiento para las responsabilidades que pronto tendrán y como ilusión de ser artífices de clamorosas mejoras sociales, pues hoy también se celebra el “día internacional de la radio y la televisión en favor de la infancia”. De hacerlo bien, seguro que los adultos podríamos aprender mucho de su forma de enfocar nuestros problemas, pues ellos expondrían sus sentires y quejas sin trampa ni cartón, de tal manera que seguramente nos avergonzarían y pondrían los pelos de punta a los adultos, pues son muchos los intereses a ras de tierra que a nosotros nos ocultan el horizonte de la envergadura del ser humano. Se trata de una celebración que viene celebrándose el segundo sábado de diciembre desde 2010, a propuesta de UNICEF, para recordarnos los derechos del niño.

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La mañana nos pide, además, que dirijamos una mirada de comprensión a los muchos enfermos de “disfagia” (hoy es también su “día mundial”), es decir, a cuantos padecen trastornos de alimentación y deglución, trastornos que los incapacitan sobremanera y los aíslan socialmente. Más de ciento treinta mil personas la padecen cada año en España por haber sufrido algún ictus. La disfagia es un grave trastorno que también puede ser secuela de enfermedades como el párkinson, la parálisis cerebral, el alzhéimer, los traumatismos craneoencefálicos, la ataxia de Friedrich, la esclerosis, el cáncer de cabeza y de cuello o cualquier otra enfermedad neurológica crónica o progresiva. La celebración de su día pretende que la tengamos presente y le prestemos la atención social debida.

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Finalmente, la mañana nos invita a un abrazo fraternal entre España y México, entre Europa y Latinoamérica, al calor y la piedad que el solo nombre de Guadalupe suscita. Sin duda, este día es de enorme alegría para México y todo ese continente. A ella queremos sumarnos desde este blog por celebrarse allí, con tanta devoción y explosión del fervor popular, la festividad de la Virgen de Guadalupe. Pidamos hoy a tan venerada Virgen, seguros de ser escuchados, que se ocupe de que nuestros caminos no coincidan con los de la covid-19; que preserve de cualquier pandemia o enfermedad nuestra salud; que nos dé el sentido común necesario para mantener una neutralidad radical positiva en todo lo concerniente a armas y guerras, y, finalmente, que tengamos la sensibilidad y la humildad necesarias para percatarnos de que el reino de los cielos es de los niños y de cuantos actúan con su misma transparencia e inocencia. Amén.

Correo electrónico: ramonhernadezmartin@gmail.com

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