Desayuna conmigo (miércoles, 14.10.20) Desastres y cosidos

 

Personalidades

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De ponernos trascendentes en estos tiempos de achicamientos de todo orden, sobre todo en el pequeño universo en que se ha convertido la España de nuestros quebraderos de cabeza, podríamos ver la vida entera como un cruel e imparable desgaste lento o incluso como una angustiosa muerte a plazos. Dos poderosos factores contribuyen a ello de por sí, al margen de lo que hagamos nosotros: la inestabilidad consubstancial del mundo o la naturaleza en que vivimos y la precariedad, igualmente consubstancial, del organismo con que lo hacemos. Falla la naturaleza y falla nuestro organismo. A todo ello hay que sumar el resultado demoledor de muchas de nuestras acciones, sean las agresiones alocadas que hacemos a otros o sean los consumos nocivos a que nos acostumbramos. Quiero decir con todo ello que la vida nos atiza de lo lindo por todas partes o que nos zarandea como troncos lanzados a una caudalosa corriente de rápidos en los que, exhaustos y desesperados, tratamos de mantenernos a flote y de asomar la cabeza para tomar aire.

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Esta extraña abertura de reflexión matinal viene a cuenta, primero, de que hoy, segundo miércoles de octubre, se celebra el “día internacional para la reducción de desastres naturales”, con vistas a crear la conciencia necesaria de prevenirlos cuando sea posible y de atemperar sus efectos nocivos cuando no lo sea. Vivimos en un mundo que nunca dejará de eclosionar, salvo que se produzca un colapso total y se convierta todo él en un agujero negro. La naturaleza sigue el curso marcado por sus propias reglas de encauzamiento de su energía total, curso que, muchas veces y en lo que a la Tierra se refiere, pasa por movimientos telúricos que juegan con nuestras casas como si fueran de papel, o que hace que aguas torrenciales invadan nuestro hábitat y se lleven por delante haberes y vidas. Pero, además, son muchas las cosas que nosotros mismos hacemos mal y que multiplican las terribles secuelas de los desastres naturales, como construir casas endebles o asentarlas en torrenteras. Por algo los ciclones y los terremotos no producen los mismos destrozos, por ejemplo, en los Estados Unidos y Japón que en la India o en Haití.

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Son muchos los cientos de miles de personas que pierden la vida a causa, unas veces, de desastres imprevisibles (pocos lo son realmente a la altura de los avances científicos con que hoy contamos), y otras, de una lamentable imprevisión o, lo que es peor, de comportamientos industriales abusivos que favorecen una meteorología adversa. En los últimos veinte años, más de dos millones de personas han perdido la vida por estos desastres y más de cuatro mil millones se han visto obligadas a penosas evacuaciones o tremendas emigraciones. La celebración de este día viene a recordarnos que hay mucho que podemos hacer para evitar o paliar tanto sufrimiento.

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Y también viene a cuenta, en segundo lugar, de que hoy se celebra igualmente el “día mundial de la donación de órganos, tejidos y trasplantes”. Hablando de forma clara y pragmática, digamos que la donación de órganos postula que se sigan utilizando las piezas todavía servibles tras el desguace de nuestro propio cuerpo. Obviamente, somos organismos que muchas veces quiebran porque dejan de funcionar correctamente solo algunos de sus engranajes o piezas vitales. Al hacerlo, hasta hace bien poco todo el organismo perecía en el desenlace, pero, afortunadamente, como si de alguna magia benefactora se tratara, hoy la evolución sanitaria y los avances quirúrgicos hacen posibles reparaciones inauditas de tal manera que son muchas las vidas que reflotan gracias al desguace de cuerpos muertos.

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Siendo cada uno de nosotros dueños de nuestro cuerpo, nadie puede meter el bisturí o la tijera en él sin que de alguna manera hayamos dado nuestro consentimiento. La cosa está muy clara en el caso de la donación de órganos duplicados en vivo, como ocurre, por ejemplo, cuando se dona uno de los dos riñones que tenemos, cosa muy valiente y encomiable de suyo, por más que se limite a círculos muy cerrados de parientes y amigos. Pero no lo está cuando el trasplante se hace, como ocurre en la mayoría de los casos, tras la muerte de potenciales donantes. Creo que en ese terreno la humanidad entera debería dar grandes y decididos pasos adelante en el sentido de que se pueda presumir una “donación tácita” de forma general cuando no conste una “donación expresa” de palabra o por escrito. Afortunadamente, son ya muchas las familias que se atienen a la donación tácita aludida al permitir que se trasplanten órganos de sus seres queridos muertos. No necesitamos insistir en las razones, tan claras como contundentes, de presuponer siempre dicha donación sabiendo, por un lado, que los trasplantes de órganos salvan muchas vidas, y, por otro, que es mucho más digno que un determinado órgano de nuestro cuerpo siga generando vida en otro ser humano que permitir que se pudra en la tierra o sea pasto de las llamas en un horno incinerador. Ahí lo dejamos.

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Continuando con las maravillas de la industria humana a que acabamos de aludir con los trasplantes de órganos, la mañana nos fuerza a dirigir una mirada simpática y agradecida a las muchas cirujanas de la industria textil que en el mundo han hecho y siguen haciendo maravillas para que, defendiéndonos del frío o del calor, podamos vestirnos elegantes y cómodos y hasta realzar nuestra personalidad. Me refiero a que hoy celebramos, también, el “día mundial de la costurera”, para homenajear, por un lado, a los millones de mujeres que se dejan los ojos y las manos en ese menester, y, por otro, para reivindicar mejores condiciones de trabajo en lo referente a su salud y a sus salarios.

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Sin salirnos todavía de la valoración y consideración que debemos a nuestro cuerpo, recordemos que hoy también se celebra el “día mundial de la espirometría”, la técnica sanitaria que mide la cantidad de aire que entra en los pulmones, técnica que se utiliza para prevenir las afecciones que podemos padecer en todo lo que tiene que ver con nuestro aparato respiratorio, como enfisema, bronquitis crónica, fibrosis pulmonar y asbestosis. Se trata de una técnica que no es costosa y que podría reportar grandes beneficios si se sometieran a ella, por ejemplo, los fumadores en cuanto noten  en su garganta los efectos nocivos del tabaco. 

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La mañana se despide poniéndonos delante a gigantes de la gran obra de humanización por la que estamos obligados a trabajar en todos los frentes, y más en estos tiempos que tantas luminarias necesitamos para alumbrar el difícil camino que la pandemia del coronavirus y la crisis económica nos trazan. Lo digo porque, un día como hoy de 1931, dimitieron de sus cargos Niceto Alcalá Zamora, a la sazón presidente provisional del gobierno, y Miguel Maura, ministro de la gobernación, a causa de la rabiosa laicidad que entonces se implantó. Y también, un día como hoy de 1964, se le concedió el premio Nobel de la Paz a Martin Luther King, un premio bien justificado y fructífero. Y, finalmente, también un día como hoy de 2018, el papa Francisco canonizó a dos grandes personajes que siguen teniendo mucha influencia en nuestro tiempo: el papa Pablo VI y Óscar Romero.

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La vida nunca dejará de ser una lucha tenaz contra la naturaleza, contra el tiempo y contra nosotros mismos. Contra la naturaleza porque nos considera parte suya y nos somete a la perenne inestabilidad consubstancial de su propia energía explosiva; contra el tiempo, sea el meteorológico que tantas veces descarga su furia sobre nuestras doloridas espaldas, sea el de un calendario implacable que, día a día, nos va sometiendo a los estragos de la edad, y, finalmente, contra nosotros mismos que, seducidos por el placer epidérmico, nos decantamos por atajos prohibidos y nos despeñamos. Sin embargo, el cristianismo le da la vuelta por completo al calcetín que somos al exigirnos que en la naturaleza veamos la hermosa obra de Dios, que transformemos nuestro tiempo en oportunidades para multiplicar los talentos recibidos, y que, finalmente, libres de espejismos, caminemos por las sendas de alegría que Dios mismo nos traza, a pesar de la cruz que llevamos encima o precisamente por ella.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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