Desayuna conmigo (jueves, 30.7.20) Dulce tristeza, acúname en tu cálido seno
La amistad
Saliendo, no obstante, a la palestra, digamos que las Naciones Unidas designó este día en su Asamblea General del 3 de mayo de 2011, pretendiendo con él hacer frente a los muchos desafíos a que se enfrenta nuestro mundo, tales como muy variadas crisis, la pobreza, la violencia, las violaciones de los derechos humanos que amenazan la paz, la seguridad, el desarrollo y la armonía social entre los distintos pueblos y dentro de cada pueblo.
En la propuesta de esta celebración se reconoce que la mejor actitud frente a tantos problemas es atajar sus causas a base de solidaridad, una de cuyas mayores manifestaciones es la amistad: “a través de la amistad, cultivando los lazos de la camaradería y fortaleciendo la confianza, podemos contribuir a los cambios fundamentales y necesarios para alcanzar una estabilidad duradera, tejer una red de apoyo social que nos proteja a todos y generar pasión por lograr un mundo mejor, todos unidos por el bien común”.
Para nosotros, los cristianos, las formulaciones teóricas sobre la solidaridad y la amistad tienen un nombre propio: Jesús de Nazaret, el hombre que nos abre el camino de retorno a Dios, se enfrenta al pecado, nos rescata de toda postración y pasa su vida haciendo el bien a sus semejantes. Y, conforme a mis sentimientos de esta mañana, ese nombre se agranda y hermana con el de Melchor, mi amigo, que también pasó por esta vida haciendo el bien en el mundo particular de su familia y de su entorno vecinal y, profesionalmente, en el general de la enseñanza, al que tantos años se entregó como profesor y en el que tanto promovió como empresario.
El día nos pone, además, uno de los más horrorosos problemas que padece la humanidad, pues hoy se celebra también el “día mundial contra la trata de personas”. Tras la “trata” hay un submundo de vejación y explotación humana que reduce a muchísimos seres humanos a pura mercancía para transacciones comerciales sucias y degradantes.
“En 2010, la Asamblea General de la ONU adoptó un Plan de Acción Mundial para Combatir el Tráfico de Personas, urgiendo a los Gobiernos de todo el mundo a derrotar este flagelo. El Plan llama a integrar la lucha contra la trata en los programas de las Naciones Unidas para el fomento del desarrollo y el refuerzo de la seguridad mundiales. Una provisión crucial del Plan es el establecimiento de un Fondo Voluntario Fiduciario para las víctimas del tráfico, especialmente mujeres y niños”.
El artículo 3 del Protocolo correspondiente define la trata “como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.
Pero, si en todo este tenebroso submundo hay algo que exaspera y remueve las entrañas, es la cantidad de niños que son raptados al menor descuido de sus padres para no dejarles más horizonte para sus vidas que los trabajos forzados y la explotación sexual, o para convertirlos en máquinas bélicas despiadadas, sin criterio crítico o valoración moral, o, lo que todavía es mucho peor, para extraer en vivo sus órganos vitales y comerciar con ellos.
Afortunadamente, la mañana nos deja otras pinceladas que, como la amistad, nos invitan al optimismo, incluso en los días negros que vivimos. Un día como hoy de 1976, nuestro rey emérito, tan vapuleado en nuestros días por intereses rastreros, decretó una amnistía política para quinientas personas encarceladas por su ideología. También un día como hoy de 1983, en España se estableció la jornada laboral de 40 horas semanales y 30 días de vacaciones pagadas para atemperar tantos abusos laborales.
Además, un día como hoy de 1989, moría el empresario fundador de El Corte Inglés, Ramón Areces, un asturiano emprendedor y entregado por completo a una empresa que es parte del milagro económico español, el milagro que hoy necesitamos imperiosamente para salir a flote de una postración económica que nos pone al borde de la mendicidad nacional. Y, finalmente, un día como hoy de 2007, murió Ingmar Bergman, el cineasta sueco que escudriñó meticulosamente el alma humana con su cámara. En el “Séptimo sello”, quizá su película más emblemática, sobrecoge la partida de ajedrez que el protagonista juega con la muerte y que concluye con el impactante jaque mate final. Claro que la visión religiosa de este director se corresponde con la visión atrabiliaria de un destino cristiano que nos amenaza con crujir de dientes, lágrimas, tinieblas y fuegos infernales.
Termino hoy volviendo la mirada a mi amigo, a punto de recibir en estos precisos momentos cristiana sepultura en su pueblo, pues no hay en el mundo cosa más bonita y más valiosa que la amistad. Y, hablando de ella, los cristianos deberíamos estar profundamente convencidos de que nuestro mejor y mayor amigo será siempre Jesús de Nazaret, el que, entre sus regalos, nos hace el de la divinidad. Ambos, mi amigo y él, se funden hoy en una sola personalidad que me circunda y me inunda cálidamente. Un día de gozosa tristeza que, recordándome tan dolorosamente la futilidad de la vida humana, me pone de rodillas en acción de gracias por la maravilla que es de por sí esa misma vida y por el inimaginable destino de plenitud que le reserva el gran amigo de todos, el Dios benevolente en el que creemos.
Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com