Desayuna conmigo (lunes, 25.5.20) Emancipación

La lucha por la vida que no cesa

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Ayer por la tarde, tras casi dos meses y medio sin hacerlo, salí con unos amigos a tomar unos vinos en la terraza de una céntrica cafetería de Mieres. ¡Qué gran novedad! Me encontraba como un niño de los de antaño estrenando zapatos. Por estrenar, solo estrené la mascarilla. ¡Qué engorro! A la vuelta, como ya había refrescado un poco la tarde, las gafas se me empañaban con el vaho de la respiración y yo me veía obligado a levantarlas un poco para ver por dónde caminaba. La experiencia fue gozosa. Por la acera pasaron varios conocidos a los que saludé efusivamente después de tanto tiempo sin verlos. Distendidos, nosotros hablábamos de lo divino y lo humano, diagnosticábamos certeramente nuestros muchos males y, cual atrevidos y geniales gobernantes, resolvíamos dialécticamente los enormes problemas políticos y económicos que ahora se nos plantean como país.

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Hoy, como ya hemos entrado en la fase 2, resulta que la reclusión forzada que padecemos pierde algo de contundencia y aumenta nuestra emancipación ciudadana, pues ya nos permite sentarnos a tomar algo dentro de un bar o de una cafetería, aunque con no pocas precauciones. Además, como ya estamos en los aledaños del verano, también se nos permite desplazarnos a alguna de las hermosas playas asturianas siguiendo un riguroso orden de reserva de parcelas de arena. Algo es algo. Que la libertad condicional de que ahora disfrutamos esté menos condicionada no deja de ser un paso adelante y, como tal, satisfactorio.

Mientras, ahí fuera hay todo un mundo que se sigue debatiendo entre la vida y la muerte, con territorios que todavía no han alcanzado la cumbre de la mortandad del virus que a todos nos azota y con una crisis económica por delante mayor todavía que la nuestra, la de los españoles, con ser tan morrocotuda. Pensionistas conozco que están temblando ante la posibilidad de que haya turbulencias cuando, justo dentro de un mes, el Estado tenga que pagarnos la extra de verano.

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Pero no son los pensionistas los que nos salen hoy a la palestra y generan angustias, pues, a fin de cuentas, la pensión normal basta, en última instancia, para ir tirando y malviviendo un mes más, sino todo el continente africano, donde afortunadamente parece que el virus no ha descargado todavía su furia, y ¡ojalá que nunca lo haga!

Lo digo precisamente porque hoy celebramos el día internacional de África, el continente que fue principio de humanidad y que, quizá no tardando mucho, vuelva a convertirse en su motor, a pesar de las penalidades que hoy atraviesa. “El 25 de mayo se celebra el Día de África. El origen de esta celebración se remonta al 25 de mayo del año 1963 cuando 32 líderes de estados africanos se reunieron en Addis Abeba para formar la Organización de la Unidad Africana (OUA), hoy Unión Africana (UA). Este día marcó una fecha de gran importancia para el continente africano y su gente, puesto que supuso el inicio de su historia como diferentes países, sociedades y culturas. Y a raíz de ello, esta fecha se ha convertido en el Día Mundial de África. Una celebración que hace referencia a los logros del continente e invita a reflexionar sobre los retos y desafíos que se le plantean a África en el futuro próximo”.

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Los objetivos de la OUA, hoy UA, incluyen promover la unidad y la solidaridad de los estados africanos, erradicar el colonialismo, representar a todo el continente ante las instituciones internacionales y promover la colaboración con las demás naciones.  A pesar de la deplorable imagen que arrojan los jóvenes, sobre todo los subsaharianos, atravesando a pie desiertos y cruzando en pateras el mar para buscarse en Europa la vida, el futuro de todo el planeta pasa por África, un continente que tiene inmensas riquezas naturales, una historia fascinante y una cultura tan desconocida como asombrosa. De allí salió la “humanidad” y es muy posible que esta vuelva allí de nuevo para renacer cuando el alocado rumbo que lleva le impida seguir huyendo hacia adelante.

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África es un continente en constante transformación que ofrece innumerables posibilidades. Cada día demuestra su enorme capacidad de resiliencia y su talento para el emprendimiento social. En África son las propias comunidades las que buscan soluciones imaginativas para resolver sus problemas cotidianos. En muchos casos cuentan con el apoyo de voluntarios, con los que entablan un rico intercambio de experiencias que resultan muy valiosas para sus trayectorias futuras, tanto en lo humano como en lo interpersonal e incluso en lo profesional. África reivindica cada día su inmenso potencial, apostando por el apoyo con otros pueblos para impulsar sus proyectos locales y atrayendo la atención de jóvenes de otras culturas que ven en África una gigantesca tierra de oportunidades”.

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Si fue barro africano lo que Dios tomó en sus manos para “fabricar” el primer hombre y allí comenzó a mirar con ojos de amor el paraíso que había creado, es posible que esa mirada vuelva a fijarse con especial intensidad en ese mismo continente cuando los hombres agoten los recursos naturales en otras partes del mundo.  Las enormes penurias y hambrunas que han sufrido muchos pueblos africanos son lágrimas y gritos que el Dios de los cristianos percibe con gran nitidez y que, más bien pronto que tarde, atenderá y aliviará. Los africanos bien se merecen que los demás pueblos aprendamos el valor incuestionable de la austeridad viendo la alegría con que ellos se desenvuelven en medio de tanta pobreza. Hace ya muchos años tuve la fortuna de hacer un crucero por el Nilo. Pues bien, nunca en mi vida había visto niños más alegres que los desarrapados egipcios cuando conseguían de nosotros, los ricachones turistas occidentales, algo de comida o una golosina. ¡Ojalá que el maldito virus que nos está arruinando a todos encuentre una barrera infranqueable en toda la costa africana!

Si la emancipación posible de los pueblos africanos, que tantos bienes y mano de obra gratis han aportado a los demás pueblos a lo largo de la historia humana, ha venido a alegrarnos hoy la mañana, un par de recuerdos históricos nos hablan de más emancipaciones, anecdóticas e incluso divertidas vistas hoy desde la distancia, aunque ambas fueron bélicas.

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La primera se refiere a que, un día como hoy de 1808, poquitos días después de haberlo hecho el pueblo de Madrid, la Junta General del Principado de Asturias se constituye en soberana y, como tal, también ella declara la guerra al ejército de Napoleón. El Conde de Toreno lo describe así: “El 25 de mayo se declaró solemnemente la guerra a Napoleón, y no hubo sino un grito de indecible entusiasmo. Cosa maravillosa que desde un rincón de España hubiera habido quien osase retar al desmedido poder ante el cual se postraban los mayores potentados del continente europeo”.  Y lo hizo con una fórmula solemne: “Asturias, en nombre de la España invadida y de su Rey cautivo, declara la guerra al emperador de los franceses”. Bástenos recordar esta curiosa anécdota sobre el valor de unos hombres, los asturianos, que, más tarde, fortalecidos brutalmente por las exigencias de la mina, se volvieron a alzar en armas en octubre de 1934, en una revolución más romántica que plausible. ¡Apenas una anécdota histórica para los asturianos actuales!

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La segunda nos recuerda la revolución que en Argentina se desencadenó en mayo de 1810, aprovechando que España había sido invadida por Napoleón. Dicha revolución se inició el 18 de mayo, fecha en que cayó la Junta Suprema Central de aquel virreinato de España, y concluyó el 25 de mayo, cuando fue remplazada por la Primera Junta, hecho que conduciría a la independencia de Argentina seis años más tarde. Sin duda, ¡un gran día de fiesta para el pueblo argentino! Justo es reconocer que Argentina y España son hoy dos naciones hermanas. Al margen de las peripecias  de la Semana de mayo sobre la emancipación de Argentina, que antes o después tendría que producirse porque ningún imperio dura eternamente, son dos pueblos que parecen latir con un solo corazón, a juzgar por la atención y las ayudas que se han prestado entre sí a lo largo de los últimos doscientos años de su historia.

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Hablamos de pueblos emancipados a base de esfuerzos y luchas. Sacudirse el yugo impuesto por otros siempre ha exigido valor y ha llevado a derramar lágrimas. Cada uno de los pueblos mencionados (el africano, el asturiano y el argentino) lucharon con valor por su propia identidad y autonomía, como lo hacía también el pueblo de Israel en tiempos de Jesús, quien fue crucificado por fuerzas extranjeras, conviene recordarlo. El cristianismo, propugnando la unión de los pueblos al considerar a todos los hombres como hijos de Dios, debe actuar como una gran fuerza de emancipación, pues el mensaje de fraternidad que predica exige que se respeten las peculiaridades de cada una de ellos, justo como Dios respetó las potencialidades de nuestra carne al encarnarse en ella. Los auténticos cristianos nunca podrán ser esclavos de otros, sino sus servidores: mientras en la esclavitud hay sometimiento, en el servicio hay señorío.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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