Desayuna conmigo (viernes, 9.10.20) “Escríbeme”

El huevo y la gallina

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Todavía no hace mucho, en las despedidas con carga emocional solíamos oír aquello de “escríbeme en cuanto llegues” como deseo ardiente de que la separación no rompiera los lazos del afecto. Eran tiempos en los que el papel y la pluma, catapultados por el servicio de correos, se convertían en vehículo y testigo de humanidad, transportando noticias y sentimientos. Hoy, cuando la vida se ha mecanizado y globalizado tanto, más bien se oye lo de “llámame” o “envíame un mensaje”, reducido a simple notificación de la llegada, cosa que facilitan mucho las tarifas planas que pagamos a las operadoras de las redes al no tener más costos adicionales que las ganas de hacerlo. La comunicación humana es, desde luego, una clave o un factor determinante para medir la calidad de vida que llevamos. Y, honestamente, la nuestra es muy baja, pues, contando con medios asombrosos, lo hacemos realmente muy poco.

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Recuerdo que, todavía no hace mucho, en llegando la Navidad, años hubo en los que me senté a una máquina de escribir de la que, una a una, iban saliendo hasta ciento cincuenta cartas con destino a familiares, amigos, compañeros y conocidos. Aunque no llevaban los trazos de la propia personalidad que expresa muy bien una caligrafía esmerada y todas fueran portadoras de las mismas novedades y sentimientos festivos, cada una era una comunicación personal que se hacía en función de las circunstancias de cada destinatario. El esfuerzo llevaba adosado, además, el costo significativo del papel y el sobre de la carta y de su franqueo. Hoy, desgraciadamente, tan bello y humano quehacer se reduce a escribir un mensaje un tanto impersonal, seleccionar los grupos de destinatarios pertinentes y pinchar en enviar. Y así, las vivencias de la Navidad de antaño que gestaba de por sí el hecho de escribir, a mano o a máquina, tantas felicitaciones, queda hogaño reducido al acto impersonal de felicitar a todo quisque en pocos minutos.

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Lo dicho viene a cuento de que hoy celebramos el “día mundial del correo”, celebración propuesta en 1969 por la “Unión Postal Universal” en el congreso que celebró ese año en Japón. La celebración conmemora la fundación de dicha Unión en el primer congreso que 22 países celebraron en Suiza del 15 de septiembre al 9 de octubre de 1874. Sus pilares estratégicos son la innovación, la integración y la inclusión. Con el tiempo, su alcance se extiende a que en el mundo haya hoy casi setecientas mil oficinas de correos y a que más de cinco millones de operarios vivan de ello. Hoy, esa Unión, que opera en 191 países, se ha convertido en un organismo especializado de la ONU.

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Huelga pararse aquí a dar cuenta de los distintos servicios postales que presta un organismo como el de Correos, pero sí procede dejar constancia de que ni las llamadas telefónicas, ni los emails, ni los WhatsApp podrán transportar las vivencias y las cargas emocionales de aquellas viejas carta, escritas de puño y letra, tan elaboradas para condensar en ellas profundos sentimientos. Ganaríamos mucho en nuestros días si “perdiéramos” un poco de tiempo en fijar por escrito, con la rúbrica personal que es cada palabra y cada signo ortográfico escritos a mano, cuánto amamos a las personas que realmente queremos y a las que, por lo general, ni siquiera encontramos la forma de decírselo. Dedicar una hora a escribir una carta a un amigo contándole las propias cuitas es compartir con él un buen rato. Y, además, ahí tenemos a Correos para llevar a su destino, pronto y sin que nos cueste mucho, la bonita certificación notarial de sentimientos que hemos plasmado en un papel.

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La mañana podría llevarnos, por lo demás, al divertido dilema del huevo y la gallina al celebrarse este segundo viernes de octubre el “día mundial del huevo”, peculiar celebración por la relevancia que el huevo tiene en nuestra dieta alimenticia. Fue la “Internacional Egg Commission” la que promovió esta celebración en 1996 para subrayar su elevado valor nutritivo, expuesto en tantísimos manuales de gastronomía, valor tan sabido que no es preciso que aquí insistamos en él.

Pero dejemos constancia, al menos, de que ayer mismo se daba cuenta en la prensa asturiana, como anticipo de la celebración de hoy, de que  cuatro científicos asturianos habían ganado un premio nacional al demostrar que la cáscara del huevo, que normalmente arrojamos a la basura aunque sea útil para muchas cosas, acelera la degradación de contaminantes, cosa que tiene suma importancia para depurar aguas residuales y para limpiar de tanta porquería el mundo que habitamos.

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En cuanto al dilema del huevo y la gallina inicial, quedémonos con ambos como riqueza de una evolución que, desde las primeras amebas y pasando por las aves, llegó a lo más complejo que conocemos, a la maravilla del celebro humano, poderosa fábrica de pensamientos y sentimientos. Y por lo que a la gastronomía misma se refiere, ya que hoy nos centramos en un alimento tan excepcional, deleitémonos con un buen plato de patatas fritas con huevos y un poco de picadillo alegre, un delicioso manjar de dioses que tanto sacia los estómagos hambrientos y que pueden permitirse hasta los más pobres de los mortales.

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Por otro lado, la mañana nos transporta muy cerquita de mi propia casa, justo aquí al lado, a Turón, donde, en la madrugada de un día como hoy del año 1934, fueron salvajemente martirizados 9 religiosos, canonizados todos ellos en 1999. Traigo el hecho a colación solo como exponente de la sinrazón que se apoderó de toda España en aquellos convulsos tiempos. Mirando hacia atrás y sin ánimo de inclinar la balanza hacia ningún bando, lo único que me produce este recuerdo es un profundo sentimiento de compasión por tantísimas víctimas inocentes, pues por mártires tengo a todos los muertos en tan maldita contienda y por verdugo, únicamente la locura del pueblo español, locura que lamentablemente parece que quiere aflorar en nuestro tiempo con tanta disputa política descerebrada como nos toca sufrir.

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Y aun a riesgo de adentrarnos en un puro mito, aunque muy útil y trascendental para el desarrollo de la historia humana, recordemos que la iglesia católica celebra hoy la fiesta de san Abraham, el gran patriarca de las “religiones del libro” (judíos, cristianos y musulmanes), cuya conmovedora fe premió Dios convirtiéndolo en “padre de muchos pueblos”. El Génesis nos narra una aleccionadora y emotiva historia como mito fundacional del pueblo de Israel para dar cuenta de su derecho a la tierra de Canaán, tierra por la que todavía sigue luchando en nuestros días. Siempre me ha parecido que el exclusivismo racial del pueblo de Israel, tan vivo y exigente a pesar de la diáspora, ha sido su desgracia y la de muchos pueblos de su alrededor, si bien justo es reconocer que parte de su sangre corre por las venas de muchos españoles, a los nos gustaría ver como plenos miembros de nuestra comunidad a los hijos de Sefarad que todavía andan dispersos por el mundo.

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Toca hoy alimentarse y expresarse como es debido, comiendo bien y barato y dando rienda suelta a pensamientos y sentimientos. Ambas cosas son muy necesarias para nuestro equilibrio hormonal y emocional. Importa mucho alimentarse bien, pero también importa poder expresarse escribiendo. Estos días ando enzarzado en la batalla de conseguir que un amigo, cuya mano derecha está siendo muy acosada por el párkinson, aprenda a escribir con la izquierda. Si importante es saber escribir, más importante es hacerlo. ¿Qué tiene que ver todo esto con el cristianismo, que es el leitmotiv de este blog? Seguramente que hacer todo lo dicho es la manera de alcanzar el equilibrio humano que se requiere para valorar como es debido tanto el martirio de los religiosos de Turón como la fe de Abraham, lo que nos lleva a poner cada cosa en su sitio y, en última instancia, a ver al hombre, a cada hombre, como diana y rostro de Dios.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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