Hoy podría venirnos muy bien a cuento la máxima ignaciana que aconseja: "En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación. Porque, así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar". Con la tunda que nos está cayendo, el ánimo no está para bromas. Vivimos tiempos de enroque, confinamiento, rearme y austeridad. Dicho así, cuando llega la noche más festiva y loca del año, suena a broma pesada y parece responder a un inoportuno intento de querer aguar la fiesta. Pero no, pues las circunstancias nos obligan a vivir tiempos de silencio, de examen de conciencia, de balances, al ser hoy muy conscientes de que comenzaremos a subir la empinada cuesta de febrero el día 1 de enero.

Seguramente porque no lo tenemos nada fácil, la mañana viene en nuestro alivio atrayendo nuestra atención sobre el “cine indio”, ya que hoy se celebra su “día internacional”, y, la verdad, no estaría demás darse una vuelta por esa extraña nación-continente para abrir cauces a la mente y prestar menos atención a las necesidades perentorias del cuerpo. Es bien sabido que en La India se producen excelentes obras cinematográficas que reflejan el exotismo de una nación tan llena de bailes, colores, leyendas y mitos religiosos. Esta celebración pretende atraer nuestra atención sobre un cine que tiene mucho que contarnos. Para ello, sus promotores cinéfilos buscaban un día que estuviese bien encuadrado y que otros eventos no le robaran protagonismo, razón por la que, tras desestimarse el primer día elegido, el de mañana, se prefirió hacerlo en el de hoy.

Se ha dado en llamar al cine indio “Bollywood” (Bombay-Hollywood), pero sería un error pensar, por un lado, que todo el cine indio se hace en Bombay, y, por otro, que el cine indio tenga mucho que ver con el cine americano de Hollywood, pues el cine hindú brilla con luz propia al contar “historias únicas e irrepetibles, que quedan grabadas en el corazón del espectador y suelen estar acompañadas de una cálida sonrisa”. Así lo demuestran películas como Gandhi (1982), Estrellas en la tierra (2007), Una aventura extraordinaria (2012), El exótico hotelMarigold (2012) y La lonchera (2013).

Claro que, hablando de exotismo, hasta podríamos viajar hoy muchísimo más lejos en alas de la imaginación y de los cálculos del astrónomo estadounidense Edwin Hubble, quien, un día como hoy de 1924, borró definitivamente del epicentro del universo no ya al mosquito depredador que es el hombre, sino también a la Tierra, al Sol y hasta a la misma Vía Láctea al demostrar que en el Universo hay otras muchas galaxias. No hace mucho, en este mismo blog hablábamos de que se estima que haya en él un millón de galaxias y un billón de trillones de cuerpos similares a nuestra Tierra.

Pero, claro está, si de las musas hemos de pasar al teatro, del exotismo político sí que no pueden vivir las masas proletarias, masas desorientadas e impotentes que necesitan para sobrevivir los brazos protectores de un Estado omnipresente en la vida de los ciudadanos. Lo digo porque, un día como hoy de 1922, el Congreso de los Soviets creó la URSS como procedimiento “comunitario” (comunismo) para refundar el paraíso en la tierra. ¡Lástima que se tratara de un paraíso tan efímero o más que el “terrenal” y que estuviera tan plagado de muertes y penurias! Ello me lleva a pensar que el único sistema para “redimir a los pobres” de este mundo, sostenido en el tiempo a base de mucho esfuerzo y sacrificio, ha sido el cristianismo, cuya supervivencia, a pesar de los muchos errores cometidos por sus dirigentes, radica en que se trata de un sistema de “servicio”, no de “dominio”. Es buena pena que el “comunismo”, al erigirse en un sistema de dominio, no haya podido realizar una relectura de la “comunión” asentada en el Evangelio de Jesús a la hora de afrontar los muchos problemas que la clase obrera ha tenido, tiene y tendrá. Digamos de paso que la “comunión cristiana” sigue necesitando hoy la relectura que bien podría hacer un “comunismo” que, en la estela de Jesús de Nazaret, se “despoje” de todo poder político para servir como es debido al pueblo necesitado

Una mañana como esta no podía concluir más que con un “golpe de gracia” que, ojalá, fuera premonitorio. Me refiero a que, un día como hoy de 1970, el consejo de ministros de Franco, que ya había iniciado su fin, zanjó dos grandes aberraciones, la de unos atentados y la del juicio mediático de Burgos, en el que varios terroristas fueron condenados a muerte. La pena de muerte fue conmutada y los condenados, tras arrepentirse, fueron poco después amnistiados. Ni el terrorismo ni la pena de muerte son de recibo en una sociedad medio civilizada. Amnistía o indulto, que tanta resonancia están teniendo en nuestros días, son palabras muy hermosas por estar ligadas al perdón. Ojalá que pudieran aplicarse muchísimo más porque, de hacerse como es debido, demostraría que hay arrepentimiento y regeneración. Mal haría una sociedad que, tras haber sido atacada, libertara a quienes estuvieran dispuestos a volver a las andadas.

El consejo ignaciano de “no hacer mudanza” en los tiempos de desolación que vivimos no nos obliga a meter hoy la cabeza debajo del ala y esperar tiempos mejores. Ayer mismo me decía un amigo, regente de un bar, que nada le gustaría más que echarse a dormir mañana por la noche y despertar en primavera, cuando media población española estuviera ya vacunada y la covid-19, en franca retirada. Sin la pesadilla que vamos a vivir los próximos meses, comenzaría así a palpar ya la alegría social y económica que es lo propio de los bares. Seguro que llegaremos a esa primavera y que la viviremos en todo su esplendor, pero no sin antes haber remontado las empinadas cuestas que este año van a ser los meses de enero, febrero y marzo. No olvidemos que el consejo ignaciano se da en un contexto de “ejercicios espirituales”, es decir, en un tiempo de silencio aclaratorio y de disposición regeneradora de la conducta. Merecer esa primavera requiere no solo la ilusión que nos aporta el exotismo colorista, sino también el esfuerzo sostenido que comporta toda fundada esperanza.

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