Desayuna conmigo (jueves, 03.12.20) Explosión de humanidad en la discapacidad

Salud, recreación y comunicación

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Con solo atender a la agenda conmemorativa de este día tendríamos temas densos para llenar toda una semana. Hay fechas cuya efeméride, tamizada por el interés primordial de este blog, no da ni siquiera para un régimen anoréxico, mientras que otros, como el de hoy, lo hace sobrado para uno bulímico. El encabezamiento de nuestra reflexión de hoy sugiere por sí solo contenidos para llenar voluminosos libros. Cual abejas obreras, hoy nos toca recorrer todo el jardín libando aquí y allá con el propósito de aportar algo sustancioso a la colmena que somos en estos inicios de diciembre, cuando la atención se centra en escudriñar qué podemos y qué no podemos hacer los días fuertes de la Navidad, en atención a los frentes en los que el coronavirus podría pillarnos despistados para seguir haciendo de las suyas.

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El primero de los platos de nuestro desayuno es la atención que debemos prestar a todos los discapacitados, pues hoy se celebra el “día internacional de las personas con discapacidad”. Está bien que el enunciado hable de “personas” frente a cuantos los han tratado como animales inservibles o como simple desecho y los han eliminado sin más. El nazismo se cebó en ellos en el pasado como ofrenda a la raza aria pura y un aire libertario, potenciado por avances médicos que son de suyo muy laudables, hoy está poniendo en peligro serio a todos aquellos fetos que no se desarrollan conforme a los patrones de hijos que se quiere. Deberíamos prestar más atención a este franco, pues por él podrían colarnos goles por toda la escuadra.

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Subrayemos, de paso, el gran logro que ha supuesto, para facilitar nuestra comprensión y favorecer el acercamiento debido a los discapacitados, que denominaciones tan degradantes y humillantes como “subnormales”, “minusválidos” o “disminuidos físicos o psíquicos”, que afectan al ser de la persona, hayan sido remplazadas por “discapacitados”, que afecta solo a la funcionalidad. Los discapacitados son personas con los mismos derechos que los demás, solo que no pueden hacer algunas cosas o hacerlas de la misma manera que ellos. Y precisamente por ser tales, son acreedores a una mayor atención social, desde el seno familiar al educativo y al político, obligados todos ellos a suplir las carencias de su discapacidad.

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Conozco a algunos discapacitados que son todo un ejemplo de coraje y superación de sus limitaciones, lo mismo físicas que mentales, y a otros cuya condición, tras ser aceptada y asimilada en profundidad por los miembros de su familia, ha sido como una bendición que ha llenado de sentido común y de humanidad la vida familiar. Frente a cada discapacitado, sea conocido nuestro o no, la única reacción lógica que cabe es una compasión activa que nos mueva espontáneamente a suplir sus carencias. Ojalá pudiéramos aprender del comportamiento de los niños a ese respecto. Lo digo porque nos maravillaba ver el cuidado y mimo con que los demás niños trataban a los tres o cuatro discapacitados que teníamos en la guardería infantil que abrimos en los últimos años setenta.

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Esta celebración pretende promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidad en todos los ámbitos de la sociedad y concienciarnos a todos sobre su situación en todos los aspectos de la vida. Con el lema de este año, “un día para todos”, se pretende convencernos de que la discapacidad forma parte de la condición humana. A este respecto, la “Agenda 2030” de la ONU se propone “no dejar a nadie atrás”, es decir, garantizar la integración y la igualdad de todos los discapacitados, pues "la accesibilidad y la inclusión de las personas con discapacidad son derechos fundamentales".

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El foco ha dejado de señalar las deficiencias del discapacitado y la discriminación social consiguiente para fijarse únicamente en la eliminación de las barreras que la discapacidad presenta y en la erradicación de todos los prejuicios sociales. A fin de cuentas, un discapacitado es un ser humano igual a nosotros que, además, nos ofrece la posibilidad de agrandar nuestra humanidad. Una sociedad realmente civilizada que se esfuerce por ir mejorando cada vez más la vida de quienes la forman no debe prescindir de quienes tienen necesidades especiales, sino procurar ayudarlos para que sigan su ritmo y facilitar que también ellos sean beneficiarios de cuantas conquistas se vayan logrando en cualquier ámbito de la vida. Los demás seres humanos estamos obligados a ser los pies, los ojos o la cabeza de todos aquellos que no los tienen o no les funcionan bien.

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Entretenidos en un tema tan denso como el de la discapacidad, apenas nos queda ya espacio hoy para libar aquí y allá cuanto néctar nos ofrece la mañana. ¿Cómo no rendirse hoy ante los médicos, o al menos algunos de ellos, viendo cómo están luchado con serios riesgos para su propia vida contra el coronavirus? Lo digo porque hoy se celebra también el “día internacional del médico”. Si se me entiende bien, diré que el médico es, además de profesional de la salud, el sacerdote del cuerpo, obligado por su juramento hipocrático a luchar por toda vida. Este 3 de diciembre conmemora el nacimiento en 1833 del cubano Carlos Finlay, médico que descubrió el mosquito de la fiebre amarilla, y bien podría celebrar también el primer trasplante de corazón, realizado, un día como hoy de 1967, en Sudáfrica por Christian Barnard. “Medicus mundi”, con la que me honro en colaborar desde hace años, y “Médicos sin fronteras” son dos ONG que ennoblecen la raza humana.

Plaguicidas

Siguiendo con el tema de la salud, el día atrae nuestra atención sobre los productos químicos que pueden envenenarnos al celebrarse hoy el “día mundial del no uso de plaguicidas”. Esta celebración conmemora la tragedia de Bhopal en la India, con miles de víctimas y cientos de miles de intoxicados por escapes de gas tóxico de una fábrica de plaguicidas. Digamos que los productos fitosanitarios, protegiendo los cultivos, han hecho posible la superpoblación mundial, pero han causado muchas muertes. El objetivo de esta celebración es mantener esa misma productividad, pero sin plaguicidas. Será difícil, pero es posible. Ahí está como muestra, aunque lamentablemente progrese muy lentamente, la agricultura ecológica. Durante los 20 años que me tocó vender fungicidas, insecticidas, herbicidas e inhibidores del crecimiento como droguero especializado, la cercanía que el comercio local facilitaba entre profesional y cliente favoreció que todos mis clientes pudieran manejar como era debido todos esos productos. Durante ese tiempo vi desaparecer del mercado varias materias activas por su peligrosidad. El “glifosato”, contra el que hoy tanto se lucha, se nos vendía como un herbicida prácticamente milagroso, de uso fácil, limpio y sin secuelas. Siendo un herbicida sistémico de postemergencia, bastaba aplicarlo sobre la parte aérea de la correhuela, por ejemplo, para secar unas raíces que terminaban invadiendo toda la huerta.

3 dimensiones

Nos hemos quedado sin espacio para exponer las maravillas que la polarización consigue para las filmaciones en tres dimensiones, pues hoy se celebra también el “día internacional del 3D”. Tampoco nos queda espacio para solidarizarnos con los afortunadamente pocos europeos que padecen el síndrome Marfan, pues hoy también es su día, ni para exponer la riqueza que el “euskera” es para toda España, lamentando que el separatismo vasco lo haya politizado, pues hoy se celebra su día internacional para conmemorar la muerte de san Francisco Javier, ocurrida el 3 de diciembre de 1552, debido a que pronunció sus últimas palabras en euskera.

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Largo recorrido el de hoy para un cristiano que se preocupe de ser testigo de Jesús en el mundo en que le toca vivir. Hemos mencionado una serie de campos en los que es preciso realizar una densa obra de “encarnación”: la compasión activa en el extenso ámbito de las personas que padecen alguna discapacidad; la necesidad de animar y ayudar al cuerpo médico para que los médicos ejerzan debidamente el “sacerdocio” que les hemos atribuido, y, finalmente, la mejora de todos nuestros procedimientos para la elaboración de los alimentos que ingerimos, siendo la alimentación humana uno de los puntos clave en que se apoya la obra salvadora de Jesús. Todo ello sin obviar que la gracia nos llega abundante y en tres dimensiones al impregnar con su fuerza e iluminar con su luz todo lo humano, que también las enfermedades raras como la del síndrome de Marfan requieren curación y que el tesoro de una lengua tan antigua como el euskera debe purificarse del plaguicida del separatismo vasco. Lo cristianos no deberíamos tener tiempo que perder ni dejar pasar un minuto o realizar un gesto sin transformarlos en una oración que dé sentido y abra horizontes a cualquier encrucijada humana.

Correo electrónico: ramonhernadezmartin@gmail.com

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