Desayuna conmigo (jueves, 17.12.20) ¡Feliz cumpleaños, Santidad!

Emancipación política y sexual

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De todos es bien sabido que hay obispos cuya labor evangelizadora parece incrementarse tras cumplir la edad de la renuncia obligada al desempeño de su función institucional o jurídica, es decir, después de cumplir los 75 años.  A la vista está la actividad política, magisterial, catequética y evangelizadora del actual papa Francisco, que fue elegido como tal el 13 de marzo de 2013 cuando ya tenía bien cumplidos los 76, pues nació en la Argentina un día como hoy de 1936. Seguramente el día de cumpleaños de cualquier persona es un día como otro cualquiera, si bien se presta para que la persona en cuestión lo considere como un hito en su propio devenir y lo celebre como es debido. Hablando en cristiano, es, además, un día pintiparado para reflexionar sobre la fragilidad y la gratuidad de la vida y dar gracias al cielo por seguir viviendo. Pero que hoy sea el cumpleaños del actual papa hace que este día sea todo eso para todos los seres humanos, pues todos tienen cabida en la alforja de sus allegados debido a que a todos alcanzan, lo quieran o no, las secuelas de las decisiones papales y de su forma de enfocar la vida.

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Por lo que a este blog se refiere, desde la reflexión matinal que lo caracteriza, felicitamos al papa Francisco por su 84 cumpleaños y damos gracias al cielo por su vida y por lo que ella tiene de don y estímulo para la vida de todos los demás.  Por ello, ¡feliz cumpleaños, Santidad! Al margen de las preferencias y de la devoción que uno, como cristiano o como simple ser humano, pueda tener con relación a los personajes que desempeñan una función como la que la vida religiosa, cultural y social reserva a los papas de la Iglesia católica, el tinte de humanización con que este papa impregna todas sus acciones y actitudes lo hace acreedor a que esta felicitación, lejos de ser forzada, resulte gozosa y esperanzadora.

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No es cuestión de recoger aquí apuntes curriculares para realzar la trayectoria formativa y profesional de un joven jesuita, ordenado sacerdote en 1969, sino de poner de relieve el hecho de que, en su vejez, se le confiara el timón de la Iglesia católica, rompiendo muchos de los moldes de las tradicionales elecciones papales, en horas muy bajas y desconcertantes por la dimisión del anterior pontífice, abrumado por el peso insoportable de la situación. Su sólida fe y su predisposición incondicional a seguir el rumbo establecido por la divina providencia lo convirtió en una especie de virgen de la anunciación, dispuesta a afrontar un reto inaudito, al empuñar con mano firme, a pesar de la fatiga natural de sus ya muchos años, el timón de la iglesia en un mar tan embravecido. Amansadas ya aquellas aguas y apaciguados en parte los ánimos de la tripulación, la complejidad de la vida actual no le permite un respiro ni siquiera al cumplir hoy sus 84 años.

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Al acompañarle en su quehacer y valorar lo ya caminado desde el epicentro de lo que acontece, no estamos en condiciones de apreciar su perspectiva. Nos urge y atrae nuestra atención más la necesidad de llegar mucho más lejos y de hacerlo más de prisa, debido a que los viejos problemas humanos no solo no se han amortiguado y desaparecido, sino que se están recrudeciendo y multiplicando. La Iglesia que recibió y en la que forcejea el papa Francisco es todavía una Iglesia mastodóntica que, sobrecargada de pertrechos, se arrastra pesadamente como caracol abandonado a su suerte. Se trata de una “barca” que necesita soltar todavía mucho lastre para sortear mejor el embate de las olas que la zarandean y desenvolverse con más soltura a la hora de avanzar hacia el puerto de su destino. Pero esa es una tarea que, ciertamente, depende mucho de cómo este papa maneje el timón, pero también de cómo se comporte la tripulación que lo acompaña. Desde luego, que este papa crea realmente en la acción del Espíritu y se pliegue confiado a sus insondables designios genera gran confianza, por más que a muchos nos impaciente y a veces hasta nos desespere la lenta velocidad de crucero que lleva el gigantesco caracol que sigue siendo la Iglesia católica.

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Tras la mirada agradecida a la hermana nación argentina, la mañana la retiene todavía un poco más en la América hispana al recordarnos que, un día como hoy de 1830, murió Simón Bolívar, figura prominente en todo lo referido al tema de la emancipación hispanoamericana del Imperio español. Sin duda, Bolívar inspiró y colaboró en la consecución de la independencia de Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Panamá y Perú, logros por los que se le concedió la acreditación honorífica de Libertador.  Y, es sin lugar a dudas, el prohombre de América y una de las grandes figuras de la Historia universal. A pesar del dramatismo que para la “madre patria” supusieron fracturas tan violentas, hasta el punto de hundirla en el pesimismo que caracterizó la “generación del 98”, lo cierto es que, valorado todo el proceso con perspectiva histórica, no dejó de ser un proceso de crecimiento natural que agrandó la “familia hispana”, si bien es de lamentar que no haya alcanzado todavía la madurez deseada. Bolívar desde el pasado, como figura señera, y Bergoglio desde el presente, como agente espiritual, son fuerzas sobresalientes para lograr todavía esa madurez soñada en beneficio de las naciones implicadas, de la “madre patria” y de todas las demás.

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Son muchos los frentes de crecimiento que es preciso abordar para llegar a esa madurez. El día nos obliga a fijarnos en uno muy concreto, de gran trascendencia, aunque su cometido tenga un alcance muy reducido. Lo digo porque hoy se celebra el “día internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales”. Al igual que fue un acierto remplazar el denigrante concepto de “subnormal” por el descriptivo de “discapacitado”, también lo es erradicar el humillante “puta” por el profesional “trabajadora del sexo”, como desempeño del “oficio más viejo del mundo”. Pero no es cuestión de hacer aquí una valoración, ni social ni moral, de una forma determinada de practicar el sexo, sino de dejar bien sentados los derechos de unas personas que no deben ser sometidas, por razón de su “oficio”, ni a humillaciones ni a linchamientos. La sociedad en su conjunto tiene por delante todavía un largo recorrido para regular el mundo de la prostitución, un mundo que existió, existe y previsiblemente seguirá existiendo.

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La celebración de este día se desencadena en 2003 a raíz de que el “asesino de Green River”, tras haber matado a 49 prostitutas, declarase que su meta era "matar al mayor número posible con la finalidad de limpiar las calles". Se trata, pues, de una celebración que se inició como homenaje a las víctimas, pero que se ha convertido en altavoz de las trabajadoras sexuales que se ven sometidas a todo tipo de maltratos y abusos a la hora de realizar su trabajo. Estamos, pues, ante una forma concreta de la violencia de género a la que es preciso ponerle freno. Nos guste o no la prostitución, saquemos o no partido de ella, lo cierto es que quienes la ejercen, al margen de las circunstancias por las que lo hagan y de sus modos de proceder, que tienen otros considerandos que hoy no vienen al caso, son personas humanas que, como tales, tienen todos los derechos y merecen todos los respetos.

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Atento como está a todas las periferias de la Iglesia, seguro que el papa Francisco no rehúye un acercamiento compasivo e iluminador al escabroso mundo de la prostitución para sentar principios tan universales como aquel del Maestro sobre que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. No es cuestión de tirar piedras, sino de remar todos en la misma dirección de la humanización de los comportamientos humanos. Los 84 años que hoy cumple el papa deberían ser un reclamo para reflexionar pausadamente sobre la trayectoria de un hombre que, tras alcanzar la más alta cumbre de la responsabilidad de un cargo con trascendencia realmente universal, día sí y día también, discurso sí y exhortación catequética también, clama constantemente por la necesidad de compadecer y atender como es debido a los seres humanos más desvalidos y vulnerables. Mírese como se mire y valórese como se valore, ahí está el ejemplo incuestionable de un tal Jesús de Nazaret.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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