Desayuna conmigo (viernes, 18.9.20) Igualdad salarial

Cine, poesía y ciclismo

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No hay duda alguna sobre que todo aprendizaje requiere esfuerzo y tiempo. Lo experimento ahora con mis nietos, con sus ojos y su alma abiertos al mundo y deseosos de imitar cuanto ven hacer a otros niños y a nosotros, los adultos. ¡Qué gran esfuerzo el suyo para aprender a juntar las letras y pronunciar las sílabas y las palabras! Y así ha de ser de la cuna a la sepultura, en versión libre del refrán de “no te acostarás sin saber una cosa más”. La vida, entre otras muchas cosas que pueden decirse de ella, es también aprendizaje y continua mejora. Y todo aprendizaje y mejora es necesariamente laborioso y lento. No nos convertimos en profesionales y expertos de la noche a la mañana, sino tras largo tiempo de estudio y práctica.

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Todo esto viene a cuento de que hoy estrenamos “día mundial”, es decir, se trata de una celebración novedosa, que la hacemos por primera vez. Un paso más en un largo camino. Me estoy refiriendo, además, a algo tan importante como la igualdad salarial por trabajos del mismo valor. La “igualad salarial”, reflejo de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, no es todavía un logro, pero vamos camino de ello, por más que los avances o logros en ese campo sean muy lentos. Fue el 18 de septiembre del año pasado cuando la ONU determinó que, en lo sucesivo, en el día de hoy se tuviera en cuenta ese objetivo. Afortunadamente, son ya muchas las empresas en las que el sexo del trabajador ha dejado de ser un factor determinante a la hora de fijar su salario.

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Con la celebración de este día, la ONU invita a “todos los Estados Miembros, las organizaciones competentes del sistema de las Naciones Unidas, otras organizaciones internacionales y la sociedad civil, incluidas las organizaciones no gubernamentales y el sector privado, a que observen debidamente el Día Internacional de la Igualdad Salarial, con el fin de celebrar la labor de todas las partes interesadas encaminada a lograr la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor y promover la adopción de más medidas que permitan cumplir la meta de la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor para todos, y alienta a todas las partes interesadas a que sigan apoyando el objetivo de la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor”. Se trata de mantener vivos los esfuerzos que requiere una lucha decidida contra todas las formas de discriminación, incluida la discriminación contra las mujeres y las niñas.

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Groso modo y como media global, las mujeres cobran por el mismo trabajo y rendimiento una cuarta parte menos que los hombres. Se trata, pues, de algo que objetivamente no tiene más razón de ser que la explotación abusiva de la empresa que, al emplear a mujeres, obtiene una rentabilidad mucho mayor. Y no son pocas las veces que los rendimientos de las mujeres son mayores que los de los hombres. Recuerdo todavía la razón que se me dio en Londres, allá por los primeros años setenta, en la sala de montajes especializados de una empresa, cuando pregunté por la razón de que todos los operarios fueran mujeres: porque en los trabajos rutinarios las mujeres rinden más que los hombres, debido a que son más sacrificadas, hablan menos (sic) cuando están trabajando y van menos al baño.

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Pero más allá de la meta irrenunciable de lograr igual salario por igual trabajo está el hecho de que el trabajo, además de ser instrumento de producción, es condición de vida. Con ello quiero decir algo tan sencillo como que detrás de todo trabajador hay un ser humano, no una máquina. Y el ser humano tiene derecho, tras cumplir la sagrada obligación de aportar a la sociedad en que vive cuanto esté en su mano, a llevar una vida digna, que nunca podrá tal sin un salario digno. Hay una dimensión humana del salario que no puede cuantificarse solo por el rendimiento obtenido y que es preciso tener en cuenta. Ello requiere, en contrapartida, dignificar la empresa, es decir, valorarla mucho más que como una simple forma de productividad. A la humanidad le quedan por delante decenios, tal vez siglos, para entender a fondo que las empresas son instrumentos no solo de producción, sino también de humanización. La pertenencia de un trabajador a una empresa establece lazos que no tienen reflejo en ningún contrato laboral por muy bien hecho que esté y por mucho que se maticen sus cláusulas, pues la dimensión del trabajo como factor de humanización todavía no ha calado en el sentir empresarial.

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Apuntamos en esa misma dirección al recordar que, un día como hoy de 1919, a las mujeres se les reconoció el derecho de voto en los Países Bajos. Se trata de un derecho muy concreto, importante dentro del conjunto de derechos que nuestra cultura ha negado sistemáticamente a las mujeres, que se ha visto sometido a muchas vicisitudes en las distintas naciones desde la última mitad del siglo XIX a nuestros días. Aunque todavía hoy hay países que no lo reconocen. Jamás una democracia podrá ser tal si, tras proclamar la soberanía popular, aparca en la cuneta a la mitad de sus ciudadanos. Y más difícil que conseguir el derecho a ser electoras está resultando reconocer el de ser elegibles en la proporción debida. Pero no lo sería si los criterios para hacerlo como es debido fueran solo los de capacidad profesional y méritos.

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Como si el día quisiera ponerse a tono con el contenido precedente, hoy nos presenta a dos hombres y una mujer, y, para no desnivelar el equilibrio reivindicado, a uno de los hombres lo aniquila como intruso al envolverlo en un fraude total. Comenzando por la mujer, como deben hacer los caballeros educados, , nos topamos de frente, en primer lugar, nada menos que con Greta Garbo, la famosa actriz sueca que nació un día como hoy de 1905. Se ha dicho que su rostro es quizá el más perfecto que ha pasado por la gran pantalla, el mejor arquetipo del rostro humano y el que facilita que el cine extraiga belleza existencial de una belleza esencial. Podría decirse de ella, además, que su soltería es como el compromiso existencial de comportarse como el amor platónico de cuantos la contemplan en la pantalla.

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En cuanto a los hombres mencionados, el auténtico es León Felipe, poeta español nacido en México que también fue actor, boticario, profesor en Norteamérica y conferenciante en toda la América Latina. La razón de aparecer aquí se debe a que falleció un día como hoy de 1968. Su vida bohemia lo sumió en una situación económicamente complicada hasta el inicio de su obra poética en Madrid en 1919, situación que él mismo describe en los términos siguientes: “he dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales, / he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos / y me ha dado limosna —Dios se lo pague— / una prostituta callejera”. Digamos que León Felipe es uno de los grandes poetas de lengua española, incluido, aunque con rasgos muy propios, en la generación del 27.

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En cuanto al hombre fraude que hoy nos sale al paso, tenemos al más destacado de los ciclistas de todos los tiempos de atenernos al número de “Tours”, ganados de forma consecutiva o no, pues es el único que ha logrado siete, los de los años 1999-2005. Nos referimos, claro está, a Lance Armstrong, nacido un día como hoy de 1971. Nadie ha conseguido una proeza como la suya y, posiblemente, nadie disfrutó tanto de su éxito mientras duró. El hecho de haber superado un cáncer de testículo en 1996, antes de su periplo ciclista en Francia, le propició la simpatía popular. Pero los fraudes en el deporte se pagan muy caros por aquello de que lo peor de todo es la corrupción de lo mejor. Poco le duró el éxito falseado, pues en 2012 fue desposeído de sus títulos e inhabilitado de por vida por haber consumido testosterona y hecho transfusiones de sangre para mejorar su rendimiento deportivo.

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El desayuno toca a su fin con el recuerdo de que hoy se celebra también el “día mundial del síndrome de Pitt-Hopkins”, enfermedad muy rara, con apenas 50 casos en todo el mundo, “un trastorno del desarrollo neurológico, caracterizado por retraso mental y retraso en el desarrollo”, que va acompañado de problemas respiratorios, que produce convulsiones recurrentes (epilepsia) y que tiene rasgos faciales característicos. Un día, en fin, para que sepamos que esa enfermedad existe y que hace la vida muy difícil a los pacientes que la sufren, aunque afortunadamente sean pocos. El hecho de dedicar un día a cada una de las enfermedades raras nos va haciendo más conscientes, aunque muy poco a poco, de cómo es realmente el mundo en que vivimos y de las enormes complejidades de la vida humana.

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Tras venerar a María como se la venera y tras saber el papel que algunas mujeres desempeñaron en el séquito de Jesús y en los inicios de la primera Iglesia, los dirigentes eclesiales del catolicismo deberían ser los primeros y más decididos defensores de todos los derechos de las mujeres. Lamentablemente, a pesar de haberse servido de ellas a lo largo de toda su historia como de auténticas esclavas, todavía distan mucho en nuestros días de reconocer plenamente unos derechos que van mucho más allá de que a igual trabajo corresponda igual salario. Obrando así, se han privado de la extraordinaria “fuerza de producción” de las mujeres, también en el campo de la evangelización. Si en ese mismo campo han hecho maravillas a pesar de estar tan postergadas, ¿qué no habrían logrado de haber podido actuar con completa libertad y competencia? En esto sí que la penitencia va en el pecado, porque, cuanto más tarde la Iglesia en reconocer esos derechos, más tiempo seguirá privada de su extraordinaria fuerza. Y aquí sí que no caben milongas ni evangélicas, ni dogmáticas, ni teológicas, pues, en lo referente a Dios, su gracia se distribuye por igual entre hombres y mujeres, sin ningún distingo de sexos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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