Desayuna conmigo (jueves, 2.7.20) “In medio, virtus”

Desgarro espiritual

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El adagio latino “in medio, virtus”, de resonancia aristotélica, nos sirve hoy circunstancialmente para proveer a nuestro desayuno de este 2 de julio. En años normales, en los no bisiestos, hoy sería justo el día central del año, con 182 días ya pasados y otros tantos por pasar. Este año, por ser bisiesto y haber tenido febrero 29 días, hoy es el primer día de la segunda mitad del año en curso.

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Sin duda el lector se preguntará, aun en el caso de seguir habitualmente las publicaciones de este blog, que a qué viene todo esto. La respuesta no puede ser más sencilla: en el blog nos hemos propuesto convertir este año en una especie de “diario alternativo”, pero que, a base de tesón y esfuerzo, el calificativo se ha ido quedando en la sombra para reducirse realmente a “diario”. Eso es lo que dejan patente las 183 meditaciones o reflexiones que hemos intentado hacer a lo largo de los días transcurridos, una más con la de hoy. No ha sido nada fácil, sobre todo algunos días cuando una página en blanco pedía de comer y la despensa parecía estar completamente vacía. Además, no valía cualquier cosa, pues la página demanda buena comida, un desayuno de calidad, que preste atención a lo que pasa en el mundo y sea responsable al sumergirse en honduras cristianas, como testimonio fidedigno e impregnado de sentido común en lo referente a lo primero, y como profesión de una fe férreamente anclada en el mismo Jesús de Nazaret en lo que atañe a lo segundo.

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Obviamente, el adagio latino aludido tiene un alance muy limitado, pues se circunscribe al caso en que sea necesario encontrar un equilibrio entre posiciones extremas. Un ejemplo claro es lo que está ocurriendo en estos momentos en la política española, irracionalmente polarizada por dos extremos minoritarios, que ni siquiera es preciso nombrar, los cuales han despojado asombrosamente de todo poder a los dos “centros” mayoritarios, que tampoco es preciso identificar. En cualquier caso, “virtus” adquiere todo su alcance y esplendor si al sentido ético, el que denota de por sí el término “ virtud” en cuanto opuesto a "vicio", se le añade el de “fuerza” o lo opuesto a la debilidad.

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Sin embargo, son muchos los casos en que la “virtus” está en los extremos, tanto en el sentido ético de “virtud” como en el de “fuerza”, es decir, cuando se trata de denunciar“medianías” o “mediocridades”. El ejemplo más impactante de “extremismo ético” es el del mismo Jesús, sin óbice para que él se comportarse como manso cordero llevado al matadero y se proclamase “humilde de corazón”, pues su peregrinar humano es una continua oración pidiendo ayuda a su Padre. Nadie en el mundo ha sido capaz todavía de formular reivindicaciones más duras y exigentes, tanto en el orden social como en el económico, que las bienaventuranzas evangélicas o las obras de misericordia que todo auténtico seguidor suyo debe practicar. Leer detenidamente los Evangelios y mirarse de frente en el espejo de Jesús producen escalofríos que hielan todos los egoísmos. No es de extrañar que el joven rico se diera la vuelta al ver lo que se le venía encima si se decidía a seguir a Jesús.

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También lo es de “extrema fuerza”. Los Apóstoles, seducidos por el ardor de su palabra y lo atractivo de sus promesas, al seguirlo se embarcaron en una nave que los llevó directamente al martirio. Ante los peligros, Pedro lo niega y los demás huyen, pero en ellos anidaba ya la “fuerza de su Espíritu”, fuerza que los “convierte” al retornarlos al redil y que, sacando fuerza de sus flaquezas, los lleva a proclamar ante todos los hombres las bienaventuranzas predicadas por el Maestro. Haciendo verdad lo de que los últimos serán los primeros, Jesús no se apoyó ni en los ricos ni en los poderosos para su predicación y para llevar a efecto su misión.

Pues bien, los ciento ochenta y tres aportes de este diario han intentado establecer criterios de ecuanimidad, de sentido común y de responsabilidad a la hora de valorar tanto los comportamientos sociales como los religiosos. Fuerza y virtud han sido dos condicionamientos previos, muy necesarios para no errar en el intento.

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No es fácil remover las entrañas de la sociedad injusta en que vivimos con vistas a que se “convierta” y mejore. Lo digo porque ni siquiera lo está consiguiendo, a pesar de las esperanzas confesadas de muchos, el horroroso impacto del virus que padecemos. Alcanzar tan encomiable meta requiere más “fuerza” y una gran paciencia prolongada, histórica. En realidad, a lo largo de la historia humana han sido muy pocos los que pueden ser valorados como auténticos profetas o guías de la humanidad, hasta el punto de que su rumbo ha dependido mucho más de los pequeños cambios que poco a poco se han ido produciendo en las sociedades  mismas. Sería insensato esperar que la sociedad en que vivimos cambie el  disparatado rumbo que lleva como efecto mágico de la predicaciòn de algún otro mesías, todavía por venir. La mejora necesaria ha de ser fruto del esfuerzo de millones de seres humanos de buena voluntad, empeñados en seguir haciendo el bien.

Y conste que tampoco es fácil hacer emerger hoy el mensaje evangélico genuino para que también sea portador de la buena nueva para los hombres de nuestro tiempo. El montón de ropajes con que, por intereses varios, se lo ha revestido a lo largo de más de dos mil años de historia lo han “desvirtuado”, cortándole las alas y acoplando su espíritu exigente a las medianías imperantes. Medianía ostentosa e incluso escandalosa es, de suyo, la institución eclesial tal como funciona en nuestro tiempo, tan sobrecargada de abalorios y privilegios; medianía es la celebración de rituales litúrgicos cansinos; medianía es la predicación rutinaria y acomodaticia de  consignas  exigentes para no incomodar a nadie ni verter fuego sobre la tierra para que arda; medianía es, sobre todo, la bendición de un sistema económico que tiende al lucro y al acaparamiento en vez  de promover la gratuidad y la comunión, que son las inconmovibles columnas sobre las que Jesús construye su vida de salvación y asienta su predicación.

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El tiempo dirá si el blog puede seguir manteniendo este ritmo tan exigente hasta completar el año. Será sumamente difícil, pero ganas no han de faltar. Día a día y línea a línea, será sobrada recompensa la satisfacción de, escribiendo o leyendo, aportar un granito de arena a la reflexión común que es la que, a la postre, tiene que releer el mensaje evangélico para restaurar su “virtus” en beneficio de los hombres de nuestro tiempo. De verdad que envidio y admiro a los muchos que ya están dando pasos importantes en esa dirección. Desde luego, lo están haciendo cuantos se parten como pan y se comparten como eucaristías vivientes. Lo de menos es qué color tenga su piel o qué religión profesen, porque en donde haya amor, allí estará presente la persona y la obra de Jesús de Nazaret. A nada conduce sentirse o tenerse por un "elegido de Dios", prurito insensato que le lleva a sentirse segregado de la sociedad, si la conducta no responde al patrón marcado por Jesús de Nazaret

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En atención a la condición de “diario” que también tiene el día de hoy, convertido por razón del calendario en “virtus reflexiva”, digamos que hoy nos salen al paso dos poderosos estrambotes, uno en el orden de las arraigadas fantasías populares y otro en el de los desgarros de la voz y de la vida. El primero se debe a que hoy se celebra el “día mundial de los OVNI”, esos objetos voladores no identificados, de los que, al parecer, hay muchos, que tantas imaginaciones han catapultado a las estrellas de la fantasía sin que todavía hayan podido asentar esperanzas humanas en ellas. Si del universo en que vivimos solo conocemos el 5%, al decir de los que algo saben sobre él, ¿qué misterios nos oculta el 95% restante? En esa sima de ignorancia caben todas las especulaciones. Sírvanos el día, cuando menos, para recordarnos no solo lo mucho que todavía ignoramos sobre el universo del que formamos parte, sin óbice para reconocer y ensalzar la gran sabiduría que ese 5% de conocimiento nos procura, sino también para calibrar lo pequeños que somos en un escenario que solo debería invitarnos a inclinar la cerviz para admirarlo con humildad.

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El segundo nos lo produce la muerte, un día como hoy de 1992, de “Camarón de la Isla”, cantaor gitano español, considerado como el mejor cantaor de flamenco contemporáneo y una de las más importantes figuras del flamenco, cuyas vida y voz desgarradas siguen clavándosenos en el corazón. La conmoción social que produjo su temprana muerte a los 41 años quedó profundamente grabada en el lema que envolvió la celebración de sus exequias: “¡Camarón vive!”. Mientras los OVNI dejan huellas de viento y humo en los cielos, envolviendo en fantasías sus misterios, Camarón las deja en las almas, suscitando emociones y buenos sentimientos. Con estos sencillos recuerdos invitamos a los lectores de este blog a sumarse a la emoción que hoy experimentan los seguidores de un hombre cuya voz es una haber en el patrimonio cultural de la humanidad.

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Que este día, inicio de la segunda mitad del año, nos aporte la “virtus” de su condición de tal, como cualidad del alma y como fuerza del espíritu, para seguir en la brega diaria de mirar, sin cataratas en los ojos, el evangelio de Jesús de Nazaret. Por difícil que sea, es preciso que los cristianos nos partamos y compartamos, que seamos una eucaristía real. Las bienaventuranzas no son un mensaje escrito en las ondas del viento o en las olas del mar, sino en el corazón de todos los hombres de buena voluntad. Allí donde un ser humano, sea cual sea su condición, su ideología o su creencia, se abre a las necesidades de otro, dándole de comer o consolándolo, es seguro que "Jesús vive" y que sigue haciendo el bien. El cristianismo no tiene vuelta de hoja: "en esto reconocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros" (Jn 13:35).

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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