Desayuna conmigo (sábado, 3.10.20) Inquietudes para este primer sábado de octubre

 

Agua, intestino y política

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Obviamente, a la altura de los tiempos que vivimos hay una globalidad de la vida en la Tierra que nos demuestra que todos dependemos de todos. Si alguien lo dudara, ahí tiene el coronavirus, dueño y señor de los cuatro puntos cardinales, paseándose sin necesidad de autovías por todas partes, pues le basta y le sobra para ello el vehículo en que se convierte todo cuerpo humano que se mueva y viaje. Quiero decir que, en este bendito planeta nuestro, todos dependemos de todos y que un simple estornudo en el más lejano Este puede desencadenar no solo un ciclón, sino la peste en el más lejano Oeste, curioso punto en el que ambos puntos se juntan y desaparecen por ser la Tierra esférica. Que los medios de comunicación se hayan desarrollado hasta poder servir en bandeja en cualquier lugar del planeta la noticia ocurrida en otro solo viene a demostrarnos la total interconexión de nuestras vidas.

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Hace ya mucho llegué incluso a escribir que los habitantes de los pequeños pueblos de los Parques Naturales, refiriéndome al puñado de pueblos, para mí tan queridos, de la Sierra de Francia, la mayoría de los cuales están situados dentro del Parque Natural de las Batuecas-Sierra de Francia, pueblos envejecidos cuyos habitantes ya no pueden con los cultivos que antaño fueron la base de sus vidas y vaciados de jóvenes, obligados a buscarse la vida en otras partes, merecían un salario por el solo hecho de seguir viviendo en el lugar. Parte esencial de un Parque Natural es, desde luego, la flora que lo convierte prácticamente en bosque, pero también la fauna que habita en él, incluidos los seres humanos que viven dentro de él y que son los que, en última instancia, lo hacen posible. Ilusa idea y vana propuesta, pues el dinero público, que lo hay, tiene lamentablemente otras prioridades.

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Esta extraña introducción viene a cuento de que este primer sábado de octubre nos obliga a mirar comprensiva y participativamente a América Latina y a un grupo determinado de seres humanos, los ostomizados, y de que este 3 de octubre lo hagamos también a dos países concretos, a Cuba y Alemania, con mirada de preocupación predispuesta a la colaboración. Lo de la América Latina viene a cuento de que hoy se celebra en toda ella el “día interamericano del agua”, promovido por el XXIII congreso de la Asociación Interamericana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental” (AIDIS), celebrado en 1992. Se trata de una celebración que pretende sensibilizar a todos sus habitantes sobre la importancia del agua para la salud y el desarrollo. En el año 2002, la OEA su sumó a la defensa de esa causa y comenzó a promover también la celebración de este día.

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En Latinoamérica (y también en el resto del mundo) aún existen millones de personas que no cuentan con el acceso al vital líquido y muchas otras que, aun contando con él, carecen de servicios adecuados de saneamiento. Solo el 3% del agua que hay en nuestro planeta es apta para el consumo humano. De ahí la importancia de no contaminarla y de consumirla de forma razonable. De no hacerse así, el rápido crecimiento de la población mundial convertirá el agua en un bien cada vez más preciado y escaso. Solo China, India y EE. UU consumen aproximadamente el 40% del agua disponible. El consumo medio anual por habitante y año va de los casi dos mil metros cúbicos en EE.UU. a los mil trescientos en Europa y a la media mundial de setecientos. Duplicar la población, cosa que ocurrirá dentro de no mucho tiempo al actual ritmo de crecimiento, supondrá dividir por dos ese consumo. Volviendo a la idea de globalidad que nos ha servido de introducción, de todos es bien sabido que, por ejemplo, el cuidado de las selvas amazónicas es muy importante para la conservación del medio ambiente y para el régimen de lluvias que rige toda la climatología.

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La mañana nos pide, además, que dirijamos una mirada de comprensión y atención a un pequeño colectivo humano como es el de las personas “ostomizadas”, algo más de cien mil solo en España. La “ostomía” es una intervención quirúrgica que realiza una abertura en el abdomen para expulsar al exterior las heces, los gases y otros fluidos corporales, que se recogen en una bolsa adherida a él de forma temporal o permanente. Dicha intervención deja secuelas físicas y, a veces, también emocionales, pues muchos pacientes experimentan una serie de sentimientos, miedos e inseguridades que termina llevándolos a la soledad y a un total aislamiento.

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De ahí que muchos de ellos necesiten el apoyo y la comprensión de cuantos viven en su entorno. A los seguidores de este blog puedo asegurarles que sé muy bien de lo que estoy hablando, pues una de esas personas es de mi propio entorno, aunque en nuestro caso tengamos la fortuna no solo de que esa persona se haya sobrepuesto por completo a su enfermedad y viva con absoluta normalidad, sino también de que haya colaborado en foros públicos con el personal sanitario pertinente para testificar, siendo ostomizada permanente, que se puede llevar una vida normal. Ni que decir tiene que ese testimonio vivo no solo pulveriza las aprensiones y depresiones de quienes, al verse en similar situación, piensan que el mundo se les ha venido encima, sino que anima a, en esa situación,  seguir sintiéndose activo y útil a los suyos y a toda la sociedad. La verdad es que resulta muy alentador que, mírese en la dirección que se mire, es fácil descubrir que vivimos rodeados de héroes.

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En nuestro propósito de hoy de ver el mundo entero por la mirilla de nuestra propia puerta de entrada, en este caso divisamos hoy a Cuba, aunque sea solo en lontananza por el tiempo transcurrido. Sin ningún ánimo de emitir un juicio valorativo sobre su política, la mañana nos recuerda que, en un día como este de 1965 y en un gesto premonitorio, cuando ya solo le quedaban dos años de vida, el Che envió a Castro una carta de despedida por considerar que su “misión cubana” había terminado y que tenía que llevar a otras partes su “revolución”, pretendidamente salvadora o libertadora de la opresión de muchos otros pueblos. Lo único que me cabe subrayar hoy aquí es el fervor y la entrega en cuerpo y alma del Che a una causa valorada por él como redentora, ejemplo claro de un apóstol dispuesto al martirio “sui generis” de morir por una causa humanitaria en un campo de batalla.

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En esa carta, el Che le dice a Castro: “en los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura”. Su honda y total entrega me recuerda la de tantos apóstoles cristianos que han hecho lo propio sin necesidad de empuñar armas, apóstoles que han dado mucho trigo sin ni siquiera predicar. Consuela pensar que, afortunadamente, la Iglesia católica cuenta en su haber con millones de héroes silenciosos, cuyas fotografías no se imprimen en camisetas y cuyas vidas no ocupan las cabeceras de los periódicos.

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Y también desde el orificio de la misma mirilla vemos hoy cómo la RDA pasó a formar parte de la RFA, un día como este de 1990, en un avance político que supuso la reunificación de toda Alemania. El feliz evento es revivido cada año, desde 1991, en la celebración hoy del “día de la unidad alemana”. Que la mirada suplicante con que hoy muchos europeos miramos a Alemania en busca de salvación económica testifique no solo el más completo y omnímodo perdón por su reciente pasado bélico, unión y reconciliación que tanto estamos necesitando los españoles, sino también el homenaje que se merece por ser pionera de uniones y por seguir tirando hoy del carro que es toda Europa.

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Bonito día el que nos presenta este desayuno de complicidades y solidaridades que apuntan a una vida que peligra por la contaminación del medio ambiente y que preserva la cirugía sanitaria, una vida que exige compromisos fuertes y totales de sus líderes y que se lleven a efecto muchos más proyectos de unión, geográficos y mentales. El coronavirus ha venido a demostrarnos que todos los seres humanos somos hermanos, pues de la vida de unos depende la de otros, y que, mal que nos pese, para lo que realmente importa, en el globo terráqueo no hay absolutamente ninguna frontera. Es lo mismo que predica o debe predicar el cristianismo por ser portador de una salvación realmente universal, montaje vital que se caería por su propio peso si admitiéramos una sola excepción.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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