Desayuna conmigo (jueves, 5.11.20) Mar y escuela versus

payasos y cuidadoras

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Aún no está lejos aquello de “la imaginación al poder” (viví, sufrí o disfruté, como se mire, mayo del 68 en París), que podría venirnos muy bien para el tiempo presente y, más en concreto, para el día de hoy. Referido al presente, por ejemplo, podría servir muy bien para desliar el monumental lío electoral que hoy campea en los nunca bien ponderados EE.UU., tierra de promisión para muchos y paraíso para la economía mundial. O también para poner orden y concierto en el batiburrillo de órdenes y contraórdenes, sobre cómo pararle los pies al coronavirus, que se ha montado en los reinos de Taifas en que se ha convertido nuestra querida España por falta de un buen liderazgo. Referido al día de hoy, es decir, al suministro de viandas para nuestro desayuno de esta mañana, aun a riesgo de rizar el rizo, esa portentosa imaginación podría muy bien dibujarnos un partido de tenis de dobles con el mar y la escuela a un lado de la cancha, y los payasos y las cuidadoras al otro, aquellos como malos o muy malos y estos, buenos o muy buenos.

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Así que, yendo a lo nuestro, lo primero con que nos encontramos esta mañana es con que hoy se celebra el “día mundial de la concienciación sobre los sunamis”, esas olas gigantes, causadas por lo general por alguna perturbación bajo el agua, que arrasan la costa llevándose por delante vidas y haciendas. Más de cincuenta sunamis en los últimos cien años se han tragado casi trescientas mil vidas, la mayor parte debidas al ocurrido en el Océano Índico en 2004. Tras tan devastador sunami, se aprobó el “Marco de acción Hyogo”, a realizar en los diez años siguientes, para reducir los riesgos en ese campo, cuyo principal fruto fue la creación de decenas de estaciones de vigilancia sismológica y del nivel del mar.

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La elección de este día tiene que ver con la curiosa historia del japonés Goryo Hamuguchi que, en 1854, alertó a los vecinos de su aldea de la inminente llegada de un sunami quemando sus gavillas de arroz. Una vez calmado el mar, aquellos aldeanos construyeron diques o terraplenes para protegerse, proyecto que daría sus frutos en 1946 cuando sufrieron otro sunami. El mar es muchas cosas, la mayoría de ellas muy positivas, pero no deja de ocultar un peligro latente para muchos de los millones de seres humanos que viven pagaditos a él. Si unos aldeanos japoneses pudieron luchar contra esos peligros en el siglo XIX, no cabe duda de que nuestras avanzadas sociedades del s. XXI pueden protegerse del mar mucho mejor.

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Y, si el mar es un peligro, no lo es menos la escuela para aquellos niños que, por apariencias o preferencias, se convierten en víctimas del sadismo descontrolado de compañeros que vierten en ellos sus propias carencias y frustraciones. Conocemos tan cruel fenómeno como “acoso escolar” o “bullying”, el hostigamiento permanente que hacen a un niño uno o más de sus compañeros con agresiones verbales y físicas sin causas que puedan justificarlo. Su gravedad no solo deja secuelas permanentes en muchos de los niños que lo sufren, sino también a veces los arrastra al suicidio. De ahí que hoy se requiera nuestra atención sobre él al celebrar “el día internacional contra la violencia y el acoso escolar, incluido el ciberacoso”, celebración que se hace cada año el primer jueves de noviembre. El ciberacoso se diferencia únicamente porque el hostigamiento se lleva a efecto a través de los muchos medios de comunicación de que hoy disponen los niños.

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No es de extrañar que la tensión en que vive la sociedad convierta en auténticos verdugos a muchos de los niños que sufren agresiones y desprecios en sus propios hogares, terribles pautas de conducta que reproducen a su vez con otros niños. De ahí que la mejor manera de afrontar tan grave problema, para que los verdugos y las víctimas no sean tales, sea la de aunar la tarea educativa de progenitores y profesores para fomentar en los niños la autoestima, la voluntad, la sinceridad, la empatía y la amistad. La niñez es una etapa muy hermosa, que todos los niños deberían vivir a fondo, y también muy fecunda para que progenitores y educadores siembren buenas semillas. Por ello, debería estar prohibido robársela y desaprovecharla, y condenado severamente permitir que los mismos niños la conviertan en un infierno para algunos de ellos.

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Nadie debe dudar de que, si los adultos soñamos con un mundo mejor, deberemos formar hombres y mujeres que respeten, valoren y amen la vida, pues eso es lo único que nos garantizará que mañana podamos gozar de una sociedad sana, pacífica y realmente humana. El tiempo transcurre tan de prisa que los niños de hoy se harán adultos rápidamente y se convertirán en protagonistas de la vida social. Solo entonces nosotros mismos podremos recoger los frutos de lo que  hayamos sembrado en ellos.

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Pasemos ya al otro lado de la cancha, primero, para soltar unas buenas carcajadas, que bien necesitados que estamos en los tiempos que corren, viendo los atuendos, gestos y peripecias de personajes tan importantes para una sana sociedad como son los payasos. Hoy es el “día internacional del Payaso,”, una celebración orquestada en torno al día de nacimiento de “Miliki”, el bondadoso payaso que tanto nos entretuvo e hizo reír. El del payaso es, afortunadamente, un oficio que no conoce fronteras ni razas y que, prácticamente, solo habla el idioma de la imaginación y del corazón que todos los seres humanos conocen y con el que dialogan a base de carcajadas y sonrisas.

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Como profesión, la de payaso ya tiene miles de años de historia, pues en la corte de los antiguos faraones de Egipto ya existían los bufones con la misión de entretener y hacer reír a los cortesanos y al mismísimo faraón. También se cuenta de Montezuma que tenía en su palacio enanos y bufones jorobados para hacerle reír. Por lo demás, los payasos han venido llenando o rellenando durante siglos los espectáculos de circos y revistas del corazón. Y, por tratarse de una profesión muy en consonancia con la humanidad, son incontables los payasos que han dedicado muchas horas de trabajo a entretener a los niños hospitalizados y a colaborar con la recaudación de fondos de muchas campañas humanitarias.

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Lo dicho pone en evidencia el desacierto de cuantos han desvirtuado de una o de otra manera la imagen noble y afable de los payasos, sea utilizándolos como personajes siniestros de terror, sea identificando su nombre con quienes solo se comportan como idiotas o sea disfrazándose de tales para cometer fechorías impunemente. La verdad palmaria es que se trata de gentes que tienen una sensibilidad humana muy especial, que les lleva a conectar a la perfección con cuantos atraviesan situaciones difíciles y dolorosas y que los convierte en animadores de la vida social y en auténticos sanadores del espíritu.

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Y, segundo, formando tándem profesional y humano con nuestros queridos payasos, en el mismo lado de nuestra cancha tenística nos encontramos, también afortunadamente, con las cuidadoras. Lo digo así, en femenino, porque mujeres son la mayor parte de las personas que se dedican a cuidar a quienes viven en situación de dependencia. Todo ello se debe a que también hoy se celebra el “día internacional de las personas cuidadoras”, un día dedicado a aquellas personas de las que depende que muchos mayores e incapacitados puedan seguir no solo viviendo, sino también teniendo una cierta calidad de vida. Una prueba clara del avance de la calidad de vida es que hoy podamos no solo vivir mucho más, sino también hacerlo en condiciones de cierta dignidad cuando no nos valgamos por nosotros mismos.

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Son millones las mujeres que en todo el mundo se dedican a “cuidar” personas que no podrían vivir por sí mismas. Mi implicación durante largos años con el mundo del alzhéimer me lleva hoy pensar de modo especial en los miles de mujeres a las que, a su vez,  tratan de cuidar las asociaciones respectivas. La entrega del cuidador a la persona enferma, de alzhéimer en nuestro caso, es de tal calibre que también el cuidador necesita cuidados especiales para no olvidarse del todo de sí mismo ni caer en un pozo de nihilidad cuando muera su enfermo. Afortunadamente, en nuestra sociedad hemos superado casi del todo las tentaciones nazis de eliminar estorbos al reconocer la dignidad intrínseca de toda vida humana, sea cual sea la situación concreta de cada viviente.

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El partido que hoy hemos imaginado es muy largo y se seguirá jugando en la sociedad. Confiemos en que, al final, la sonrisa y los cuidados ganen a los peligros que puedan originarse en el mar y en los colegios. Aunque dolidos y a veces postrados, seguiremos adelante con alegría en el corazón y la seguridad de que, cuando llegue nuestro momento, habrá una mano generosa que nos acaricie. Es algo de lo que nunca debería dudar quien se sienta realmente cristiano al saber que lo sostiene una fuerza que no es la suya y lo mima una amorosa paternidad que nunca quiebra.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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