Desayuna conmigo (sábado, 7.3.20) Mentes privilegiadas

De santo Tomás a Tarancón

Vidrieras sobre Santo tomás
En plena vorágine del coronavirus y del feminismo, plagas que azotan una el cuerpo y otra la convivencia social (mañana me centraré en exponer hasta qué punto estoy a favor de la igualdad de la mujer con el hombre), dos son los varones que hoy nos salen al paso con el enorme peso y trascendencia de sus vidas para las de todos los demás.

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Dicen del recién nombrado presidente de la CEE, cardenal Omella, que es como una especie de reencarnación del cardenal Vicente Enrique y Tarancón o una reproducción suya o su sombra. Tal ocurrencia nos conecta hoy muy bien con el recuerdo precisamente del nombramiento de este como presidente de esa misma conferencia episcopal un día como hoy de 1972, al frente de la cual estuvo tres períodos de mandato, casi diez años.

En sus Confesiones, publicadas dos años después de su muerte en 1996, refleja su intención de desligar la Iglesia del régimen franquista debido a que creía que había pagado un alto precio moral “por apoyar" al régimen que los ciudadanos no llegaron a perdonar nunca. Para lograr lo que logró tuvo que comportarse como hábil equilibrista que se deslizaba sin red de la fe cristiana a la política española y viceversa

En el funeral de Carrero Blanco

Desde luego, estamos ante una figura trascendental para el tránsito de la dictadura a la democracia en España. En 1973, durante el funeral por Carrero Blanco, vivió seguramente sus horas más amargas al tener que oír y soportar los gritos de "Tarancón al paredón”, encajar la negativa de saludo del ministro de Educación y verse obligado a salir por la puerta de atrás de la basílica para evitar agresiones.

Algunos pensamientos suyos, que recojo a continuación y que no necesitan comentarios aclaradores, manifiestan hasta qué punto se adelantó a su tiempo. En el nuestro, Tarancón sería seguramente, por lo expresado en ellos, uno de los más acérrimos defensores de las formas y enfoques del actual papa Francisco.

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Sobre la Iglesia en general: La Iglesia hasta ahora se nos había presentado como defensora de la fe, y en los tiempos presentes aparece como peregrina, con una dimensión más dinámica.

El gran problema clerical: El mundo se ha secularizado y los sacerdotes no acaban de encontrar en él su puesto. Se hallan desconcertados y desengañados. Por su condición y carácter, apenas si pueden ya ser líderes, y entonces sufren la atormentadora tentación de conseguir su liderazgo.

Ritos y vida: En las fórmulas y en los ritos, se pone todavía el acentuadísimo acento de la Iglesia, y no en la integridad de la vida. Esto explica que católicos, y no católicos, estimen que la Iglesia es cosa de obispos y curas, considerándola como algo ajeno a ellos mismos".

Sin duda, Tarancón fue un gran hombre que influyó poderosamente en el devenir de la Iglesia española y uno de los principales artífices del “milagro” de la transición española.

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Por otro lado, la muerte un día como hoy de 1274 nos hace presente la gigantesca figura eclesial de santo Tomás de Aquino. En este blog ya me he referido a él y hasta he hablado del viejo juramento de defender su doctrina que me tocó hacer cuando estudiaba teología con los dominicos en los años sesenta.

Para enriquecer y darle sabor a este desayuno, digamos cuando menos que él fue el mejor teólogo de la eucaristía, pero seguramente mucho más por sus cantos que por su meticulosa exposición sobre la “presencia real” de Jesucristo en las especies sacramentales. Era ese un tema tan absorbente en su tiempo que, al abordarlo, santo Tomás convirtió su estudio en una especie de laboratorio en el que, a base de bisturí, diseccionó el sacramento hasta desentrañar su ADN y descubrir la piedra filosofal de sustentación de la anhelada presencial real nada menos que en la “sustancia” del pan y del vino, una parte del ser de pan y de vino que podía cambiar milagrosamente sin necesidad de que cambiaran ni sus “accidentes” ni sus virtualidades gastronómicas. Ello llevó a la identificación, sin más, de la eucaristía con Jesucristo e incluso dio pie para que algunos llamaran antropófagos a los cristianos que comulgaban. Pero no es lo mismo ser una persona que un sacramento porque la entidad del último se cifra en su condición de “significado”, la del pan que deviene “pan de vida” y la del vino, “bebida de salvación”.

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Si fuera procedente tal identificación, uno podría atreverse a pensar que, en muchas de las misas que se celebran en las iglesias y templos católicos, Jesús tendría que saltar, un tanto airado, de las custodias en las que se expone la hostia consagrada para volver a coger un látigo y echar del templo de nuevo a tantos “cambistas” de favores e intereses que las frecuentan. Sé que lo dicho es una tontería irreverente, pero muy ilustrativa, pues Jesús no parece que haya venido a este mundo para que, poniéndonos de hinojos, nos demos golpes de pecho ante su presencia "sacramental" en la eucaristía, sino para que, comiéndola y dejándonos comer en ella, tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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