Desayuna conmigo (sábado, 1.2.20) Miscelánea viajera

Desde China y Asturias al espacio, bordeando Gran Bretaña

Coronavirus de Wuhan

Esta mañana me veo inundado francamente de temas que requieren algo de atención, pues tenemos, por un lado, la enorme preocupación que está causando en todas partes el “coronavirus” chino y, por otro, dos  acontecimientos asturianos ocurridos en este mismo día: la muerte del “rey asturiano” Ramiro I en el año 859, es decir, ayer mismo, y la proclamación de la autonomía asturiana en 1982,con el remate final de la impactante catástrofe del transbordador espacial Columbia en 2003, en la que murieron sus siete tripulantes, y la guinda del pastel de la borrasca británica.

Los siete astronautas del transbordador Columbia

El coronavirus viene a demostrarnos, una vez más, lo frágil que es la vida humana, una vida a la que con frecuencia tratamos a la baqueta, con agresiones y abusos. Nos pone sumamente nerviosos saber que se trata de una pandemia que está atacando fuerte en muchos países, en algunos de los cuales se ha tragado ya un buen número de víctimas. El miedo nos alerta para desplegar el enorme potencial de contención con que hoy cuenta la humanidad, al tiempo que se trabaja aceleradamente en los laboratorios para neutralizar y erradicar el virus. Haríamos bien los humanos en valorar como es debido nuestra vida y defenderla, además de de este endiablado coronavirus, de cuantos ataques voluntarios le infligimos nosotros mismos o de cuantos fortuitos le lleguen de fuera.

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En cuanto a la escala que el viaje de hoy nos obliga a hacer en Asturias, por un lado nos topamos de bruces con la maravilla del palacio de Santa María del Naranco, la joya del arte ramirense o prerrománico con que sentó sus reales el rey Ramiro I, y, por otro, hasta cabría bromear sobre que, puestos a hablar de naciones independientes dentro de España, seguramente habría que comenzar por este reino o autonomía nuestra, contando además, claro está, con la fuerza guerrera y espiritual de la “Santina”. Haber sido reino con una heroína belicosa de por medio y ser hoy una autonomía uniprovincial podría facilitar las cosas.

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Sin embargo, puede que ese trasfondo geográfico, político y religioso, tan amurallado de montañas, sea la causa de que los asturianos, lejos de prosperar hoy como era de esperar, nos veamos obligados a recular como los cangrejos e ir tirando para adelante como se pueda, al amparo tal vez de la solidaridad interregional. Durante los más de cuarenta años que llevo viviendo de seguido en esta tierra, Asturias no ha hecho más que ir deteriorándose. Sin meterme en honduras, puede que todos sus males se deban a su condición de pequeño reino y pequeña autonomía, que soporta el peso de una clase dirigente tan numerosa como cara, absolutamente incapaz de sacar el partido debido de la industria puntera de la minería y la siderurgia que se enseñoreaba de esta tierra cuando yo me vine a vivir a ella.

Si desde este “paraíso natural” pretendemos subir al cielo, el corazón se nos encoge al rememorar la catástrofe, un día como hoy de 2003, del trasbordador espacial Columbia, sabiendo que en su interior viajaban siete astronautas. Es admirable que un animal como el hombre, tan pegado al suelo por la gravedad y por el peso de sus propios pensamientos, tan zarandeados por los tributos que exige el hecho de vivir y por la fuerza con que lo vapulea tantas veces una naturaleza reacia a que le arranquen sus secretos, haya sido capaz de dominar los cielos y remontarse tan alto para instalar en el espacio artefactos que le ayuden a conquistar satélites y planetas.

La Tierra vista desde la Luna

Con solo que el común de los mortales pudiéramos tener alguna de las experiencias de los astronautas cuando contemplan, en el lejano horizonte de sus naves, lo minúscula y hasta casi imperceptible que es la Tierra, habríamos recorrido un largo camino a la hora de resituar en ella nuestros problemas y darnos cuenta de que nos ahogamos con frecuencia en nimiedades circunstanciales y, sobre todo, de que cuanto no hagamos en favor de la vida, la nuestra propia y las de todos los demás, será tiempo perdido.

Viajemos hoy tranquilos, con la esperanza irrompible que predica este blog, pero sin adentrarnos en el espacio aéreo británico para que no nos pille y amargue el día una tremenda borrasca.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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