Desayuna conmigo (viernes, 11.12.20) Morada preferida del Dios antiguo

Relevancia del papa hodierno

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Reflexión a vuela pluma la de esta mañana por desplazamientos inaplazables. Aunque no soy montañista, y menos escalador, la verdad es que las montañas siempre han ejercido sobre mí un fuerte atractivo, seguramente porque nací en una “sierra” y se me quedó muy grabado lo que oí decir de muy niño a unos turistas: que aquel lugar era muy bonito y, de hecho, al andar del tiempo, el pueblo figura hoy entre los más bonitos de España. En mis largos paseos y recorridos de estudiante y también después, ellas me han ofrecido todo su potencial paisajístico y estético como premio por fijarlas como meta. Es esa una debilidad que, creo yo, también debía de sentir el viejo Jehová del Antiguo Testamento al hablar con sus amanuenses o mostrarse al mismo Moisés, cuya trascendental misión de libertador de Israel lo llevó, además, a morir en el monte Nebo, penillanura jordana que se descuelga hacia el Mar Muerto. El Sinaí, el Tabor, el Huerto de los Olivos son montes donde se han instalado atractivos escenarios del deambular israelí y de la vida misma de Jesús, crucificado en el monte (pequeña colina) Calvario. También han sido lugares preferidos para emplazar tantos santuarios marianos, algunos tan próximos a mi propia trayectoria humana como los de Covadonga, Montesclaros y la Sierra de Francia.

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Las montañas nos salen al paso hoy de la mano de la ONU por referirse a ellas, en el apartado 15 de su “Agenda 2030”, como muy importantes para que el frágil ecosistema en que vivimos pueda alcanzar los objetivos de un desarrollo sostenible. Digamos que, además de sus aportes específicos para la vida en la Tierra, como fuente de energías hidráulicas, solares, eólicas y de biogás, en ellas vive un 15% de la población mundial. Nada tiene de particular que la ONU proclamara el 2002 como “año internacional de las montañas” y propusiera que el 11 de diciembre se celebre el “día internacional de las montañas”. La celebración de este año, la de hoy, fijándose en la “la biodiversidad”, se propone dar a conocer las amenazas, los riesgos y las posibles consecuencias que sufriremos, si no se protegen como es debido los espacios montañosos que tanto bien aportan a toda la humanidad. 

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Lamentablemente, las montañas no han escapado a la acción depredadora de un hombre que se ha dado prisa en extraer de ellas, sin orden ni concierto, la inmensidad de bienes que albergan: gran variedad de especies animales, abundante vegetación, numerosos riachuelos de agua cristalinas, riqueza maderera y muchos otros recursos minerales. Ya se ha dañado seriamente el equilibrio ecológico al que tanto contribuyen las montañas. Ciertamente, hemos logrado increíbles avances tecnológicos para mejorar nuestras vidas, pero estamos pagando un precio muy alto por un confort que ha sido fruto de rapiñas. El problema es de tal envergadura que hoy necesitamos unir todas nuestras fuerzas si queremos conseguir que la sociedad siga avanzando sin romper el equilibrio esencial de los ecosistemas.

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La Cordillera del Himalaya, con el pico Everest como estrella, se ha convertido, además de en un reto constante para los alpinistas y escaladores, en símbolo de la suprema belleza a que aspiramos los seres humanos, aunque su ascenso exija a veces atravesar el infierno o termine siendo un cementerio. Si todas las panorámicas que se ven desde cualquier montaña, incluso desde las pequeñas colinas, son bellas y elevan los ánimos, no es difícil imaginar la exaltación de los más osados alpinistas al coronar cumbres que rondan los nueve mil metros de altura. El viejo Dios del AT sabía muy bien lo que se hacía al entregar a Moisés las tablas de la ley en el monte Sinaí y, anunciándole su propia muerte, mostrarle la Tierra Prometida a su pueblo desde un monte que ni siquiera merece tal denominación desde la parte jordana. El hechizo de las montañas se ha transformado a veces en simulacro de una voz divina que nos arrastra hacia el insondable misterio de Dios.

El tango

Tras pasearnos por las alturas de la Tierra, la mañana nos invita a una especie de descenso brusco para llevarnos a las profundidades corpóreas del hombre en un acercamiento cariñoso al alma misma de la Argentina. Lo digo porque hoy también se celebra allí el “día nacional del tango”, el baile corporal por excelencia y tan lleno de danza: “El tango es un género musical de Argentina, concretamente de la región rioplatense, en el que dos personas bailan de manera acompasada al ritmo de la música, con movimientos muy lentos, pero donde se ejecutan una variedad de pasos muy sensuales, que terminan cautivando al espectador”. Allí es bastante frecuente ver a la población organizar eventos, competiciones y otras actividades en torno a este baile, que se ha hecho universal y que ha merecido el reconocimiento de ser Patrimonio cultural de la humanidad.

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La celebración hoy del día nacional del tango se hace en homenaje al cantante Carlos Gardel y al compositor Julio de Caro, que le dieron a este baile la trascendencia mundial que hoy tiene.  Carlos Gardel, nacido en Argentina en 1933, es considerado como el máximo exponente de este género musical. Su característico estilo a la hora de interpretar el tango en los escenarios y en las películas de las que ha sido protagonista le dio tanta fama mundial a él como al tango mismo. Tras haber tenido una infancia pobre, llegó a vender millones de discos y a conquistar no solo los escenarios del mundo, sino también los corazones de varias generaciones. Hoy son millones las personas que practican esta peculiar danza y escuchan una música melancólica y nostálgica que las cautiva y embriaga, meciéndolas con letras rebosantes de poesía.

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Recordemos, antes de concluir este apresurado desayuno que, un día como hoy de 1576, la Inquisición autorizaba la libertad de fray Luis de León tras haber sido encarcelado durante varios años, debido principalmente a haberse atrevido a traducir al español el “Cantar de los cantares bíblico”. ¡Menos mal que no terminó en la hoguera un personaje tan importante para el humanismo cristiano! Y recordemos también algo más digestivo y dulce como fue que, un día como hoy de 2013, la revista Time nombrase al papa Francisco la “Persona del año” por su compasión pese a ocupar el trono más alto de la Tierra, por su condición de gran líder pese a no tener ni ejército ni armas, y por la esperanza que su cercanía cálida aportó a millones de personas que desconfiaban de la Iglesia católica. Se trata de razones que, en los siete años transcurridos desde entonces, no han hecho más que agrandarse y multiplicarse.

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Un bonito viaje el de hoy, que desciende de las altas montañas de la Tierra, en las que al antiguo Dios le plació morar y mostrarse, a la cautivadora compasión de un papa que se mueve como pez en el agua entre las personas más desvalidas y se complace regalándoles toneladas de bondad, de cercanía y de calidez humanas. Definitivamente, los cristianos no adoramos a un Dios arcano y hosco, sino a un padre cariñoso al que le gusta disfrazarse con los rostros de tantos seres humanos necesitados. No es el cristianismo una religión de reclusión, de intimismo y de alabanza extasiada, sino de acción salvadora comprometida, capaz de curar pústulas y de ayunar para dar de comer a los hambrientos. La entrega y la elegancia del tango marcan un camino cuyo recorrido, que requiere entrega total, hace chirriar el cuerpo.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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