Desayuna conmigo (lunes, 14.12.20) “Muero porque no muero”

Nostradamus y los monos

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Hace tres o cuatro años, tuve la fortuna de poder asistir al desarrollo de la celebración de la “Noche de Almas Blancas” en Mogarraz (Salamanca), mi pueblo, al anochecer del día de Todos los Santos. En el escenario excepcional de un pueblo que es Conjunto Histórico y uno de los más bonitos de España, con sus calles iluminadas por velas y acompasados por el toque lastimero de las campanas de la torre, discurría una nutrida procesión de devotos, jalonada de la recitación musicada de poemas seleccionados entre los mejores de la literatura española. Pues bien, el cielo se me fundió con la tierra mientras mi espíritu se desbordaba para invadir todos los rincones y el laborioso discurrir de las vidas de los mogarreños, muchos de ellos asomados a las fachadas por donde discurría el cortejo, al asistir a la recitación del “Vivo sin vivir en mí” de san Juan de la Cruz: ¡Ay!, ¡qué larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros, / esta cárcel, estos hierros / en que el alma está metida! / Sólo esperar la salida / me causa dolor tan fiero, / que muero porque no muero”. Era el suyo el grito de dolor de cuantos, hundidos en la ciénaga, ansiamos salir a flote para poder respirar a pleno pulmón.

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Esta sentida y emotiva evocación viene a cuento de la celebración de la festividad de san Juan de la Cruz, que murió un día como hoy de 1591. Podríamos decir que Juan de la Cruz es, ya de por sí, una mística denominación que sustituye la prosaica de “Juan de Yepes Álvarez”, el fraile reformador del Carmelo que sacó fuerzas de su inspiración mística y que tuvo la maestría de dejarla por escrito en poemas que siguen haciendo las delicias no solo de los cristianos devotos, sino también de los más descreídos y hasta de los “se dicentes” agnósticos y ateos. Para muchos, este fraile, tan prendado de la obra y de la espiritualidad de nuestra simpar Teresona, alcanzó con sus poemas no solo la cumbre de nuestra excelsa mística, sino también la de la poesía en lengua española.

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Sus obras poéticas, como “Noche del alma”, “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva”, o de prosa poética como Subida del Monte Carmelo”, “Noche oscura” y “Cántico espiritual” no solo adornan los muebles de salón de las casas de muchos cristianos e incrédulos, sino también mantienen vivo y nutren el espíritu de cuantos tenemos la sensación de vivir tiempos descarnados, esqueléticos, desérticos. Estoy seguro de que, si hoy pudiéramos ahondar en las razones insondables que mueven a millones de seres humanos a dar cuanto pueden de sí sin pensar en ellos mismos, como voluntarios o colaboradores de tantas ONG, descubriríamos las mismas bellas panorámicas espirituales que alimentaron el alma excepcional de nuestro gran místico. El día de hoy nos despierta, pues, con la irrupción de un torrente de belleza y de sentimiento que incluso puede sernos muy útil para aceptar con entereza las exigencias de sentido común que nos impone la contención de la pandemia que padecemos.

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Más allá de las bellas realidades tangibles que la figura y la obra de san Juan de la Cruz nos ofrecen, esta mañana también podríamos divertirnos paseándonos por la biografía y obra de Michel de Nôtre-Dame (Nostradamus), que nació un día como hoy de 1503 y cuya ascendencia judía, junto con su condición de boticario, le cerró las puertas de la Universidad y le obligó a lidiar con una peste que se llevó por delante a toda su primera familia. Su afición a la astrología y una supuesta capacidad adivinatoria convirtieron su almanaque de 1550 en su famoso libro “Les Propheties” de 1555, que no solo le granjeó el apoyo de Catalina de Médici, sino que dio pie para que muchos lo hayan utilizado, a lo largo de siglos y a conveniencia propia, como predicción detallada de cuantos acontecimientos sobresalientes han ocurrido hasta nuestros días. Sin embargo, los entendidos han desechado que Nostradamus tuviera poderes proféticos, pues las predicciones que se le atribuyen, manipuladas a capricho, son tan etéreas y vagas que podrían aplicarse a cualquier cosa.

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Tras haber saltado de la densidad de la poesía divina de Juan de la Cruz a la pura especulación adivinatoria de Nostradamos, ahora nos toca dar otro gigantesco salto en el tiempo, hacia atrás y hacia adelante, debido a que hoy se celebra el “día mundial del mono”. He dicho “hacia atrás” porque este animal nos descubre una gran parte de nuestro propio ser de hombres, al provenir ambos de un tronco común y compartir con él quizá algo más del 95% de lo que somos. Y también “hacia adelante” porque, aunque haya 260 especies de monos en todo el planeta, la verdad es que hoy es un animal en serio peligro de extinción a causa de los comportamientos humanos que no solo le roban su hábitat, sino que lo cazan furtivamente por motivos económicos y lúdicos. Monos como el Eulemur macaco, el de Dollman, el mono araña, el Gálago de Rondo y el Capuchino corren ya serio peligro de desaparecer del mapa. Hay bandas armadas que los cazan para cambiarlos cada uno por 10 fusiles kalashnikov, con un valor que oscila entre diez y quince mil euros. Hasta el más lego en la materia puede advertir fácilmente que en los comportamientos de los monos se reflejan muchos de los nuestros, como la capacidad para sonreír, para comunicarse a través de signos y para expresar emociones de alegría o depresión. Ocuparnos hoy de ellos y de sus acuciantes problemas equivale a dar un paso adelante en la solución de los nuestros.

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Hasta ayer mismo, también nosotros trepábamos a los árboles y cazábamos y nos alimentábamos como hoy los hacen los monos, en quienes perviven muchas de las características que tuvimos. ¿Podría un cristiano leer el Génesis convirtiendo a Adán en un mono, que es lo único que podría haber ocurrido si de un relato histórico se tratara? ¡Imposible de toda imposibilidad para justificar tan extrañamente la introducción del mal en el mundo! Ellos, los monos, y nosotros, los hombres, somos animales que se las ven, sin saber ni cómo ni por qué, con una naturaleza de la que tienen que vivir. Pero hoy, mientras los monos apenas pueden sobrevivir por carencias de todo orden, los humanos despilfarramos sin miramientos. Es hora de rebobinar para permitir que en esta tierra nuestra haya acomodo posible no solo para todos los hombres, que no lo hay, sino también para todos los monos y los demás animales, cuyas vidas están tan entrelazadas con las nuestras. Nostradamus nos dibujó un mundo de aventuras irreales y Juan de la Cruz nos describió un sendero místico que nos catapulta mucho más arriba del Everest. El virus que padecemos nos resitúa en el lugar que merecemos y que realmente ocupamos, el de la nada cósmica que somos, retándonos a seguir el único camino transitable que nos queda, el de la solidaridad y del amor cristianos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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