Desayuna conmigo (viernes, 31.1.20) Paz y violencia

Educación

Todos por la paz

La dedicación escolar de ayer a la no violencia y a la paz nos deja el regusto o la resaca esta mañana de una hermosa gracia que llama insistentemente a nuestra puerta. Los niños de infantil del colegio al que acude mi nieto nos han regalado a los abuelos un corazón con alas y la palabra “paz” en el centro, hecho por ellos mismos.

Escuela infantil

La cultura humana constituye de por sí un universo que engloba no solo las enseñanzas académicas, sino también el aprendizaje de toda una vida, cuyas fuerza y curiosidad nos mantienen siempre despiertos y hambrientos de saber, a tenor del dicho popular que dice que “no te acostarás sin saber una cosa más”. A criterio de mi maestro fray Eladio Chávarri, ese universo constituye una de las cuatro grandes praderas (las otras tres son la biótica, la natural cósmica y la metahistórica) en que pace el ser humano a lo largo de su vida. La educación como conducción a la madurez necesita, para ser tal, que el educando se vaya armando poco a poco de valores y despojándose de contravalores, es decir, que vaya desarrollando y potenciando cuanto favorece la vida y achicando y desechando cuanto la deteriora.

El papa Francisco y la paloma de la paz

Mientras no seamos sujetos adultos, es decir, mientras no tengamos una capacidad crítica suficiente para enjuiciar nuestros comportamientos por nosotros mismos (capacidad que muchos individuos no logran alcanzar a lo largo de toda su vida), somos permeables a cuanto acontece a nuestro alrededor y a cuanto nos dicen los demás. Los niños aprenden por imitación y otro tanto hacen los adultos que nunca logran salir de su niñez. No disponer de más recursos que el de la imitación nos hace muy vulnerables, tan vulnerables como son siempre los niños.

Gandhi y la paz

Manipulación y capacidad crítica son inversamente proporcionales: a más capacidad crítica, menos manipulación, y viceversa. Muchos seres humanos nunca dejarán de comportarse como plastilina en manos de otros. A quien no tiene criterios propios es muy fácil seducirlo para esclavizarlo. Aunque la esclavitud se abolió definitivamente en Francia en 1848 y en España, tras muchas vicisitudes, en 1886, a muchos seres humanos se los mantiene amarrados con sutiles cadenas también en nuestro tiempo. De hecho, abundan las sociedades con miembros adocenados y los partidos políticos con votantes aborregados, que, por carecer de criterios propios, van donde otros los llevan y hacen lo que ellos les ordenan.

A nadie debería extrañarle el interés que ponen los dirigentes de muchos partidos políticos en manejar la enseñanza reglada para utilizar los colegios como semilleros de votos. Los colegios, esos centros sagrados en que se supone que los niños y los adolescentes aprenden lo necesario para convertirse en ciudadanos responsables no solo de sus vidas, sino también de la sociedad de la que forman parte, se ven reducidos muchas veces a ser caladeros para quienes solo pretenden conseguir adeptos sin demasiados esfuerzos y sin escrúpulos de ninguna clase.

Gandhi

El mensaje de ayer, día en que fue asesinado en 1948 Mahatma Gandhi, propugnaba “amor universal, no violencia y paz”. Al amor universal se opone el egoísmo; a la no violencia, la violencia, y a la paz, la guerra. Sin darnos cuenta, estamos hablando de valores en pugna abierta con sus correspondientes contravalores. Que el criterio sea tan obvio no nos exime de hacer un gran esfuerzo para que impere en nuestra conciencia y en los ordenamientos sociales, sobre todo en lo que se refiere a la educación durante la formación escolar, cuando somos muy vulnerables y manipulables. El contravalor está siempre ahí, al acecho, como señuelo que nos seduce fácilmente con su placer endiablado. ¡Es tan reconfortante la venganza y tan difícil el perdón! Sin embargo, hemos de enseñar a nuestros hijos y nietos que lo humano y lo magnánimo es el perdón, y que la venganza, en vez de traernos el apaciguamiento espiritual que promete, nos hunde en una guerra sin armisticio posible.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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