Desayuna conmigo (jueves, 16.4.20) Pequeños héroes, sin corona ni aplausos

 

Mucho que aprender

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En el escenario de la esclavitud infantil hay distintos frentes, ocupados por más de doscientos millones de niños en todo el mundo. Hablamos del trabajo forzoso infantil, de la trata infantil, de la explotación doméstica infantil, del matrimonio forzoso de tantas niñas, de los niños soldados totalmente robotizados y también, ¡qué gran desgracia!, del abuso sexual de menores. Un panorama más que negro que justifica las reivindicaciones urgentes del día internacional de la esclavitud infantil que celebramos hoy. En la sociedad de rapiña y medro económico en que vivimos, les robamos la infancia a muchos niños y seguimos adelante tan panchos. ¡Qué vergüenza que los mayores explotemos a los niños para sacarles partido económico o placentero!

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Este tema, que tan mal estómago nos deja a quienes nos avergonzamos de comportarnos como los peores animales imaginables, propicia que hoy dirijamos una mirada de simpatía a los cientos de miles de niños españoles que, aunque apenas haya entre ellos quien esté sometido a tan brutales esclavitudes, están padeciendo prácticamente los efectos de un encarcelamiento desconsiderado en sus propias viviendas.

La sociedad se ha ido concienciando, a lo largo de los ya muchos y muy largos días de enclaustramiento, de la labor llevada a efecto por tantos profesionales admirados como héroes y, consecuentemente, agradece su encomiable labor al lado de los enfermos. De ahí que cada tarde, a las 20 horas, los corone de vítores por su valor y los aplauda por su generosidad. También lo hace con cuantos están contribuyendo con su trabajo profesional o voluntario a que la vida siga siendo posible en este tiempo tan difícil. Me refiero a  aplausos de ida y vuelta, pues todos los aplaudidos aplauden, a su vez, a una población que, por lo general, aguanta, como está prescrito, encerrada en sus casas para cortarle así las alas al maldito coronavirus que tanto daño nos está haciendo.

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Todo eso está muy requetebién y es necesario mantenerlo e incrementarlo, perseverando en ello pacientemente todo el tiempo que sea necesario. De ahí que, en este día tan especial para despertarnos la conciencia de lo que son los niños y de los derechos que tienen, deberíamos fijarnos en que también ellos, los niños, están siendo unos auténticos héroes, quizá los mejores por cómo aguantan lo que no está escrito, encerrados la mayoría prácticamente entre cuatro paredes, en espacios muy pequeños. Hablo de niños que son dinamita pura, siempre hiperactivos, necesitados de los afectos de su familia entera, abducidos por los juegos con los amigos en el colegio y en los parques, encerrados en sus viviendas, muchas de las cuales ni siquiera son holgadas para poder brincar y hacer cabriolas alegremente.

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Aunque, dada ya la larga clausura domiciliaria que sufren, algunos se planteen como una necesidad urgente la posibilidad de sacarlos al aire libre de alguna manera, aunque solo sea un rato, iniciativa ciertamente urgente a la que nos sumamos, lo cierto es que los adultos distamos mucho de reconocer el comportamiento ejemplar de nuestros niños como algo heroico, comportamiento que no es fácil para ninguno de ellos y que puede que deje secuelas traumáticas en algunos. Lo digo porque, en el anfiteatro del reconocimiento social por tantos heroísmos, ellos todavía no han subido al escenario para recibir la corona y los aplausos merecidos.

Hoy, el día en que se denuncia con tanta fuerza y dolor la esclavitud infantil, es un buen día para que los adultos coloquemos sobre sus cabecitas las coronas de laurel de nuestro reconocimiento y que los aplaudamos para hacerles sentir no solo el afecto incondicional que siempre les profesamos, sino también el agradecimiento que su paciencia y comprensión de la situación merecen.

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Confiemos en que su esencial hiperactividad no ponga de los nervios a los padres y a cuantos se ocupen de ellos durante este confinamiento domiciliario, cuyo fin nadie conocemos todavía a ciencia cierta. Es preciso que intentemos sacarle al menos algún partido. Afortunadamente, los niños tienen a su alcance libros, deberes escolares, juguetes y televisión que les abren infinitos horizontes de ocupación y entretenimiento. Además, cuentan con la presencia permanente de unos padres que les acompañan en sus juegos y pueden satisfacer sus insaciables curiosidades. En contrapartida, los padres deberíamos obrar como ellos para aprovechar el lento discurrir de nuestro largo tiempo de prisión: estrechar lazos familiares y cultivar aficiones como la lectura, la música, la cocina, los juegos de mesa y la gimnasia de salón. Todos, padres e hijos, tras aplaudir a las ocho como es debido y cenar en familia, deberíamos llegar a la noche lo suficientemente cansados como para dormir como Dios manda a fin de despertar despejados al día siguiente para poder afrontarlo como una auténtica novedad.

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Aplaudamos hoy, como se merecen, a nuestros niños por el valor de afrontar como lo están haciendo un encierro tan prolongado y tan riguroso. Los adultos recluidos tenemos, al menos, la posibilidad de salir a la compra hasta tres veces por tres kilos de azúcar, uno de cada vez, o a pasear tres veces al mismo perro con la cara inocente de que es la primera vez que lo sacamos. Deberíamos aprender de nuestros hijos a afrontar, frescos y lozanos, cada nuevo día, como si fuera el primer día de encierro que pasará pronto, pues mañana mismo volveremos a ser ya libres para movernos por donde nos apetezca.

Un día como hoy nacieron en 1889 Charles Chaplin y en 1959 Emilio Aragón, personajes que, sirviéndose del buen humor, tanto han tenido que ver con los niños y también con sus padres y tanto nos han hecho reír a todos, el primero como el gran cómico del cine mudo, “Charlot”, y el segundo como el antiguo “Milikito” e los payasos de la tele. Vaya para el primero nuestro agradecido recuerdo y para el segundo, nuestra felicitación y un sincero deseo de éxito. Seguro que con estos personajes nunca habría tenido lugar la esclavitud infantil y, de haber estado en su mano, el enclaustramiento de nuestros niños en las actuales circunstancias habría terminado siendo incluso divertido.

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Que, además, hoy se celebre el día mundial de la voz, ese instrumento tan fabuloso del que la naturaleza y Dios nos han dotado, nos faculta para gritar fuerte: “¡vivan los valientes y heroicos niños españoles y, con ellos, vivan igualmente todos los niños del mundo!”. Es este un hermoso día para que los adultos, recordando y reviviendo nuestras propias infancias, dirijamos al mundo en que vivimos una mirada dulce y compasiva, primero, para respetar escrupulosamente todos y cada uno de los derechos de los niños, y, segundo, para disfrutar la inagotable alegría que nuestros hijos nos aportan, cualesquiera sean las circunstancias por la que tengamos que atravesar. Dios renace en cada uno de nuestros hijos para convertirse en una hermosa "pascua" de resurrección vital.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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