Desayuna conmigo (lunes, 2.3.20) Platos fuertes

Uvas verdes

Dscudo de Pío XII

Sorpresivamente, la mañana de hoy parece estar completamente dominada por la presencia impresionante de Pío XII, que nació este día de 1876 y fue elegido papa también este mismo día de 1939 cuando cumplía 63 años. El cardenal Pacelli era elevado a la cátedra de san Pedro justo cuando la incívica guerra civil española se encaminaba a su fin y se incubaba la todavía más incívica segunda guerra mundial. Tiempo, pues, de bombas e inspiraciones del Espíritu Santo, guerra que genera por doquier heroísmos y Espíritu libre que, a trancas y barrancas, conduce los destinos de los hombres.

Guerra civil española

También, en un día como hoy de 1940, cuando yo había hecho ya la mitad de mi recorrido intrauterino, el régimen de Franco dictó la ley de represión de la masonería y del comunismo. Se cuenta de Franco que persiguió a los masones, agrupación elitista con grandes ideales de humanidad, como venganza por no admitirlo a él en tan selecto club y, obviamente, a los comunistas como encarnación de todos los males que él, en su cometido mesiánico, debía perseguir hasta erradicarlos. Cabe aquí, sin duda, aquello de “dime de qué presumes para que te diga de qué careces”. Desde luego, la nobleza masónica era un traje que le venía grande a un buscador de poder a cualquier precio y sin atisbo de compasión para el vencido, si bien le atufaba la nariz la premonición de la situación de los pueblos sojuzgados por el comunismo.

Pío XII

Son muchas las cosas que acuden a mi memoria esta mañana al ocupar la pantalla de la cabeza la figura tan rica y polivalente del noble Pacelli convertido en Pio XII. Los tiempos convulsos de su pontificado, sobre todo por la segunda guerra mundial y el linchamiento de millones de judíos, se prestan a pros y contras sobre los que ya se ha escrito mucho y se escribirá todavía más. Es posible que, cuando todo salga a la luz y se sepa lo realmente ocurrido, la memoria de este papa, libre de tantas sospechas. quede fijada en la pulcritud, la honestidad y la entrega con que ejerció su pontificado.

Cuando murió el 9 de octubre de 1958, yo acababa de empezar el primer curso de filosofía y fue como si el mundo se nos viniera encima, pues parecía que jamás la Iglesia católica volvería a tener otro papa de tanta categoría y altura de miras. Dicen que, tras un largo período de trabajo agotador en situación de salud precaria, murió no de un infarto sino de puro agotamiento de su corazón. Tras él, los tiempos, a voluntad del Espíritu Santo, han seguido procurando a la Iglesia católica otros papas de talla gigante para pilotar la nave de san Pedro y es posible que, cuando llegue el momento de tener perspectiva histórica, el actual destaque entre todos ellos como el que más se ha esforzado por sortear los envites del mar para que la barca de Pedro no naufrague.

Masones

Por su parte, el decreto de Franco contra comunistas y masones no merece, a estas alturas de nuestra historia, más valoración que la de panfleto de un dictador que se ve rodeado de enemigos por todas partes. Cierto que, en lo referente al comunismo, no era fácil contrarrestar el fervor revolucionario de cuantos veían en el partido único al auténtico dios de la humanidad sin apercibirse de su falsedad y de que, lejos de liberar las masas obreras de su esclavitud, impuesta a beneficio de capitalistas sin escrúpulos, convertía a los proletarios en los parias de la tierra, en masas de hambrientos y sin ilusión alguna por la vida.

La zorra y las uvas

Pero, en lo que respecta a los masones, está más que clara la oportunidad de sacar a colación la fábula de la zorra y las uvas verdes y aplicarle la excusa que la zorra le dio al pajarito, testigo de su frustrado intento: yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras. Me equivoqué al principio pensando que estaban maduras, pero cuando me di cuenta de que estaban aún verdes, preferí desistir de alcanzarlas. Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío.

En resumen, aunque no podríamos decir de Pío XII que fuera un hombre del pueblo, tan refinado y exquisito en su papel de noble italiano, quizá demasiado enfundado en el protocolo de su condición de papa de la Iglesia católica, debemos valorarlo como el hombre trabajador que fue y aplaudir su total entrega al servicio de la Iglesia católica no solo durante su largo pontificado, sino también durante toda su vida. El papa BXVI lo declaró justificadamente “Venerable” de la Iglesia el 19 de octubre de 2009.

Franco bajo palio

Y, por lo que respecta a Franco, tan venerado en su tiempo por una Iglesia, la española, en cuyas ceremonias desfilaba bajo palio y tan vituperado en el nuestro como si fuera el causante de todos nuestros males y de todas nuestras impotencias, será necesario esperar mucho todavía para calibrar de forma desapasionada y objetiva tanto el daño inmenso que causó a muchos españoles como los beneficios incuestionables que su largo tiempo de férreo gobierno aportaron, en cuanto a convivencia en paz y en prosperidad se refiere, a todos los españoles.

Venerable Pío XII

Quedémonos hoy con la lección que pueden darnos dos figuras tan coincidentes y opuestas al mismo tiempo, que tanto tuvieron que ver con la Iglesia de nuestros quebraderos de cabeza, para aprender quizá más de sus silencios y errores que de sus aciertos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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