Audaz relectura del cristianismo (56) Supercalifragilisticoespialidoso

Al estilo de Atila

Mary Poppins
“Supercalifragilisticoespialidoso” es una especie de babel o conjunto de adjetivos  colgados del aire, sin sentido alguno (súper, cálido, frágil, místico, especial y melodioso), que, al decir de Mary Poppins, “aunque suene extravagante, raro y espantoso, si lo dices con soltura, sonará armonioso”. ¡Divertimento curioso sobre las posibilidades del lenguaje, cuya condición de excepcional instrumento para la comunicación humana se presta, además de al humor, a todo tipo de circunloquios y demagogias envolventes!

Espero no haber dejado atónito al puñadito de lectores de este blog con un título tan estrambótico y la digresiva entrada que precede. Al margen de los avatares lingüísticos o cinematográficos de cómo se juntó en sílabas un conglomerado tan heterogéneo de letras y consonantes, lo que a mí me deja realmente atónito y sin resuello es la verborrea de nuestros políticos, profetas de un maravilloso porvenir, tejido cuidadosamente a base de promesas, y vates predicadores de los tormentos del infierno para los sufridos ciudadanos que no los eligen a ellos para gobernar la nación, la autonomía o el municipio. Los españoles acabamos de sufrir nada menos que dos tediosas campañas electorales. Seguramente como venganza, nuestra libertad ha metido a los electos en el laberinto de los pactos.

Los caballos de Atila

El caballo de Atila

Lamentablemente, los ciudadanos nos hemos dejado comer el terreno de la cultura, ese inmenso arsenal de bienes que se comparten con buena información y mejor convivencia y cuya misión es alimentar la dimensión humana que más contribuye a humanizarnos. Asombra asistir hoy al espectáculo de ver que un gran porcentaje de nuestro alimento cultural pertenece a la política, salvo un mínimo espacio, aunque no despreciable, que se reserva para el chismorreo. Si conectas la radio, si sigues una tertulia en los medios, si te gusta perder el tiempo y desfogarte en las redes, si en la barra de un bar entablas una conversación que no sea futbolera y si lees un periódico u hojeas una revista, la política lo invade todo. Como si Atila hubiera pasado por estas tierras con una caballería convertida en aspersores de glifosatos.

Sin embargo, a tenor de su propia entidad y envergadura, la política debería reducir su campo de acción a solo una dimensión relativamente pequeña de la vida humana, la de administrar el procomún. ¿Qué ha ocurrido para que la profesión de gobernar, tan tangencial y minúscula en la cartografía del ser humano, entre en la escena de nuestra vida y se apodere no solo del escenario sino también de la trama?

Mitin del  PSOE

La vida es mucho más que política

El maestro Chávarri, cuyo sistema hemos presentado a los lectores de este blog, nos habla de ocho dimensiones, como ocho bocas hambrientas que debemos alimentar convenientemente. En ese sistema, la política es solo una pequeña porción de la dimensión social, que engloba mucho más que política. Recuerdo al lector que, además de la dimensión política y social, Chávarri habla de otras siete más: las dimensiones biosíquica, económica, epistémica, ética, estética, lúdica y religiosa. Llevamos una vida excesivamente escorada, pues la política, siendo generosos, no debería ocupar más de un cinco por cien del conjunto de la vida humana, pero en ciertas situaciones se alza con el cien por cien.

Como ya hemos visto, para nuestro profesor tal desajuste se debe a que nuestra forma de vida actual, tan mercantilista, se nutre solo de valores y contravalores biosíquicos y económicos. Sin necesidad de elucubrar en absoluto, a nadie se le escapa que hoy el dinero está también tras la política y que lo más apetitoso del gobierno es administrar un enorme presupuesto, por aquello de que “el que parte y reparte…”. Además, el ganador de unas elecciones dispone, de forma prácticamente arbitraria, de cientos de miles de puestos de trabajo livianos y muy bien retribuidos. Conseguir el gobierno de España conlleva disponer de más de doscientos mil de esos puestos de trabajo. Por ello, los ciudadanos deberíamos saber que en unas elecciones generales lo que se juega principalmente son miles de millones de euros. Esa es precisamente la razón por la que se miente descaradamente al prometer el oro y el moro para encandilar y granjearse confianzas, para imantar los votos. Gobernar una nación, cuya mayor rentabilidad debería ser el orgullo de prestar un gran servicio a los ciudadanos, lleva aparejado lamentablemente un gran botín de guerra.

Mitin del PP

Si lográramos despojar la política de la avidez de dinero de quien la maneja, realzando solo el honor que merece como servicio del pueblo, seguro que perdería atractivo para la mayor parte de los oportunistas que se dedican a ella. ¡Así de claro y tajante! Los descarados abusos económicos, producto de la corrupción de quienes no tienen escrúpulos al vender su alma al diablo por un plato de lentejas, se han convertido en un arma arrojadiza entre contrincantes políticos para destronarse unos a otros. Afortunadamente, pues no hay mal que por bien no venga, las soterradas venganzas entre políticos son la única manera de que salgan a la luz muchas trampas para que sus autores se las vean con la justicia. Pero no hay que hacerse ilusiones, porque, del inmenso magma de corrupción que empapa la sociedad, solo afloran las situaciones corruptas que interesan a unos pocos.

Corrupción social

Lo peor de la situación no es la enorme corrupción que sabemos que hay en el ámbito político, sino que, por el tirón social de todo lo referido a la política, en la sociedad campea la conciencia de hacer oídos sordos a las obligaciones con la Hacienda pública y de que solo los tontos no defraudan. Vivimos en un mundo de listos, en el que quien la atrapa se queda con ella. Apuntemos siquiera dos grandes capítulos de esa corrupción social: el de los trabajadores cuyo nulo o escaso rendimiento no los hace acreedores al salario que cobran y el de los ciudadanos que se arman de razones para no pagar impuestos que siempre les parecen abusivos. Una mínima honestidad en el trabajo y una mínima conciencia de que todos somos Hacienda bastarían para que nuestra sociedad mejorara sustancialmente.

Mitin de Ciudadanos

La sociedad no es un totum revolutum “supercalifragilisticoespialidoso” en el que todo vale y, desde luego, tampoco un campo en el que se permita trotar a sus anchas al caballo de Atila. Necesitamos respirar hondo y quitarnos de encima tan asfixiantes herraduras para crecer frondosos. Es hora de que los políticos entiendan que los ciudadanos no les debemos la vida y de que uno de sus principales aciertos sería dejarnos vivir en paz. Los cristianos deberíamos ser la conciencia del servicio público, conciencia que demanda competencia y honestidad en algo tan fundamental para la vida social y que ningún político debería poder acallar. ¡Ojalá que el Espíritu que hoy se derrama litúrgicamente sobre los corazones nos infunda la sabiduría y la fuerza necesarias para hacerlo!

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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