Los puentes laborales resultan, a la postre, sumamente rentables, mal que les pese a los fanáticos esclavos del trabajo. No es necesario insistir en la evidente productividad que, como asueto, producen en el ánimo de muchos trabajadores, incluso en el caso de verse obligados a pasar muchas horas en la carretera con el volante entre las manos para desplazarse al destino elegido, hecho que también tiene su aquel con relación al asueto perseguido. Por otro lado, sí merece destacarse, sobre todo en los tiempos que corren, que los desplazamientos de un lugar a otro, además de mover el esqueleto propio, ponen carne en el de los muchos trabajadores que viven de bares, restaurantes y comercios. Es obvio que los movimientos de poblaciones originan cuantiosos gastos que se convierten, automáticamente, en inversiones productivas.

A la vista está que una de las causas más importantes de la brutal crisis económica que hoy padecemos se debe no solo al hecho de que se acorten o se impidan los puentes laborales, sino también a que los ciudadanos nos veamos obligados a permanecer en casa o a que no se nos deje salir del municipio, de la provincia o de la autonomía donde vivimos. Al no poder movernos nosotros mismos, tampoco lo hace la rueda de la economía. Bienvenido sea, pues, el puente de hoy, aunque no se nos permita ir a casi ninguna parte. Ojalá que el ambiente festivo de estos días, incluso desnaturalizado por las tragedias que el coronavirus desencadena por doquier, despeje nuestras cabezas, atempere las ínfulas dictatoriales de algunos y nos demuestre, una vez más, que es más productiva la generosidad que el egoísmo.

Como puntos de anclaje de nuestra reflexión de este día de tránsito, del que el puente laboral es metáfora, nos salen hoy al paso dos antiguos gigantes del ámbito cultural, epistemológico y religioso de nuestra vida. El primero es Cicerón, un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano, que murió un día como hoy del año 43 antes de nuestra era. Fue uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín y un luchador infatigable contra toda dictadura. Todavía hoy lo recordamos, sobre todo, por sus escritos humanistas, políticos y filosóficos. Sus “Catilinarias” y “Filípicas” dan buena cuenta de la intemperancia de su carácter indomable. Su canto a la amistad, esa cualidad humana únicamente superada por la sabiduría, es uno de los más intensos que se han escrito sobre ella: “La amistad mejora la felicidad y abate la miseria, al duplicar nuestras alegrías y dividir nuestro dolor”. Hermosa confesión o confidencia la que hizo sobre sí mismo poco antes de morir: “¡Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!”. Su contundente defensa de los valores republicanos en tiempos de dictaduras lo llevó a ser asesinado. Fue buena lástima que en los tiempos de Jesús no hubiera habido en Palestina un escritor de su talla, por más que se tratara de un territorio que apenas tenía relevancia alguna dentro del gran Imperio Romano a pesar de la expectación mesiánica que allí se vivía, pues, visto a su través, el cristianismo habría brillado mucho más de lo que lo ha hecho.

El otro puntal de nuestro puente mañanero de hoy nos viene de la fe cristiana sostenida con tesón y elegancia por el santo que hoy se celebra, Ambrosio de Milán, otro gran orador. Fue precisamente la fuerza de su verbo la que emocionó a la multitud, al intervenir en una trifulca en la catedral de Milán tras la muerte del obispo arriano que la regentaba, hasta el punto de nombrarle obispo de Milán por aclamación popular, siendo él todavía un simple laico pagano. Su carácter dialogante, que incluso amansó a los arrianos, propició que interviniera el mismo emperador en favor de su nombramiento oficial como tal. Una vez vencida su natural resistencia a ostentar tal cargo, en solo una semana, tras ser instruido teológicamente, fue bautizado, ordenado sacerdote y consagrado obispo. Subrayemos que, como obispo, llevó una vida austera y que repartió su dinero y sus bienes entre los pobres, lo que acrecentó su autoridad, incluso ante el emperador. Es uno de los cuatro grandes Doctores de la Iglesia. Sobre él recayó el peso y la gracia de la impresionante conversión de San Agustín, gran contrincante suyo primero como orador, pero que después se plegó a la razón de sus argumentos y a la gracia de que estaban impregnados hasta convertirse en otro de esos cuatro grandes Doctores.

Tras el provechoso puente laboral dibujado, como si quisiera recrearnos con su contemplación, la mañana nos invita a mirarlo desde las alturas, pues hoy se celebra el “día internacional de la aviación civil internacional”, esa impresionante industria e inaudito puente, a su vez, que une Continentes al llevarnos de unos a otros en muy poco tiempo. Se trata de una celebración que inició en 1992 la “Organización de Aviación Civil Internacional” para conmemorar su propia constitución en 1944 y que la ONU reconoció oficialmente en 1996. Con ella se pretende crear y reforzar la conciencia mundial sobre la importancia de la aviación civil internacional en un mundo que hoy se colapsaría sin el transporte aéreo. Su objetivo último es conseguir que todos los países cooperen para crear una red de tránsito verdaderamente global al servicio de toda la humanidad.

En un día como este, de asueto y musarañas, bien vendrá recordar algunas curiosidades de la navegación aérea: 1ª) el vuelo más largo es el que va de Dallas a Sidney, con una duración de 15 horas y 25 minutos, y el más corto, el que lo hace de Westray a Papa Westray (Escocia), que solo dura 27 segundos; 2ª) sin embargo, el vuelo más largo realizado hasta ahora, de casi 20 horas de duración, tuvo lugar en octubre de 2019 entre Nueva York y Sidney, aunque fue solo un viaje experimental sobre el bienestar de los pasajeros; 3ª) el aeropuerto más elevado, a 4.411 metros de altura, está en Daocheng Yading (China), y el más bajo en Amsterdam, a 3 metros por debajo del nivel del mar, y, finalmente, 4ª) el avión más grande es elAntonov AN-225 con sus 88 metros de envergadura, y el más pequeño, elCriCri,  con solo de 4,9 metros, como algunos automóviles. Recordemos, además, que, si el lector quiere entretenerse, no le será difícil dar con alguna de las muchas películas de aviones que le tendrán en vilo durante toda su proyección.

Buen viaje, pues, amigos lectores, y que todo os vaya bien en este día atípico, cuya opacidad no podrá ocultarnos el cielo que nos inspira e ilusiona. Tomemos buena nota de que los aviones viajan por encima de todas las tormentas y que lo hacen por latitudes muy propias de los cristianos, tan acostumbrados como estamos a mirar hacia arriba, a veces para pedir agua y siempre, bendiciones. De todos modos, no deberíamos olvidar nunca que el Jesús de nuestra fe, el que llena nuestra pantalla vital, es un magnífico puente entre el tiempo y la eternidad, entre los contravalores y valores en que nos debatimos. La encarnizada lucha entre el pecado y la gracia, que mañana irrumpirá con fuerza en nuestra reflexión matinal, no es más que metáfora de la enconada guerra que tenemos entablada con nosotros mismos.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com