Desayuna conmigo (domingo 2.2.20) Purificación ritual

Lo que mancha y lo que no

Las Candelas
La celebración de la Candelaria y la cuarentena a que se ven sometidos los que pudieron tener algún contacto con gentes contaminadas por el coronavirus nos hablan hoy de “purificación”. Este concepto está tan arraigado en la cultura, sobre todo en el ámbito religioso, que podría decirse que la vida entera es un proceso de purificación para poder ver a Dios cara a cara, mirándole a los ojos, tras la muerte.

Abluciones musulmanas

El cristianismo y el islamismo se construyen sobre la purificación. En el primero, además del “lavado del pecado original” que se hace en el bautismo, la purificación tiene mucho que ver con lo sexual y la sangre de la menstruación. Incluso la Virgen María, concebida sin pecado según la fe cristiana, se somete a la purificación ritual judía tras haber dado a luz al hijo de Dios (Lc 2: 22-39). En el mundo musulmán las purificaciones, grandes o pequeñas, jalonan toda la vida del creyente.

Uno no tendría nada que objetar a las continuas abluciones de los musulmanes, habida cuenta de que el polvo del desierto produce mucha suciedad en el cuerpo y, sobre todo, en los pies al caminar. Y, claro está, cuando se acude a la oración para adorar a Alá y proclamar su grandeza, uno no puede hacerlo embadurnado de porquería. No resulta tan fácil aceptar tanto ritual de limpieza en el mundo cristiano, no ya en lo relativo a la necesidad de lavar en el bautismo una culpa contraída por el primer hombre, concebido solo míticamente como un hombre acabado y perfecto caído en pecado, sino al hecho de verse manchado por temas relativos al sexo, incluso en el caso de María.

La Candelaria de Tenerife

Entre nosotros mismos, la obsesión por la limpieza nos ha llevado a la mejora sustancial del nivel de vida en estos últimos tiempos, pues apenas entendemos que en nuestros días se construyan pisos con tres habitaciones sin un cuarto de baño en cada una de ellas. Todavía no hace mucho, en los últimos sesenta, conocí en París hasta siete buhardillas en un inmueble, todas habitadas, que no tenían para lavarse más que el fregadero de la cocina, enclavada en la única estancia que hacía también de dormitorio, y un solo wáter para todas ellas en el pasillo. Si bien hoy uno puede toparse con personas que viven rodeados de basura sin verla siquiera, la mayoría nos sometemos a una higiene suficiente, sin que tengamos que castigar la epidermis, como hacen algunos relamidos, abusando de la ducha mañana, mediodía y tarde, y embadurnándose, además, de desodorantes y perfumes para contrarrestar sudoraciones humillantes.

Guanches en la plaza de la Candelaria de Tenerife

¿De qué deberíamos purificarnos de verdad? En Mt 15:11, Jesús habla de que no contamina al hombre lo que entra por su boca, sino lo que sale de ella. Al margen de los rituales de limpieza a que nos tiene acostumbrados la religión, como metáfora del acercamiento procedente a un Dios sumamente pulcro, lo que realmente nos contamina y ensucia a los seres humanos son los contravalores que cultivamos. Salvaguardada la higiene necesaria, a nada conduce lavar tanto el cuerpo, pero sí importa aligerar la carga de los contravalores que atenazan la vida a base de fomentar los valores que la enriquecen. ¡Qué gran purificación sería conseguir cada vez más y mejores valores! 

De este modo, deberíamos purificarnos con determinación de cuanto mata o empobrece la vida, de la ignorancia, de la fealdad, de la maldad, del juego sucio, de la desidia y del odio. Todos los ámbitos o vertientes de la vida humana están plagados de impurezas que se derivan exclusivamente del cariz de nuestros comportamientos. Nos manchan las fuerzas corrosivas que salen de nuestra cabeza, de nuestro corazón y de nuestras manos.

Presentación del niño Jesús

Las cuarentenas, cifra tan cargada del sentir religioso (estancia del pueblo judío en el Sinaí y de Jesús mismo en el desierto), no son necesarias para encauzar las sangres que solo manchan la ropa, sino para acorralar los virus que pueden matarnos.

En lo personal, la fiesta de hoy me trae muy gratos recuerdos por intensas vivencias religiosas, no hace mucho, en la basílica de la Virgen de la Candelaria de Tenerife. ¡Qué hermoso lugar y qué fuerza se palpa allí si se es consciente del tirón devocional de una Virgen tan señera, aureolada por la espuma del mar y vigorizada por los fornidos brazos de los guanches que le sirven de guardianes!

Religiosas

Que hoy se celebre el día de los consagrados le añade una fuerza extra de purificación a este día, aunque resulte incomprensible para muchos. Los consagrados son aquellos que se liberan (se limpian) de la esclavitud del propio criterio, de las pulsiones corporales del sexo y de la propensión a adorar el becerro de oro. Obediencia, castidad y pobreza son tres formidables valores a condición de enraizarlos hondamente en la vida para estar más disponibles para los demás, es decir, a condición de no hacer trampas reduciéndolos a meras formalidades.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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