Lo que importa - 79 Reto jugoso…

…para finas entendederas

3
En el inicio del Adviento como invitación a preparar a fondo la Navidad y tras las cuatro reflexiones precedentes sobre nuestros particulares jinetes del Apocalipsis, entendido este como remate de la revelación, que nos ha servido para poner en su sitio el odio, la codicia, la violencia y el egoísmo, nos viene como anillo al dedo la afirmación de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito sobre que “uno es para siempre responsable de lo que domestica”, afirmación que da pie a mi amigo Baldo (Baldomero López) para sumergirse en las esclarecedoras profundidades de la “responsabilidad”. Sin duda, estamos ante el plato fuerte de un excepcional menú de fiesta, que hoy me complace ofrecer como reflexión a los inteligentes seguidores de un blog como este, que trata de poner de relieve lo que realmente importa frente a tanta lectura evanescente, hecha para matar el tiempo. “Matar el tiempo” como signo de aburrimiento es la barbaridad que pretende contrarrestar la conciencia universal de que, además de escaso, el tiempo se nos escapa sutilmente de las manos, “tempus fugit”. Aprovechemos, al menos, unos minutos del nuestro, siguiendo a Baldo.

1

1.- Elegir valores o contravalores, vida o muerte, está cargado de responsabilidad o de irresponsabilidad. La libertad valorativa, que se decide necesariamente por valores (vida) o contravalores (muerte), lleva insertada la “conciencia de la responsabilidad”. De ahí que fomentar o deteriorar la vida sea el origen y el campo de maniobras de la responsabilidad. Así pues, las elecciones valorativas están intrínsecamente cargadas de responsabilidad “por el vivir” y “por el morir” de la persona. No cabe imaginar una responsabilidad más extensa e intensa que la de favorecer o desfavorecer la vida. La naturaleza nos dota de una riqueza inconmensurable no solo por las extraordinarias potencialidades que nos regala, sino también por las oportunidades que nos ofrece para activarlas en un ejercicio estimulante que es la quintaesencia de la vida. Cómo sea esa vida depende en gran medida de la forma en que actuemos nosotros mismos, de lo responsables que seamos.

4

2.- El par valorativo libre/no libre es omnicomprensivo. Por ello, también lo es el par responsable/irresponsable. No es posible limitar ambos pares a una dimensión valorativa, ni tampoco enrocarlos en una o muchas de las variaciones propias de cada dimensión, ni cultivarlos solo en una o en algunas de las experiencias de cada variación. Lo libre/no libre y lo responsable/irresponsable empapan todos los valores y contravalores que alimentan o deterioran las experiencias de las variaciones de las dimensiones bio-síquica, cognitiva, económica, estética, ética, lúdica, religiosa y sociopolítica de la vida humana.

Hay tantas clases de libertad y de responsabilidad como dimensiones valorativas. Lo mismo que hay libertades valorativas específicas bio-síquicas, cognitivas, económicas, estéticas, éticas, lúdicas, religiosas y sociopolíticas, con sus respectivas variaciones y experiencias, también hay responsabilidades específicas en todos esos ámbitos. Por ejemplo, no es igual la responsabilidad de tener una casa bella (ámbito de la estética) que la de cuidar a unos padres enfermos (ámbito de la ética).

5

Advirtamos de paso que, en nuestros días, a tenor de lo que se nos ha venido enseñando desde antiguo, es muy frecuente reducir la libertad responsable a la dimensión valorativa ética. Por supuesto que la responsabilidad afecta de lleno a las libertades de hacerse una buena o una mala persona, que es lo propio de la dimensión ética, pero, ¿solo a eso? ¿No tenemos acaso responsabilidad valorativa alguna con la salud de nuestro sistema nervioso; con las opciones cognitivas y económicas que se nos ofrecen; con la conservación o el deterioro de la belleza y, más en concreto, con la importancia vital del medio ambiente; con las opciones libres de carácter específicamente lúdico; con la afirmación o negación de los dioses, y, finalmente, con los modos de convivencia en los grupos?

3.- La responsabilidad es de la persona. Recordemos, ante todo, que la persona tiene cuatro dimensiones: la biográfica, la social, la de especie y la natural cósmica. Por tanto, no debemos reducir la libertad valorativa y la responsabilidad que de ella se deriva a las biografías, como se viene haciendo frecuentemente, pues las cuatro dimensiones de la persona citadas están implicadas en la libertad y en la responsabilidad por el vivir o por el morir de los seres humanos, de los animales, de la naturaleza y del cosmos.

6

A resultas de todo ello, a Antoine de Saint-Exupéry podemos asegurarle que el hombre no solo es responsable de lo que domestica, sino también de millones de acciones más, todas las que se desarrollan en los ámbitos de las ocho dimensiones vitales a que nos hemos referido en todas sus variaciones y en las experiencias de cada variación. El camino de salvación del cristianismo es el recorrido que todos debemos hacer fomentando valores y achicando contravalores en todos los ámbitos de nuestra vida. Cierto que Jesús oraba con frecuencia, es decir, que conversaba con su Padre y eso (dimensión religiosa) era sumamente importante como recarga de pilas para lanzarse a una evangelización aleccionadora (dimensión epistémica) y sanadora (dimensión ética y social) que le costaría la vida.

7

La clave mental del cristianismo como religión de la salvación que nos procura Jesús no está en dilucidar si uno se salva por la fe o por las buenas obras, dramática polémica limitada a la salvación “post mortem”, que tantos ríos de tinta ha arrojado inútilmente al mar. Es obvio en demasía que entre fe y buenas obras hay unidad, pues no se dan la una sin las otras. Lo de “pecca fortiter, sed crede fortius” es una sinrazón de tomo y lomo, una chirriante “contradictio in terminis” si los términos se entienden como es debido, pues el pecado anula la fe y esta aniquila aquel. La clave del cristianismo está en optar por una forma de vida que nos invita a cada instante y nos ayuda en todo momento a desechar cualquier contravalor en pro de su correspondiente valor. La salvación que nos incumbe directamente no es cuestión del más allá, que está completamente en las manos de Dios, sino del aquí y del ahora. De ahí que tenga la misma fuerza de salvación, por ejemplo, postrarse ante Dios para alabarlo e implorarlo (dimensión religiosa) que dar de comer al hambriento y curar al herido (dimensión ética) o que no hacer trampas en el juego, incluso en los de engaño (dimensión lúdica), etc.

Digamos de paso que esta forma de enfocar las cosas es mucho más poderosa y persuasiva, a mi criterio, que la forma tradicional de afrontar el desenvolvimiento humano desde las potencialidades de la gracia y el pecado, análisis o enfoque en el que incluso cabría concebir la gracia como valor y el pecado, como contravalor, pero que tiene lagunas y limitaciones que dan pie al desengaño, al escepticismo y a la objeción. Hablar de gracia-pecado equivale a especular sobre un más allá ignoto, mientras que hacerlo de valor-contravalor ordena o encauza como es debido nuestra vida presente.

8

El día en que en nuestra Iglesia se imponga claramente la dinámica valor-contravalor como esquema de salvación en el presente se habrán resuelto no solo las muchas dudas y objeciones de los hombres de nuestro tiempo, sino también iluminado sobremanera los caminos del hombre. Digo bien “caminos” porque son muchos y muy variados los que conducen a Dios, todos relativos necesariamente a la vida de la persona que somos. El camino cristiano, que será forzosamente calvario, nos lleva a la cumbre de asumir la dramática obra de salvación de Jesús de Nazareth, salvación que transforma las espadas en arados y logra que los lobos convivan pacíficamente con los corderos. Ciertamente, hablamos de un esquema en el que los arados y los corderos son valores, y las espadas y los lobos, contravalores.Afortunadamente, al cristianismo de nuestro tiempo se le están abriendo de par en par las puertas del hombre como único camino de retorno a Dios, camino que nos adentra en las más genuinas exigencias evangélicas de dar de comer al hambriento y de vestir al desnudo, formulaciones que no solo tienen un sentido literal punzante, sino también otro simbólico estimulante, pues todos caminamos por la vida hambrientos y desnudos de alguna manera.

9

¿Para qué nos vale la inteligencia que Dios o la naturaleza nos han regalado si no es para calibrar como es debido nuestro comportamiento y discernir que el amor construye y el odio destruye, y que la tierra es, en su conjunto, un dulce hogar para cobijar a todos los hombres y satisfacer todas sus necesidades? Puedo asombrarme con las maravillas de un pensamiento lógico o con las potencialidades de una Inteligencia Artificial, pero si no me sirven para funcionar conforme al esquema descrito, no serán un valor a cultivar, sino un contravalor a destruir. Para no equivocarnos ni caminar por atajos que conducen a acantilados, debemos pensar que todo cuanto somos y tenemos debe ser empleado a fondo para sostener, embellecer y mejorar nuestra vida presente. Más allá del tiempo que a cada uno se nos concede, solo Dios dirá, pues frente a ello solo nos cabe un deseo fundado de permanencia feliz. Que el Adviento que hoy comienza sea una preparación efectiva para una Navidad gozosa.

Volver arriba