Desayuna conmigo (lunes, 31.8.20) Retorno y mascarillas

Nonato y solidaridad

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Los seguidores de este blog me aceptarán hoy un desayuno rápido, pues esta mañana me toca retornar a Asturias tras haber pasado algo más de un mes en la Sierra de Francia salmantina. De por sí, el 31 de agosto es, ante todo, un día de retorno para el reinicio de la vida laboral el 1 de septiembre tras las vacaciones estivales. No importa que no sea mi caso, pues llevo ya muchos años jubilado. Pero, en esta ocasión, el retorno lleva aparejadas las mascarillas debido a que el coronavirus de marras sigue atizando de lo suyo, lo que presagia un otoño de preocupaciones y agobios, salvo que las vacunas en curso empiecen a aliviarnos en seguida la tensión.

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Son muchas las efemérides que hoy nos salen al paso ofreciéndosenos para que les saquemos un jugo que alimente nuestro punto de vista cristiano, pero, lamentablemente, hoy no disponemos del tiempo necesario para hacerlo. Recordemos, cuando menos, que hoy es el “día internacional de la solidaridad”, celebración que homenajea la gran obra que Lech Walesa inició un día como hoy de 1980. Si Walesa pudo afirmar como fundamento de su movimiento sindical que “solo en la medida en que todos nos ayudemos y trabajemos por una causa común que proporcione el mayor bienestar a todos, en esa misma medida viviremos en un mundo mucho más pacífico, enriquecedor y próspero para cada nación, pueblo o individuo”, ¿qué cabría decir hoy a ese respecto cuando el coronavirus atenaza de forma tan férrea, en la salud y en la economía, a toda la humanidad? Es posible que nunca en nuestra historia se haya tenido una conciencia tan clara sobre la urgencia y la necesidad de ser solidarios a escala internacional para poder hacer frente como es debido a un virus tan escurridizo como el covid-19. Para entender qué es la solidaridad y plasmarla en nuestros comportamientos no son necesarios grandes tratados ni persuasivos discursos ni generosas empresas. Se trata llana y simplemente de compartir algo de lo que uno tiene, incluso si no le sobra, con los demás, especialmente con los más necesitados.

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El día me sorprende gratamente con la celebración de mi propia onomástica, pues hoy es el día de san Ramón Nonato y, aunque no soy muy partidario de fiestas sociales con tal motivo, sí que me alegra y complace brindar hoy por todos los seguidores de este blog y aprovechar la ocasión para ofrecerles, una vez más, mi empatía y mi afecto y agradecerles su fidelidad. He leído algo sobre la significación de “Ramón” y he descubierto una serie de cualidades en ese nombre que el solo hecho de recogerlas aquí me sonrojaría. Digamos solo que, etimológicamente, Ramón significa el que da buenos consejos y el protector que es protegido, a su vez, por Dios: un valioso compendio de todos los propósitos de este blog. Ello me anima a mirar confiado a mi patrón, el “nonato”, generoso religioso mercedario valenciano, de quien se cuentan maravillas. Su condición de “nonato” no solo puede aplicarse al haber llegado a este mundo por una cesárea in extremis al ser extraído del vientre de una madre muerta, sino también a su muerte en lo que se refiere a su nonato cardenalato, dignidad que no llegó a ver la luz porque el nominando, nuestro santo, murió en Cataluña cuando se hallaba en camino para recibir dicha dignidad en Roma. De su vida nos consta, por un lado, su gran generosidad al canjearse por un cautivo cuando se le acabó el dinero con que había redimido a varios más, y, por otro, su condición de eficaz predicador, pues, estando cautivo, le horadaron los labios con un hierro candente y le pusieron un candado para que no pudiera hablar a los demás cautivos para cautivarlos. Sin duda, este san Ramón fue un gran tipo humano y un gran santo original valenciano por su no-nacimiento, precisa razón por la que es el patrón de las embarazadas, de las matronas, de las cesáreas y de los ginecólogos.

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Digamos, también de corrido, que, un día como hoy de 1997, la princesa Diana de Gales y su compañero sentimental, Dodi Al Fayed, murieron en un accidente automovilístico que conmovió al mundo entero, pues no en vano lady Di era la princesa del pueblo. La sospecha de que su muerte pudiera deberse a una misteriosa conspiración mantuvo muy viva su leyenda durante largo tiempo. Unos años antes, también un día como hoy de 1973, murió el director de cine Jonh Ford. Hablando sobre él, he leído lo siguiente: “Con una carrera profesional de más de 50 años, en la que participó en casi todas las facetas del arte cinematográfico antes de dedicarse a la dirección, Ford dirigió más de 140 películas, muchas de ellas de cine mudo, y está ampliamente considerado uno de los cineastas más importantes e influyentes de su generación. Cineastas como Ingmar Bergman y Orson Welles lo consideraban uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos”. Contrarrestemos tan sensibles pérdidas con la felicitación cumpleañera de uno de los grandes galanes del cine actual, de Richard Gere, pues este actor de la sonrisa cautivadora nació un día como hoy de 1949.

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Basten estos pocos apuntes para hacer del desayuno de hoy un repostaje de fuerza no solo para hacer frente como es debido a los embates del coronavirus, sino también para afrontar los retos y enigmas que nos guarda septiembre, el mes que será otoñal por lo que al calendario se refiere, pero que procuraremos que no lo sea en cuanto al brío, siempre primaveral, de nuestras vidas. Digamos que en el cristianismo cuentan la vida y la muerte de Jesús, pero lo que lo constituye realmente es su resurrección, es decir, que se trata de una religión a salvo de cualquier contingencia temporal, de una religión de gloria, de alegría y de esperanza. La solidaridad, que es cualidad esencial de la condición humana y que por sí sola condensa toda la acción salvífica de Jesús, está llamada a ser en los próximos decenios el nervio de la forma de vida humana debido a que ahora se nos impone como muy apremiante para responder como es debido al reto que nos está lanzando la pandemia que padecemos. Ojalá que nuestra Iglesia católica deje de mirarse, de una vez por todas, su propio ombligo para abarcar, con mirada compasiva y sanadora, toda la humanidad.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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