Desayuna conmigo (jueves, 30.4.20) Reválida conductual

Que cada palo aguante su vela

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Hace un par de días me enviaron por Facebook un video cuyo contenido, bien fundado, sólido en sus consideraciones, valiente en su denuncia, rebosante de sentido común y esperanza y muy sensible con el dolor ajeno, me complace compartir hoy con los lectores de este blog. Claro que el video, acompasado por una voz cálida y grave y unas imágenes muy impactantes, multiplica hasta el grado deseado, el justo, el dramatismo que los hechos requieren. Pero seguro que los lectores pueden suplir todo eso con su propia reflexión y, sobre todo, con su propia experiencia y sensibilidad. Copio su texto lo mejor que puedo. Dice así:

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“Cuando nadie le ve fin al largo confinamiento porque hay incertidumbre, y aquí las noticias vuelan a conveniencia, se rebelan los autónomos ante un futuro incierto y los que sufrieron un ERTE y el que al paro fue derecho. El que emprendió un negocio, ese no encuentra el consuelo porque, de golpe y porrazo, se desvanecen sus sueños. Está también el que va a su trabajo envuelto en pánico y miedo, lo mismo que le ocurre al soldado en la línea de fuego.

¿Quién es el responsable? Que dé la cara el gobierno, ese que siempre es el mismo, aunque sea con colores nuevos. Y llega la oposición y solo ve lo malo en negro y ataca como las pulgas cuando está más flaco el perro. Esto siempre ha sido así, así siempre lo recuerdo. Y ahora, sale el presidente con semblante triste y serio y nos dice, dando coba, lo bien que lo está haciendo: que hay que lavarse las manos y que el wifi va perfecto.

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En los balcones están los artistas, cantando a los cuatro vientos sin saber cómo será el próximo concierto. Y los niños en la gloria, sin tener que ir al colegio, aunque ya se van cansando con tantos días de encierro. Y los cuerpos del Estado igual que siempre lo han hecho, que siguen dando la cara, lo de menos es el sueño. ¿Quién hablaba de recortes para este noble gremio, cuando hace solo un par de meses los trataron como perros por cumplir con su misión ante tanto desconcierto de pedradas y los contenedores ardiendo?  Ponen la otra mejilla y siguen velando por ellos, mientras la democracia se sigue desvaneciendo entre insultos y reproches en el atril del Congreso. Por si esto fuera poco, también lo del rey emérito. Y nadie está preparado para el trágico siniestro.

Gracias a los sanitarios, ahí me quito el sombrero. Esos no son de este mundo, son los ángeles del cielo, los que nunca desfallecen, sin material o sin medios; se hacen sus mascarillas, los plásticos para el cuerpo; su meta es salvar las vidas ante un auténtico infierno.

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De esto, ¿quién tiene la culpa? Los de antes, por supuesto, aquellos que recortaron cuando en el poder estuvieron. Y tampoco los que entraron a esto pusieron remedio, que a un muerto desenterraron, porque lo primero es lo primero, pues todo vale en política menos ponerse de acuerdo. En vez de ser gobernantes, más bien parecen cuatreros y solo les interesa poder, status y dinero. No hay que generalizar, pero hay más malos que buenos, pues saquearon Valencia y de Andalucía ni te cuento, vaciaron Cataluña, robaron a diestro y siniestro, a los vascos, a los maños, a gallegos y extremeños. Y por las redes sociales, todo es un desconcierto. Se pelean los amigos y se insultan entre ellos, se destapan muchos bulos al igual por los dos extremos, mientras estos desalmados nos siguen cobrando impuestos, porque hay que mantener a políticos sedientos que se inventaron los máster y licencias en Derecho.

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Y lo peor de todo esto es que esta plaga maldita se lleva al más indefenso, a los que hambre pasaron y una posguerra vivieron. Qué injusto es este final para los que tanto hicieron: que construyeron España a golpe de sufrimiento, que de un país en cenizas levantaron los cimientos y olvidaron los rencores o los llevaron por dentro. Pero no sembraron odio. Eso sí que es dar ejemplo. Se firmó la transición y acabó el enfrentamiento, ese que ha resucitado para enfrentarnos de nuevo.

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Cuando acabe esta pandemia, se tendría que unir el pueblo. Hay que olvidar los colores, menos uno, que es el negro, para rendir homenaje a todos nuestros abuelos, que pagaron con su vida a este virus tan horrendo. Y tendrán su despedida. Y a todos los lloraremos. Y daremos importancia a lo que no tiene precio: la salud y la libertad, aunque soplen malos vientos. Aunque la crisis sea dura, empezaremos de nuevo y nos daremos un abrazo, que ahora mismo no podemos y alzaremos nuestras copas por los que al cielo se fueron”.

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Mucho me temo que este dolorido testimonio de lo que hemos vivido, pero sobre todo de cómo lo hemos vivido, se convierta en previsión clarividente de la que nos espera y de cómo será el cesto que los españoles tendremos que tejer con los mimbres que tenemos, pues una crisis de gobierno y unas nuevas elecciones, habida cuenta de cómo han transcurrido las últimas, sería la quiebra de un país tan dinámico y emprendedor como es el español. Llegan momentos de mucho llanto y crujir de dientes, ya lo hemos dicho. Duelen, sobre todo, esos treinta mil y más muertos, gentes mayores en un gran porcentaje, muchos de los cuales no solo sufrieron la represión, el hambre y la extrema austeridad de la posguerra, como aquí se dice, sino también la guerra misma, pues todos los muertos de más de 81 años o nacieron durante ella o la padecieron siendo niños. ¡Qué horrible final para los mayores, reducidos a la más severa impotencia por el virus y a la más despiadada soledad por las disposiciones sanitarias y sociales! ¡Qué tremendo sino el de nacer en la pobreza y morir en el abandono! ¡Cuántas lágrimas vamos a tener que derramar los españoles por todos los muertos reales y por cada uno en particular! ¡Ojalá que el color negro, que aquí se invoca, engulla, cual pozo negro, todos los colores de las diferencias ideológicas y partidistas que nos atontan, nos paralizan y nos empobrecen en estos momentos! Ya vendrán tiempos, puede que quinquenios o decenios, para que cada cual, con pensamientos sosegados y sentires solidarios, vaya rescatando de ese agujero negro su propio color.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail-com

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