Acción de gracias – 8 Tentados a caminar por sendas sin salida

Preciosidad del arcoíris

HOMILA_01-03-2020
Se inicia el camino de una consumación que se sitúa más allá de nuestras fuerzas y de nuestra propia trayectoria histórica. El poderoso ser que somos permanece inacabado todo el tiempo que vivimos, aunque sometido a una dinámica que lo llevará a buen puerto cuando sus propias fuerzas queden segadas por la muerte. Jesús, según testimonio del evangelio de hoy, tocado por la mano de Dios se adentró en el desierto largo tiempo para templar su espíritu y calentar sus motores antes de lanzarse imparable a la misión que le había sido asignada. La soledad del desierto, poblado únicamente por fieras, ángeles y demonios, es indispensable para una larga maduración. El cuerpo se las ve con el rigor de la subsistencia y la mente, doblegada por completo por la oración, acapara fuerzas para la misión.

depositphotos_12727901-stock-photo-coastal-road-at-sunset

En el desierto, superando sus naturales dificultades, Jesús vence todas las tentaciones de atrochar por caminos indebidos y se lanza imparable a la misión de anunciar que el reino de Dios ya ha llegado. Así, el tonante Dios del Sinaí se metamorfosea en la mente de Jesús en un Abba que se vuelca decididamente sobre el samaritano malherido y sobre el hijo pródigo que somos. La complejidad del mundo religioso en que Jesús ha crecido se torna suma simplicidad en la condición de un Padre que es, siempre y en toda circunstancia, pura bondad y misericordia, para todos los seres humanos, bendecidos por una hermandad con  lazos más fuertes que los de la sangre. La humanidad deviene así sólida fraternidad. El cristianismo, es decir, el seguimiento de Jesús, es un camino rectilíneo en el que no hay lugar ni para curvas ni para socavones, si bien no se podrán evitar ni los cansancios ni las tentaciones a desviarse y despeñarse por atajos indebidos.

elecciones-2-728

Pocos han ansiado –dice fray Eladio Chávarri en Perfiles de nueva humanidad, pág. 9- más humanidad que Jesús de Nazaret. Pues bien, los evangelistas sinópticos han ponderado la constante solicitación de un espíritu extraño, siempre dispuesto a insuflar en el Gran Profeta numerosas sendas perdidas para construir el reino de Dios”. Hace algún tiempo dedicamos a esas “sendas perdidas” una entrada en este mismo blog. Cuántas veces, tratando de mejorar nuestra forma de vida, nos perdemos por las articulaciones del tiempo, en el contexto de la razón crítica y en el ámbito de la imaginación creadora. Se trata de sendas que nos empeñamos en recorrer muchos de los que deseamos la mejora de la forma de vida que llevamos, sendas cuyo recorrido requiere ciertamente esfuerzo, pero que no conducen a ninguna parte. El único camino expedito es el de cultivar cada vez más y mejores valores en todas las dimensiones de nuestra vida humana, o, dicho de forma negativa, el de lograr que pierdan entidad y fuerza los contravalores que nos deterioran. No nos toca a nosotros construir el reino de Dios ni planificar su implantación, pues se trata de un reino que se nos da graciosamente, sino darle juego en nuestras propias vidas.

cuando-ellos-ven-el-arcoiris-vitorean-con-los-animales

En la primera lectura, tomada del Génesis, Dios mismo nos asegura que el arcoíris será el sello de una alianza definitiva, expresión de su firme voluntad de que “no habrá más diluvios” que aneguen las tierras y ahoguen los vivientes. La tierra volverá a producir frutos para que la vida continúe sobre ella. Es la “palabra de Dios”, palabra inmutable que seguirá ahí, viva, fuerte como una roca, y que se dejará ver con frecuencia en los cielos. Tal fue el compromiso de Dios con Noé y sus descendientes. Más adelante, esa bella promesa tomará cuerpo en un niño nacido para inundar la tierra de ternura y que,  tras degustar la sobriedad del desierto y las aguas del Jordán, se lanzará incontenible, en el ardor de su juventud, a predicar el “reino de Dios”.

san-pedro-predicando-hechos-de-los-apostoles

Pedro, el apóstol que lo había negado, sale hoy al paso en la segunda lectura para dar testimonio de la portentosa obra realizada por Jesús, tanto que expandió su acción benefactora por las articulaciones del tiempo, convirtiendo el diluvio en bautismo de salvación, predicando un reino de perdón y misericordia a sus coetáneos y acompañándonos en el camino de la vida a cuantos habríamos de venir después. La certeza honda e incuestionable de un cristiano es que Jesús sigue vivo a su lado, se ha instalado en su mismo hogar, vive en el portal de su casa como vecino pacífico y pacificador, pertenece a su mismo gremio, tiene su misma nacionalidad y se ha convertido en su hermano mayor y el de todos los demás seres humanos. Reparemos en que el bautismo de que habla Pedro “no es purificación de una mancha física, sino petición a Dios de una buena conciencia”, es decir, una conversión, un cambio radical de conducta, un renacer que nos lleva a comportarnos de otra manera y a caminar en otra dirección. Conversión, en suma, del yo “egoísta” en un nosotros “solidario”, balanza con mucho mayor peso en el platillo de los valores y sustitución de nuestra actual mentalidad mercantilista por una conducta de servicio gratuito a nuestros semejantes.

p3homilia1

Al margen de que en el evangelio de hoy  Marcos nos cuente que Jesús convivía con las fieras en el desierto y era servido por los ángeles, al tiempo que era tentado por el demonio, en el contexto de la liturgia de este primer domingo, que traza para toda la Cuaresma un camino de arrepentimiento y conversión, Jesús se somete el rigor del desierto para librarse de toda atadura egoísta (tentación, contravalor, camino fácil) y entregarse de lleno a su misión. Atrás habían quedado sus tranquilos días de vida familiar en Nazaret, al amparo del propio hogar, y sus quehaceres rutinarios. En su mente había irrumpido con fuerza el reino de Dios, reino de bondad y misericordia, reino universal de incondicional fraternidad, la buena nueva que nos constituye en fraternidad universal y que, por ello, lleva alegría a los pobres y reajusta las conductas de los ricos. Tras ello, sabiendo cómo se las había gastado Herodes con Juan el Bautista, degollado al anunciar la cercanía de ese mismo reino de Dios, se fue a Galilea para exhortar a los habitantes de los pueblos humildes a arrepentirse y a creer en el Evangelio, es decir, a hacer hueco en sus vidas a la bondad y la misericordia incondicionales del Abba.

evolucion-del-hombre-e1534180281493

Sea cual sea la atalaya en que nos situemos, la humanidad es una brújula que señala el norte, una invitación a mejorar una condición siempre inacabada. Ya lo hemos apuntado: la mejora de nuestra condición da razón de nuestra historia, pues, de haber alcanzado ya su cumbre, nos quedaríamos sin camino y sin razón para seguir existiendo. Llevamos milenios desde que, como especie, emprendimos un camino ascendente, tras despegar de lo puramente biótico y emanciparnos de los ecosistemas, como el ser inacabado que siempre seremos hasta que nos falle el soporte cósmico, que un día muy lejano lo hará, o hasta que el desvarío de unos pocos nos sorprenda en cualquier momento al utilizar el inmenso poder armamentístico, almacenado insensatamente por algunos países, o hasta que, no tardando mucho, la enfermedad o el agotamiento físico termine con la vida de cada uno de nosotros. De no ocurrir hecatombes cósmicas o nucleares, nada hay que impida pensar que nuestra condición de “sapiens” seguirá evolucionando en la misma línea en que hemos evolucionado de primates a lo que hoy somos. Dure lo que dure la vida, debemos caminar en la buena dirección, cerrando las sendas perdidas que nos salen al paso (tentaciones o contravalores) y acrecentando y mejorando los valores que nos hacen crecer en humanidad.

anacoreta_widexl

Un atinado programa para la Cuaresma que acabamos de iniciar bien podría ser que prestemos mucha más atención a algo tan importante como es crecer a base de asimilar más y mejores valores, lo que inevitablemente requiere conversión o cambio de rumbo para caminar siguiendo la indicación de la brújula humana. A la altura de nuestro tiempo, está fuera de lugar castigar el cuerpo (ya muchos lo hacen en los gimnasios), comer menos (cuantísima gente hay preocupada por seguir dietas de adelgazamiento) y sustituir la carne por pescado (¡cuántos quisieran poder hacerlo!), gestos o comportamientos que, además de no tener ninguna connotación religiosa en sí mismos, podrían resultar incluso grotescos o tener tintes fetichistas.

15767044792143

Serán mucho más acertados, sin ninguna duda, los comportamientos o gestos que rompan los barrotes con que hemos enjaulado nuestro ego y, sobre todo, los que frenen en seco cuantas actitudes puedan provocar un problema. No somos el centro del universo y nuestra palabra no es la de Dios. Es de sabios ceder en la confrontación y comportarse como pacificador. Los cristianos debemos solucionar los problemas humanos, no aumentarlos ni multiplicarlos; no podemos ser guerreros, obligados como estamos a ser portadores de paz.  Huelga recordar una vez más la obligación de dejar la ofrenda en el altar para ir primero a reconciliarse con el hermano. Morderse la lengua e inclinar la cerviz, renunciando incluso a reclamar un derecho que se nos haya pisoteado injustamente, es una excelente praxis cuaresmal. ¿Cuántos conflictos desencadenamos a veces por la nimiedad de que no se tengan en cuenta los méritos que creemos tener por las cosas que hemos dicho o hecho? Toda mejora individual, por pequeña que sea, mejora la comunidad. La Cuaresma nos ofrece un tiempo litúrgico que clama mejoras de humanidad.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

Volver arriba