Desayuna conmigo (sábado, 11.1.20) Tentar la suerte

Dinero polivalente

La lotería nacional

Que en un día como el de hoy de 1569 naciera la lotería en Inglaterra me lleva de la mano a reflexionar un instante sobre la suerte y el dinero. Son muchísimos, yo entre ellos, a los que he oído quejarse de que la suerte les es invariablemente esquiva, de que acostumbra pasar a su lado sin mirarles ni sonreírles. Sus cariacontecidas me traen el recuerdo de un chiste malo, pero que valora la lógica: el del creyente que todos los días le pedía a Dios con fervor que le tocara la lotería, hasta que un día se le apareció Dios para decirle: “pero, buen hombre, compra algún día un décimo para que yo pueda obrar ese milagro”. Ello nos ayuda a sacar la difícil conclusión de que jugar cuesta dinero.

Lotería del Niño

Las recientes loterías de Navidad y del Niño hacen que el tema siga vivo hoy y siempre. Recordemos de paso que la primera no dejó este año en Asturias, donde vivo, ni siquiera un 10% de lo que los asturianos nos jugábamos, y la segunda, menos aún. ¡Una ruina! La lotería sí que es un fondo de inversión de altísimo riesgo. Hace un tiempo, yo mismo jugaba algo de vez en cuando; ahora, solo lo hago por puro compromiso social en la de Navidad. Recuerdo que un año no me tocó ni siquiera un reintegro, aunque jugaba a cuarenta números entre décimos y participaciones de números vendidos por entidades culturales y sociales que aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para quedarse con un pellizco. ¡También fue mala suerte!

El dinero es un valor-contravalor muy volátil. Lo mismo te sirve para vivir y mejorar tu vida que te hunde en la puerca miseria. Si ha sido ganado con sudor y sangre, su valor es incalculable a la hora de construir la propia vida. Pero, si llega por un “golpe de fortuna”, muchas veces la asombrosa facilidad con que uno se convierte en rico termina siendo, a la postre, una ruina, una gran desgracia. El dinero lo mismo sirve para convertirse en un dios tirano que en una maravillosa herramienta para practicar la caridad; lo mismo destroza una familia que construye una comunidad.

En plena faena laboral

Digamos alto y claro que es inmoral todo dinero que no sea arrancado con sudor y que no sea amasado dignamente como producto del propio trabajo. Dinero no producido, dinero robado. El dinero, trátese de números, de billetes o de monedas, es un valor simbólico referenciado a la productividad de un determinado país. De ahí que el que uno tenga y disfrute, sin haberlo producido él mismo, ha debido ser producido por otro. También una nómina es dinero robado si no se ha trabajado como es debido. La lotería y los juegos de azar, por muy legítimos que sean legalmente y por mucha ilusión que creen, son juegos inmorales que no solo depauperan a muchos para que algunos, el Estado entre ellos, se alcen con una fortuna, sino también fomentan la pretensión inaudita de vivir sin dar golpe, de convertirse en parásito de la sociedad.

Billete de veinte euros

Seguro que seguiré jugando a la lotería de Navidad, pero ello no es óbice para que minusvalore mi condición humana por hacerlo. El dinero que en ella me juego, aunque solo sean veinte euros, debería tener un destino más fructífero y ennoblecedor. ¡Hay tantas necesidades, muchas de las cuales cuestan menos de un euro! Si sé que, al jugarme veinte euros, no me va a tocar nada (las posibilidades estadísticas de lo contrario son remotísimas), ¿por qué no se los doy a un hambriento o desheredado de la fortuna, aunque no sea más que para arrancarle una sonrisa agradecida? No, no tengo derecho a pensar ni a esperar que esos veinte euros resuelvan el problema de vida de nadie, pero sí a sentir la satisfacción de haberlos utilizado bien, aunque solo sea para un alivio momentáneo como que un hambriento pueda cenar una noche. La “diosa fortuna” es la más funesta y esquiva de todas las diosas imaginarias. La auténtica fortuna solo se posa en los corazones magnánimos, los que realmente perdonan y compadecen.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

Volver arriba