Desayuna conmigo (miércoles, 29.1.20) Tragedias y comedias

Vidas difíciles

Romeo y Julieta

Dos tragedias enmarcan hoy la amanecida de un día más de nuestras vidas, día de tantas ilusiones renacidas como de lágrimas derramadas. Una es literaria y la otra, tan real como lo es la más descarnada y dura forma de ganarse la vida bordeando la muerte.

Shakespeare

La primera confina la tragedia en un relato construido sobre el más fiel y sacrificado amor que uno pueda imaginar, como fue la obra de “Romeo Julieta” de Shakespeare, estrenada en Londres un día como hoy de 1595. Un relato perenne sobre la hondura y el alance del sentimiento que convierte en horizonte de vida los contornos de la persona amada y reduce los sueños a tenerla entre los brazos, sentirla, protegerla y gozarla. Mil razones lógicas no serán suficientes para arrancar de su ilusión al enamorado, lleno de pasión hasta no dejar cabida en su agenda vital para ninguna otra cosa que no sea el amor que lo embarga. En la genial tragedia shakespeariana, el protagonista, convencido de que su amada dormida estaba realmente muerta, se sacrifica para dar rienda suelta a su deseo de abrazarse a ella también en la muerte. La magia del genio poético alcanza su cénit cuando, una vez despierta, la amada se quita la vida para acompañar en la muerte, ahora sí, a su amado.

La Verona de Shakespeare

En la hermosa Verona, el enfrentamiento de dos familias nobles había derramado mucha sangre. La tragedia que se ceba en sus inocentes hijos es el tributo que se cobrarán tan enraizados e insensatos rencores familiares. Lección magistral sobre lo caro que le sale el odio a la vida.

La segunda tragedia, tan real como el peligro que supone trabajar en el mar, nos causa escalofríos como si el agua fría inundara de hipotermia nuestra sensibilidad. Las noticias que nos llegan del naufragio del pesquero Rúa Mar presagian que sus seis trabajadores han sido engullidos por el mar. “Mar”, hermoso nombre para una inspiración poética y duro escenario para ganarse la vida, pero también nombre de cementerio para algunos de los pescadores cuyo sacrificio nos conmueve hoy profundamente y para tantos otros que lo toman como camino de salvación.

El pesquero Rúa Mar

¡Qué duro resulta a veces ganarse un mísero euro! ¡Y qué gran asco produce ver a algunos que, incluso sin “dar un palo al agua” (ironía de expresión en este contexto), despilfarran montones de euros cada día! Pero, también, ¡qué hermoso y reconfortante resulta ganarse el pan con el sudor de la frente, por duro que sea, y qué vilipendio engullir descaradamente, como parásitos infestos, lo que otros producen con sus esfuerzos y sacrificios! ¡Qué gran diferencia humana hay entre bregar con el mar para arrancarle el sustento y, sustraer el dinero del presupuesto público, con cara de cemento armado, o embaucar a quien lo tiene para que se lo preste sabiendo que no tendrá retorno, aunque se trate del necesario para su vida! Es la diferencia exacta que hay entre el valor que construye y el contravalor que destruye.

Lágrimas por el Rúa Mar

Cada cual deberíamos tentarnos bien las ropas para someter a examen nuestra vida a fin de saber si, mientras caminamos, arrastramos con nosotros un pesado déficit social (recibir de la sociedad más de lo que le aporta), o podemos hacerlo con la cabeza alta por el ornamental superávit (aportamos a la sociedad más que recibimos de ella) que nos enorgullece. En otras palabras, para saber si somos parásitos que se alimentan de sangre ajena o constructores que la hacen habitable y bella.

Vaya hoy una lágrima compasiva, brotada del corazón, para añadir a las muchas amargas que les toca derramar a los familiares y amigos de unos pescadores para quienes el mar que nos bordea, tan hermoso y poético, se ha vuelto en esta ocasión, como en otras muchas, cementerio rebosante de lágrimas.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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