Desayuna conmigo (sábado, 29.2.20) Veinticuatro horas extra

Tiempo para regalar

29 de febrero
Seguramente, el tiempo es el mejor de los regalos que un ser humano puede hacer a otro. Quejas muy frecuentes son las de la esposa a un marido que no le presta la atención debida y las del niño que se enfada si sus padres no juegan con él. El tiempo del próximo es seguramente el mejor bálsamo para curar las heridas del alma que produce la soledad y la baja autoestima. Que alguien se ocupe de nosotros sin estar obligado profesionalmente a hacerlo es algo que ensancha nuestros pulmones, nos levanta la moral, nos envalentona y nos persuade de que somos importantes para alguien.

Febrero bisiesto

Esta entrada viene a cuento de que hoy el calendario nos regala un día que ni frena ni acelera el paso del tiempo, que ni acerca ni aleja cualquier otra celebración, pero que ofrece posibilidades de coronar febrero con cuanto logremos llevar a buen puerto a lo largo de esta jornada. Mírese como se mire, es como si de golpe dispusiéramos de 24 horas extra.

La historia da cuenta de las muchas ocurrencias y propuestas que a lo largo de los tiempos se han hecho para este día que aparece en el calendario cada cuatro años. Así, mientras unos han sugerido que sea un día de vacaciones para todo el mundo y otros han reclamado el aumento del salario correspondiente, los más ocurrentes han llegado a decir, con aviesa intención machista, que es el único día en que las mujeres pueden declarar su amor a los hombres.

La verdad es que solo viene a reajustar la contabilidad de los movimientos astrales, concentrando en un día cada cuatro años las cinco horas y pico que le sobran a los 365 días para completar el año. La historia da cuenta de que en tiempos del calendario juliano febrero tenía 29 días los años normales y 30 los bisiestos. Pero el emperador Augusto, que no quería ser menos que César, se apropió de un mes y ordenó que también fuera de 31 días, como el de César: julio y agosto. ¿Cómo resolverlo? Quitándole un día a febrero, razón seguramente por la que, según el dicho popular, febrero pasó a ser el mes mocho con días 28.

Buena idea

Se habla de que actualmente hay en el mundo más de cuatro millones de personas que han nacido el 29 de febrero. En España hay como unos treinta y dos mil “bisiestos”. Algunos se cuestionan por ello cuándo es su cumpleaños años. La pretensión de muchos de cumplir solo cada cuatro años, además de no servir para nada, se ha zanjado fijándolo en el día 28 de los años normales y en el 29 de los bisiestos.

La rareza o infrecuencia del día ha propiciado, seguramente, que esa circunstancia sea la que lo ha llevado a ser elegido como “el día de las enfermedades raras”, las que se dan en un porcentaje ínfimo de la población. Lamentablemente, el manejo de los recursos propicia que, además de ser raras o infrecuentes, los enfermos que las padecen queden abandonados a su suerte al no salir “rentables” ni la investigación ni los tratamientos. ¡Qué pena! Algún día aprenderemos que la vida de un ser humano no se puede cuantificar en dineros.

Explotación infantil

Por lo demás, al escarbar en la historia, los acontecimientos de un día que solo se da cada cuatro años se reducen lógicamente a la cuarta parte. Celebremos hoy, cuando menos, el paso hacia adelante en la humanización del trabajo el hecho de que, un día como hoy de 1916, en Carolina del Sur se elevara de 12 a 14 años la edad laboral de los adolescentes que trabajaban en fábricas, molinos y minas. Hasta muy avanzado el s. XX no se dieron pasos firmes para erradicar la explotación infantil, abuso que todavía hoy sigue cometiéndose en algunos países. En los años 50 del siglo pasado los niños de las zonas rurales de mi generación colaborábamos prácticamente en todas las labores agrícolas.

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Este día nos trae el regusto de las emociones vividas al ver la película “Lo que el viento se llevó”, estrenada el 29 de febrero de 1940.  Es seguramente la película más taquillera de todos los tiempos, película que obtuvo nada menos que 8 Óscar de competición y 2 más honoríficos. Como todos sabemos, es un film épico, histórico y romántico, rodado en 1939, en el que se cuenta la historia de la famosa y resolutiva Scarlett O’Hara (Vivien Leigh), románticamente enamorada de Ashley Wilkes (Leslie Howard), el prometido de su prima Melanie Hamilton (Olivia de Havilland). La explosiva personalidad de la O’Hara, zarandeada por los acontecimientos bélicos en que se embebe el guion, la lleva finalmente a casarse con Rhett Butier (Clark Gable), el guapo y divertido hombre mujeriego, enamorado de ella hasta las trancas, que la salva de una calamidad tras otra. ¿Quién no ha pasado muy buenos y entretenidos ratos viéndola? Es una película todavía viva en nuestros días.

Protagonistas de Lo que el viento se llevó

Hoy podríamos preguntarnos qué podemos hacer de especial en un día tan especial como este. Desde luego, se trata de un día que debería dejar en nuestro espíritu alguna huella para contrarrestar la rutina diaria. Frente a las propuestas variopintas ya mencionadas, la foto de la portada nos aconseja cambiar el llanto en risa, la duda en certeza, el silencio en palabra y la desidia en proyecto. No estaría demás regalar hoy al menos parte de este tiempo extra a los miembros de nuestra familia y a nuestros amigos y convecinos. Jugar con nuestros hijos o nietos y ver una buena película no serían malas opciones. Y, yendo a lo que más nos importa en este blog, nuestra condición cristiana, sería muy acertado fijarse de forma especial en alguna de las “bienaventuranzas evangélicas”.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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