Desayuna conmigo (lunes, 30.11.20) “No te acostarás sin saber una cosa más”

Cuerpos que no son sacos de boxeo

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La agenda de esta mañana me obliga a meterme en un zarzal sin protección alguna. Digo “zarzal” porque eso es para mí el maravilloso, pero exigente y ágil, mundo de Internet y de las comunicaciones on-line. Y digo “sin protección” porque, como imagino que también les sucederá a muchos más de los que han alcanzado mi edad, a cuantos hemos crecido con las vitaminas que nos iba procurando una vida mucho más lenta y a ras de tierra, mucho más manual o artesanal, no me queda otra que ir tomándome en pequeñas dosis el mágico mundo de las comunicaciones virtuales e ir aprendiendo de Internet justo lo imprescindible. Como si se tratara de una fábrica de productos químicos peligrosos o de un reactor nuclear, frente al ordenador uno no se atreve a pinchar aquí y allá y, menos, a hacer experimentos que pueden desembocar en que se volatilice un escrito o todo un archivo. Y es que, insisto, a mi edad y en la condición en que he crecido, me complace mucho más la simplicidad, la de la memoria, que se sacude fácilmente de encima pesados fardos tóxicos, y la de la vida misma, que te libra de tantos venenos y conflictos banales.

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La perorata anterior viene a cuento de que, en la agenda de hoy, nos encontramos, en primer lugar, nada menos que con la celebración del “día mundial del influencer” y del “día internacional de la seguridad de la información”, dos bonitos zarzales para el aprendiz de principiante de Internet que soy o me siento. Se considera “influencer” a la persona que tiene capacidad de generar impactos en algún sector de la sociedad, capacidad que las redes sociales, cimentadas en internet, han elevado a la enésima potencia. Seguro que los seguidores de este blog conocieron ya la primera de esas redes, la “SixDegrees”, creada en 1997, y que utilizan, con tanta utilidad como gozo, las que han venido después, como “Facebook”, “Youtube”, “Twitter” e “Instagram”. Podríamos decir que el “influencer” es una catapulta o un resorte que hace llegar a cientos de miles o a millones de potenciales consumidores todo aquello que se pretenda vender, desde la fe en un dios cualquiera hasta una idea sin cuajo o un determinado tipo de hilo dental.

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Mal que nos pese, la tramposa serpiente infernal “influenció” a Eva en el Paraíso Terrenal sobre las supuestas bondades de la manzana prohibida, y ella, a su vez, hizo lo propio con el bobalicón de Adán, primer consumidor a quien se le creó una tonta necesidad pecaminosa por el simple placer de consumir. Desde siempre, vivimos vendiendo. La venta es tan sinuosa que se infiltra en la seducción que precede a todo emparejamiento y llega hasta el tipo de mausoleo en que uno desea ser enterrado. La idea de “manada” o de “borrego” es proporcional al proceder acrítico de cada ciudadano y a la facilidad con que este abre las puertas de su casa a cualquier anodino “influencer” que haya asentado sus reales en el mundo del famoseo o de las estrellas de internet. De algunos de ellos se dice que, en cuanto estornudan, lo saben inmediatamente más de doscientos millones de seguidores. Llegados a este punto, a uno le entran tentaciones de afirmar que Internet se ha creado, pero no para facilitarnos las cosas y ayudarnos a crecer como seres humanos, encomiables objetivos para cuya consecución es muy poderoso, sino para apretar más los lazos de la esclavitud que campea en nuestros pagos desde los orígenes mismos de la humanidad.

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En cuanto a la otra celebración, la de la seguridad de la información, podría decirse que no hay dicha completa y que lo muy valioso requiere costosa vigilancia. El enorme valor de cuanta información se maneja hoy a través de Internet requiere una vigilancia y defensa proporcional, pues desde los tiempos de Caín y de Jacob el ingenio para robar o anular al contrario se ha explotado como una gran industria. Al producirse el primer caso de “malaware de propagación en Internet” en 1988, la Association for Computing Machinery” decidió dedicar este día a la seguridad de la información para recordarnos la necesidad de proteger nuestros datos de cualquier tipo de acción corrupta que pueda ocurrir en el plano digital. Se trata de una seguridad que depende tanto de la astucia para encriptar con claves el acceso a nuestra cuenta como de la honestidad profesional de quienes la manejan. No soy quién para dar ningún consejo, pero todos los lectores saben que gestionar bien las contraseñas, no abusar de los Wifi públicos, actualizar de vez en cuando el software, no descargar cualquier cosa que nos apetezca y gestionar el teléfono móvil como el ordenador en que se ha convertido son buenos procedimientos para evitar que nadie meta las narices en nuestros propios asuntos.

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La agenda de hoy nos exige, además, mirar de frente nuestra propia salud, aunque el coronavirus se haya convertido en unas anteojeras que no nos dejan mirar en otra dirección. Lo digo porque las celebraciones de hoy también se fijan en los peligros químicos y de la alimentación. En efecto, pues también se celebra hoy el “día de la conmemoración de todas las víctimas de la guerra química”, recordando los muertos y los lisiados que el armamento químico produjo en la primera guerra mundial. Se entiende por armas químicas las toxinas biológicas o las sustancias de laboratorio que se utilizan para matar o incapacitar al enemigo. Ya en 997, la “Convención sobre las Armas Químicas” prohibió su desarrollo, producción, almacenaje, transferencia y utilización y dispuso su destrucción. Lástima que en la ejecución de ese tratado se avance tan lentamente. Más allá del armamento químico, totalmente vitando, es preciso denunciar el excesivo afán de lucro de algunas fábricas de productos químicos, tan importantes de suyo para la vida humana, pero que envenenan a muchos hasta producirles la muerte.

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En cuanto a la salud se refiere, también hoy se celebra el “día internacional de la lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria”, curiosa celebración, propuesta por las administradoras de una página de Facebook para recordar los esfuerzos de cuantas personas luchan contra dichos trastornos. Su símbolo es el “lazo azul” que hoy llevarán muchas personas. Hablamos de trastornos mentales que generan un comportamiento patológico frente a la ingesta de alimentos y una obsesión por el control del peso. Se dan en cualquier edad, sexo y condición social debido a factores psicológicos, biológicos, socioculturales y familiares. Los desarreglos alimenticios más comunes son la bulimia, la anorexia nerviosa, la ortorexia, el trastorno por atracón y la vigorexia.

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Finalmente, dado el rumbo que lleva la política española actual y puesto que venimos hablando de salvaguardar esencias y de proteger nuestra salud, conviene que recordemos que fue un día como hoy de 1983 cuando el Gobierno de España estableció que el 6 de diciembre se celebre el “día de la Constitución”. Digamos simplemente que, para solemnizar adecuadamente el aniversario de la fecha en la que el pueblo español ratificó mediante referéndum la Constitución, dicho Gobierno dispuso que el día 6 de diciembre de cada año el pueblo español celebre el “día de la Constitución” y que las instituciones del Estado, las de ámbito nacional o territorial, la conmemoren con la mayor solemnidad. Esperemos que este año cada español cumpla como es debido, solo dentro de unos días, una celebración tan razonable, pues el coronavirus impondrá la no-celebración pública o, al menos, achicará sus efectos lúdico-festivos.

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Frente a la panorámica de la agenda de hoy, a uno le gustaría pensar que nuestra querida Iglesia católica no sea un “influencer”, aunque se tratase del más poderoso del mundo actual, sino la viva imagen de un Jesús “anonadado” hasta una muerte de cruz después de haber hecho el bien durante toda su vida, y que realmente no tenga nada que preservar u ocultar a los curiosos ojos ajenos, porque en ella todo debe ser tan transparente como el amor total e incondicional que predica. De comportarse así, seguro que no ingerirá venenos que atenten contra la vida abundante que predica y que no se lamentará porque le toque cargar con un cuerpo flagelado y coronado de espinas, tan necesario para cumplir con la misión que le ha sido encomendada y que es su razón de ser. Su “constitución” debe ser el Evangelio que los cristianos estamos obligados a celebrar, o mejor a cumplir, no solo un día, sino todos los días. Amén.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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