Desayuna conmigo (jueves, 19.11.20) Desde los detritus a la sabiduría

La guerra, ni caliente ni fría

El pensador
Obviamente, hay una aspiración irrenunciable del ser humano a conocerse a sí mismo, a saber quién es, qué hace aquí mientras vive y cuál puede ser su destino en el más allá, en caso de haber alguno. Nadie puede sustraerse a esas inquietudes, al menos durante algún tiempo o momento de su vida. Las tenían nuestros primates y, seguro, las seguirán teniendo nuestros descendientes dentro de muchas generaciones, cuando ellos, en vez de conocer globalmente el 5% del Universo como nosotros, sean capaces de llegar al 15% o al 20%, es decir, el triple o el cuádruple nuestro. Pero también hay una necesidad irrenunciable a nivel corporal, pues todas esas aspiraciones se dan en un cuerpo que necesita nutrirse, necesidad que por lo general arrastra a la depredación produciendo la más profunda desigualdad entre los seres humanos, la de estar entre los que se sacian o entre la masa de hambrientos que pueblan todos los continentes. Pues bien, el día nos pone ante esas tesituras, sin obviar una función vital corporal, tan necesaria como la de defecar de forma higiénica, despreciada por la supuesta bajeza que conlleva de por sí la mierda que los humanos llevamos inevitablemente pegada al cuerpo, mierda como la del coronavirus que nos exige, por ejemplo, lavarnos y desinfestarnos las manos varias veces al día. Si nos preguntáramos cuántas horas de nuestra vida, incluso las personas como yo que están escoradas a lo intelectual, hemos dedicado a limpiar nuestro cuerpo, nuestra habitación, nuestros libros, nuestros patios y hasta los platos en que comemos, nos asombraría saberlo y puede que nos acongojara tanto tiempo supuestamente perdido.

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Celebración sorprendente, por curiosa y atrevida, la primera que hoy aparece sobre nuestra mesa de desayuno en el contexto de la introducción que precede, la del “día mundial del retrete”, lugar posiblemente único donde uno es uno mismo al descubrirse en profundidad, sea por el aflojamiento orgánico, sea por el acicalamiento de la propia imagen en pos de un mejor parecer. Pero este día no se celebra para ponderar todas esas realidades, tan necesarias y convenientes, sino para poner de relieve que más de la mitad de la humanidad no dispone de sistemas para eliminar los excrementos de forma segura y que son casi mil millones los que no tienen más alternativa que la de seguir defecando al aire libre como si de animales se tratara. Ahora bien, la exposición a las heces humanas tiene consecuencias sobre la salud pública, las condiciones de vida y de trabajo, la nutrición, la educación y la productividad económica en todo el mundo. Nos quejamos amargamente y con razón de que no hay puestos de trabajo, pero la humanidad entera tiene en ese campo, el de la higiene corporal, una inmensa tarea por hacer.

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Las personas de mi generación hemos sido testigos de la gran evolución que, a ese respecto, se ha dado en nuestras vidas durante los últimos decenios, pues hemos ido progresando lentamente de la defecación obligada al aire libre o en las cuadras de animales en los años cuarenta, pongo por caso por haberlo conocido en los pueblos de mi preciosa Sierra de Francia, hasta tener un cuarto de baño bien equipado en cada una de las habitaciones de nuestra vivienda. Aún recuerdo mis primeras duchas en los años cincuenta a base de echarme calderos de agua sobre la cabeza. Y en los últimos sesenta, en barrios céntricos de París, conocí casos de hasta siete buhardillas (pequeñas viviendas bajo cubierta) que tenían un váter común para todas ellas en una esquina del pasillo, y como lavabo o ducha, el fregadero de una cocina que era, al mismo tiempo, sala de estar y dormitorio. No debemos olvidar que, en la “Agenda 2030” sobre el Desarrollo Sostenible de la ONU, el punto seis habla de “garantizar el acceso sostenible al agua y a servicios de saneamiento para todos, en todos los contextos”.

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Tan perentoria necesidad se complementa hoy nada menos que con “filosofía” o “amor a la sabiduría”, pues también hoy se celebra el “día mundial de la filosofía”. Esta celebración se inició en el año 2002 a propuesta de la UNESCO, para subrayar la importancia del pensamiento filosófico y animar a las personas de todo el mundo a compartir su herencia de pensamiento, pues la filosófica es fundamento de la democracia, de los derechos humanos, de la justicia, de la igualdad y, en suma, de la paz mundial. No es cuestión, ni hay espacio para ello, de exponer las razones que hacen necesaria la presencia de la filosofía en nuestras escuelas, facultades y foros ciudadanos, sino de dejar constancia de que, además de productores, técnicos y científicos, los seres humanos somos libres para encauzar nuestras vidas y para fijarnos objetivos que satisfagan todas nuestras curiosidades y necesidades intelectuales. Aunque algunos tengan la vana esperanza de superar al ser humano con sus ingenios robóticos, nunca podrán dotarlos ni de la libertad que nos hace ser lo que somos, ni de necesidades que jamás podrán alcanzar la técnica y la ciencia.

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Dada la ruta que hoy hemos emprendido, resulta curioso que nos demos de bruces, también esta mañana, con la celebración de dos días mundiales que vienen perfectamente al caso: el “día internacional del hombre” y el “día internacional de la mujer emprendedora”. Así, mujer y hombre frente a frente, como complemento y plenitud, pues todo lo humano gira en torno a ellos. El día del hombre surge por la necesidad de contrarrestar los desequilibrios que venía ocasionando la implantación de un feminismo ultramontano, para reivindicar su lugar en la sociedad como sujeto positivo, sus propios derechos como el ser humano que es e incluso la necesidad de un equilibrio de género. La propuesta de esta celebración la hizo en 1992 Thomas Oaster, profesor de la Universidad de Missouri-Kansas, pero no arraigó hasta que en 1999 recibió el apoyo precisamente de una mujer, de Ingeborg Breines, directora del Programa Mujeres y Cultura de Paz de la UNESCO.

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Por su parte, el “día internacional de la mujer emprendedora” trata de visibilizar la mujer en la sociedad y contribuir a su empoderamiento con vistas a terminar con las desigualdades de género, basándose en los derechos formulados por la ONU de no discriminación por razón de sexo. Recordemos a ese respecto que todavía hoy, en un país tan avanzado como lo está España con relación a la necesaria igualdad de género, las mujeres perciben una remuneración por el mismo tipo de trabajo que, por lo general, es del orden de un 20% menor que la de los hombres. Curiosamente, en los países subdesarrollados y en los que están en vías de desarrollo es donde más oportunidades se ofrecen a las mujeres emprendedoras por pura necesidad, pues es obvio que los pueblos progresan precisamente por la acción decidida de cuantos hombres y mujeres toman iniciativas y arriesgan al crear empresas. Además de estar tan capacitadas como los hombres para emprender y crear empresas, las mujeres están a la cabeza de la promoción y gestión de ONG que van mucho más allá, en la cobertura de necesidades sociales, que lo que pueden hacerlo tanto las empresas que buscan beneficios económicos como los Estados que prestan distintos tipos de servicios a los ciudadanos.

Transexualidad

Para hartarnos a placer, esta mañana se nos introduce como de rondón otra vez el tema de la homosexualidad con la celebración, también hoy, del “día internacional de la memoria transexual”. Sobre lo ya dicho hace unos días, abundemos hoy solo para dejar constancia, por un lado, del gran servicio que la cirugía presta en nuestros días a quienes padecen tan tremenda disfunción de sus cuerpos debida a que, en lo sexual, no hay acoplo entre lo que dictamina su cerebro y lo que canta su organismo, en lo que hemos dado en llamar “transexualidad” en vez de simple “armonía sexual”. Y, por otro lado, también para salir al paso de cuantos, como si a ellos les fuera algo en un asunto tan personal de otros, padecen algo mucho más grave, como es la “transfobia”. ¿Por qué no respetar a cada uno como la naturaleza lo ha hecho y apoyar cuantas iniciativas ayuden a que consiga la armonía tan necesaria de cuerpo y espíritu quien no la han recibido de ella? Una vez más, los humanos, lejos de ayudarnos unos a otros a hacer mejor y más agradable nuestra vida, pretendemos vivir aupándonos los unos sobre los otros, escalando sobre cadáveres. ¡Cómo se echa de menos en estos ámbitos la acción protectora y consoladora de la Iglesia católica, la de un Jesús que solo se enfurecía con los hipócritas!

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Finalmente, el día nos regala un postre muy sabroso y dulce para hacer una buena digestión de las densas viandas ingeridas, pues, un día como hoy de 1990, la OTAN y el Pacto de Varsovia pusieron fin a la guerra fría, firmando un pacto de no agresión y de reducción de armas convencionales. Lástima que, tras ese pacto, se hayan desencadenado tan fácilmente unas cuantas guerras en todo el mundo. Pero el pacto está ahí como reclamación de sentido común y cordura, pues en el mundo están demás todas las guerras, las calientes y las frías. Las relaciones humanas deberían cimentarse en las propuestas de la última encíclica del papa Francisco para convertirse en relaciones de “fraternidad universal”, que no solo repartan mejor los bienes disponibles, sino también orienten toda la capacidad productiva de la humanidad a cubrir en todo el mundo necesidades tan básicas como que todos los seres humanos puedan comer, vestirse, refugiarse, disponer de agua potable, vivir aseados y curar sus achaques y enfermedades.

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Seguramente, de poder darse Jesús un garbeo por nuestras plazas y calles, sería a todo eso a lo que enviaría a sus discípulos con la consigna de que, solo después de haberlo conseguido, retornasen al templo para postrarse ante Dios, darle gracias y hacerle ofrendas. De ninguna manera se puede amar a Dios si se descuida y desprecia al hermano, pues ocurre que el primer y principal  templo de Dios en la tierra es el hermano. Sin la paz y el amor para con él, el único Dios que un cristiano podría encontrar en un templo sería un dios falso, un ídolo, una sugestión, una autocomplacencia fatua. Quedémonos hoy con que no hay camino hacia Dios que no pase por el hombre, verdad teológica de Perogrullo pero que, de ser aceptada a fondo, cambiaría radicalmente desde nuestro credo hasta la última disposición de nuestro ordenamiento conductual cristiano.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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