Desayuna conmigo (miércoles, 17.6.20) La madre Tierra

El diálogo con Dios

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Si ayer nos salían al paso las tortugas marinas en nuestro actual discurrir por una “nueva normalidad” incipiente, hoy lo hace con toda su impresionante potencialidad la misma Tierra. Aunque se trate de una madre herida y sedienta, en su seno lleva bálsamos y fuentes para que los humanos reparemos las fechorías que le hemos hecho y, siendo inteligentes como dicen que somos, evitemos una muerte que nos arrastraría también a nosotros mismos.

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Todo ello se refiere a que hoy celebramos el “día mundial de lucha contra la desertificación y la sequía”. Es una celebración triste, un aldabonazo a la conciencia de todos, pues se trata, ni más ni menos, de “luchar contra”, en una especie de guerra que debemos declararnos a nosotros mismos, muchas de nuestras costumbres y la forma de vida que llevamos. La superpoblación mundial y su nivel de vida cada vez mayor requieren más tierras para cultivar alimentos, forrajes y fibras textiles. Ese es precisamente el lema que debe inspirar y alimentar la reflexión que se nos propone este año: la explotación excesiva de la tierra para conseguir esos objetivos. En 1994, la ONU, consciente ya de nuestro irracional proceder, proclamó este día como freno al desenfreno de nuestras conductas.

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La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas (que dependen en parte de la actividad humana). La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, y a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo”.

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La mañana nos pone delante la celebración, también hoy, del “día de Internet”, celebración impulsada, en 2005, por la Asociación de Usuarios de Internet de España y a la que se sumaron muchos países de la América Latina y otros. Internet, la red informática que conecta todo el mundo, es como un universo paralelo que ha mejorado considerablemente nuestro nivel de vida, pero que, como ocurre con la madre Tierra, también necesita cuidados y mimos. A la finalidad primordial de esta celebración de “contribuir a que se conozca mejor Internet para que se convierta en un recurso mundial verdaderamente accesible al público”, deberemos añadir la preocupación por el buen uso de ese potentísimo universo de la información a fin de que no sea utilizado para destruir vidas y haciendas. 

En resumidas cuentas, podría decirse que vivimos en dos mundos superpuestos, el de la tierra nutricia y el de la mente que nos conecta instantáneamente con los demás seres humanos. Ambos interactúan. El primero nos mantiene en pie y gesta información; el segundo nos hace crecer y nos ayuda a transformar el primero, pues somos nosotros, los humanos, los que, con el asombroso poder que se nos ha dado, llevamos el timón de ambos. Y, claro está, a mayor poder, mayor responsabilidad, tanta que somos la única especie de vivientes que lo mismo domina las fuerzas de la naturaleza para sacarles buen partido que cambia el rumbo del mundo para conducirlo al abismo. Metidos de lleno en esta encrucijada, es preciso que los cristianos tengamos claro que nuestra principal misión consiste en favorecer la vida humana (amor y bienaventuranzas) y lograr que sea equilibrada.

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El día se enriquece con otros aportes de un pasado del que siempre podemos aprender. En 1928 nos encontramos con otra intrépida mujer, Amelia Earthart, aviadora estadounidense, la primera mujer copiloto en el vuelo de travesía atlántica de Canadá a Gales que duró 21 horas. Cuatro años después, será ella misma quien cruce el Atlántico pilotando el avión. De ella sí que puede decirse que abrió nuevos caminos para la mujer, caminos que lentamente otras muchas mujeres van recorriendo con gran esfuerzo para alcanzar, ya en nuestro tiempo, metas de igualdad de derechos con los hombres que entonces eran impensables. La Amelia de hoy y la Valentina de ayer son mujeres que, ejerciendo igual o mejor que los hombres una profesión determinada,  han hecho más por el feminismo que cuantas hoy, pretendiendo vivir del cuento, únicamente son capaces de orquestar reclamaciones oportunistas y folclóricas. A fin de cuentas, dejando de lado tonterías infantiloides y reparando injusticias que claman al cielo, se trata únicamente de plasmar en nuestros comportamientos sociales lo que la naturaleza nos regala, la complementariedad de los sexos como base de una vida humana armónica.

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Y ahora, cuando hemos puesto la tauromaquia en el candelero del sí o del no o en el de todo lo contrario, pretendiendo una inaudita purificación espiritual nuestra a cuenta de un supuesto bienestar animal, el día nos recuerda la inauguración, un día como hoy de 1931, de una de las mayores plazas taurinas del mundo, la de Madrid, la plaza de las Ventas del Espíritu Santo. No soy aficionado a los toros ni me gustan las corridas, pero respeto los razonables pareceres y las arraigadas aficiones de muchos si digo algo tan evidente como que son muchos los que hoy viven del toro bravo, incluido el toro bravo mismo, que es uno de los animales más mimamos del mundo, y que, a pesar de la crueldad aparente, el toro bravo es el único animal que muere “con las botas puestas”, en un increíble arranque de bravura que le fuerza a embestir en el momento mismo de morir.

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Por otro lado, metidos esta mañana en desarreglos, no debería sorprendernos que un día como hoy de 1972 se iniciara en los EE.UU. el escándalo político del Watergate que tantos ríos de tinta hizo correr, que dejó en evidencia los turbios procederes democráticos y que obligó a dimitir a todo un presidente de la nación. ¿Qué tendrá el poder que atrae con tanta fuerza?, es una pregunta retórica que nos hacemos, pues todos sabemos de sobra que la respuesta es invariablemente la misma: dinero y prestigio. Y, como no podía ser de otra manera, también los pecados de la política llevan implícita una dura penitencia: saber que, más bien pronto que tarde, uno terminará siendo despreciado y ninguneado incluso por quienes un día más lo adularon.

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Afortunadamente para nuestra tranquilidad y recreación, la mañana nos reserva un sabroso postre presentándonos a dos auténticos campeones, uno de la política y otro del deporte. El primero es, otra vez, Nelson Mandela al ocurrir que, un día como hoy de 1991, el parlamento de Sudáfrica derogó por fin el terrible “apartheid” que había durado 41 años. El segundo, el belga Eddy Merckx, nacido en este día del año 1945, que fue considerado el mejor ciclista de todos los tiempos no solo por sus numerosos triunfos en el Tour, el Giro y la Vuelta a España, sino también por cómo los logró y por su elegante forma de correr. Su poderío sobre la bicicleta era tal que lo apodaron el “caníbal” y el “monstruo belga”.

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Volviendo a los intereses propios de este blog, la mañana nos deja claro que, al igual que a los protagonistas que nos han salido al paso, a los cristianos se no pide y exige realizar el mayor de los esfuerzos que un ser humano puede imaginar: el de salir de sí mismo y de renunciar a su propia hacienda para encaminarse a una tierra de promisión, sin amilanarse por tener que caminar entre nieblas, aguantar las coces de la naturaleza, sortear los numerosos obstáculos con que los demás seres humanos entorpecerán su marcha y, de entenderse bien, verse obligado a morir con la bravura de la fe intacta. A la Tierra la tenemos ahí con todo su enorme potencial de vida, aunque nos esté reclamando a gritos mimos y atenciones, e Internet nos ha salido al paso como el maravilloso logro que, al facilitar la comunicación humana, favorece nuestro propio diálogo con Dios.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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